Ángel Mengíbar

Domingo, 19 de octubre 2025, 20:36

Tenía que llegar el día tarde o temprano, pero aún resulta extremadamente extraño encontrar a Pablo Pin en otro banquillo que no sea el del Covirán Granada. El técnico granadino regresó en las filas del Baskonia a su casa, un Palacio de Deportes entregado al que fuera entrenador principal de los rojinegros durante trece campañas y con un historial prácticamente inmaculado.

Cuatro ascensos en 409 partidos al frente, con dos permanencias en la élite y la pérdida de categoría, sin efecto y por tanto borrada de la memoria. Todo eso conllevó la ovación que el público granadino dedicó durante varios minutos en cuanto Pin salió a pista.

Rostro visiblemente emocionado y brazos al cielo para devolver tanto cariño de la ciudad que le vio nacer. No faltaron los abrazos con la gente del Frente Nazarí o con algunos jugadores que pasaron por sus manos. Un profeta en su tierra, más incluso tras su marcha. Los mejores recuerdos siempre permanecen en la retina.

Pablo Pin y la afición rojinegra, en acción durante el partido.

J. M. Baldomero

Imagen principal - Pablo Pin y la afición rojinegra, en acción durante el partido.

Imagen secundaria 1 - Pablo Pin y la afición rojinegra, en acción durante el partido.

Imagen secundaria 2 - Pablo Pin y la afición rojinegra, en acción durante el partido.

A ocho minutos del comienzo, el preparador acudió al centro de la cancha junto a Óscar Fernández-Arenas, presidente del Covirán, el mismo que le entregó las llaves de una nave recién fundada en la pasada década para hacer historia del baloncesto granadino. La complicidad entre ambos era absoluta tras arrancar juntos el proyecto del Fundación.

Leyenda

La labor de Pin quedó reconocida con una placa, así como con una camiseta conmemorativa. La entrega corrió a cargo de exjugadores del Covirán, que saludaron a su antiguo míster como el que se reencuentra con los viejos compañeros de promoción antes de la sorpresa final. El nombre de Pablo Pin luce desde el domingo en el ‘hall of fame’ rojinegro junto al de Pablo García, Jesús Fernández y David Iriarte, leyendas absolutas de la canasta granadina, con otra camiseta gigante en lo alto del Palacio. Casi nada.

Ya con el balón en movimiento, Pin ejerció su rol secundario asistiendo en la banda al italiano Paolo Galbiati, el encargado de tomar las decisiones y del que se llevó el último abrazo de la tarde después de un agónico final. Le tocó reír con la victoria, aunque su corazón siga siendo nazarí.

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