Jorge Pastor

Domingo, 19 de octubre 2025, 23:53

Cabo Cañaveral, en Estados Unidos, y Armilla, en Granada, no tenían aparentemente muchas cosas en común. Pero el pasado 3 de octubre sucedió algo muy importante que las vinculó para siempre. El Teatro Municipal de Armilla se convirtió durante un par de horas en la sala de control de Centro Espacial Kennedy. Cuatrocientas personas –sobre todo chiquillos– tuvieron el enorme privilegio de asistir al ‘despegue’ de la Voyager, la nave que después de visitar los planetas de Júpiter y Saturno se perderá en los confines del universo con un valiosísimo objeto adosado a uno de sus costados: un disco bañado en oro con información para una posible civilización extraterrestre que incluye saludos en cincuenta y cinco idiomas, sonidos de la naturaleza y la vida humana, una selección musical y 116 imágenes de la Tierra.

Sí, esta ha sido la maravillosa idea de José Salvador Moral Soriano y Antonio Molina Morillas, miembros del Aula de Astronomía de Armilla. Realizar una réplica exacta de las Voyager que en 1977 –en agosto una y en septiembre la otra– fueron lanzadas por la Nasa en una de las misiones más apasionantes para la investigación del cosmos que, casi cincuenta años después, aún sigue vigente. Tanto que uno de los dos ingenios ya ha alcanzado la Heliopausa. Es decir, se halla a unos 16.000 millones de kilómetros de la Tierra. Un pequeño paseo si tenemos en cuenta las distancias interestelares –se estima que aún tardarán miles de años en salir del Sistema Solar–.

Últimos preparativos para el 'lanzamiento'.

Últimos preparativos para el ‘lanzamiento’.

JORGE PASTOR

Todo surgió hace cinco años. José Salvador y Antonio estaban sentados el uno frente al otro en una cafetería de Armilla. Estaban preparando una charla sobre la Voyager y, al valorar cómo iban a hacerla, ambos se miraron a los ojos y coincidieron en que la mejor manera era haciendo una copia exacta, al mismo tamaño, de las sondas. Una empresa que les ha llevado cinco años de faena. «Cada uno tiene su trabajo, yo soy informático industrial y Antonio técnico en electrónica, pero empezamos a currar en nuestros ratos libres, sin prisa pero sin pausa, y por fin lo hemos conseguido», dice José Salvador, orgulloso, delante de su Voyager, que en los próximos dos meses se podrá ver en el Teatro de Armilla y que, posteriormente, se exhibirá con fines divulgativos en otras instituciones de dentro y de fuera de Granada. No pesa tanto. Tan solo 150 kilogramos frente a los 735 de las originales.

«La hemos fabricado con madera, pvc, cartón y aluminio, materiales que han salido básicamente de la basura», explica José Salvador, quien agradece tanto el apoyo económico como logístico de la empresa granadina de vigilancia Acacio, que les prestó una nave en sus instalaciones de Maracena. También han contado con la ayuda de Pedro León, el mayor experto de España en astronáutica. Su libro ‘Sondas interestelares’ se ha convertido para ellos en una especie de biblia. Además, han contado con su asesoramiento personal. Su implicación con la misión armillera es tal que el 3 de octubre ofreció una charla junto a Emilio Alfaro, del Instituto de Astrofísica de Andalucía. «El primero habló sobre cómo ir a las estrellas y el segundo sobre cómo regresar de ellas», aclara José Salvador.

Ensamblando todas las piezas.

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Imagen principal - Ensamblando todas las piezas.

Imagen secundaria 1 - Ensamblando todas las piezas.

Imagen secundaria 2 - Ensamblando todas las piezas.

El acontecimiento estuvo cargado de emotividad. Mientras se abría el telón, sonaba ‘Así habló Zaratustra’, la sinfonía compuesta por Richard Strauss a partir de la obra de Friedrich Nietzsche –la pieza se convirtió posteriormente en el tema central de la banda sonora de la película ‘2001: Una odisea en el espacio’–. Al mismo tiempo, resonaba de fondo la voz curtida y profunda del mismísimo Carl Sagan, quien impulsó el envío de mensajes en las aeronaves que surcan el cosmos. «Mira ese punto, eso es aquí, eso es nuestro hogar, eso somos nosotros», escribió el astrofísico norteamericano. El famoso ‘This is us’. Y la puesta en escena en Armilla culminó con la intervención de dos chavales, Leonor (14 años) y Romeo (10), que llevaron a cabo el acto simbólico de colocar el ‘golden record’. Todo el mundo se emocionó. José Salvador y Antonio, los primeros.

Una misión exitosa

La Voyager I partió de la Tierra el 5 de septiembre de 1977. La II lo hizo unas semanas antes, el 20 de agosto. Las dos de forma exitosa. La ignición se hizo en un cohete, el Titán. Primero la propulsión lateral, después la central y luego la superior. Pero en este caso hubo una cuarta, la denominada Centauro, que permitió que las Voyager pasaran de una velocidad de once kilómetros por segundo a trece, lo que facilitó que salieran ‘escupidas’ de la órbita de la Tierra y que el Sol no se las tragara.

La hemos fabricado con madera, pvc, cartón y aluminio, materiales que han salido básicamente de la basura»

Su objetivo primario –estamos hablando de hace cincuenta años– era visitar Júpiter y Saturno. Tras volar por encima de la densa atmósfera de Titán, una de las lunas de Saturno, una de ellas, la I, salió catapultada a diecisiete kilómetros por segundo y la otra, la II, a quince. Una ya ha arribado sana y salva a la Heliopausa y la otra lo hará en los próximos años. En 2026 ocurrirá algo muy relevante. La Voyager I estará exactamente a un día luz de la Tierra.

Trabajando sobre el escenario del Teatro de Armilla.

Trabajando sobre el escenario del Teatro de Armilla.

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Porque la conexión nunca se ha perdido gracias a tres grandes antenas de setenta kilómetros de diámetro situadas en la Tierra: Robledo de Chavela (España), Camberra (Australia) y Goldstone (Estados Unidos). Las cámaras ya se apagaron y poco a poco lo está haciendo el resto de la instrumentación para prolongar la vida de las baterías. La energía se produce por generación termoeléctrica de radioisótopo. Es decir por la diferencia de temperatura que hay entre el interior de la Voyager, mil grados, y el exterior, bajo cero. La Voyager inició su singladura con 470 vatios y ahora ya va por 225. Cuando baje de los 220 técnicamente se apagará, pero continuará su viaje hasta el infinito.

Disco de oro de la Voyager.

Disco de oro de la Voyager.

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Esta es la preciosa historia de las Voyager de Cabo Cañaveral y la de Armilla. La de dos entusiastas de la astronomía llamados José Salvador y Antonio. Y la de una humanidad que sigue fabulando con la idea de que, en efecto, no estamos solos en el universo.

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