Cristóbal Fernández-Mijares
El ovetense Cristóbal Fernández-Mijares, exfumador dejó el tabaco en 2020, y aunque reconoce que «los dos primeros meses es fastidiado», ahora tiene claro que «es todo beneficios»
20 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.
Cristóbal Fernández-Mijares, ovetense de 48 años, dice que dejó de fumar por salud, dinero y amor. Como casi todos los fumadores, empezó en la adolescencia: cigarrillos sueltos entre semana, cajetilla compartida los fines de semana, y, cuando tenía 18, ya fumaba una cajetilla diaria. Con el tiempo empezó a estar descontento con su adicción, pero aun así siguió fumando. «Lo había intentado dejar varias veces yo solo, pero duraba un mes o dos como mucho».
A su hija nunca le gustó que su padre fumase. Cuando era una niña, le hacía a menudo la misma pregunta: «¿Cuándo vuelves a comer pipas?». Porque eso era lo que hacía cuando intentaba dejarlo por su cuenta. Esa es la parte del amor. Una de las razones para dejarlo fue, precisamente, su hija. Tampoco le faltaban motivos para pensar en su salud: tuvo muertes cercanas relacionadas con el tabaco, familiares por parte de madre que fallecieron de cáncer de pulmón. «Te vas asustando un poco», confiesa.
Trató de dejarlo varias veces por su cuenta pero no lo consiguió hasta que empezó con la Unidad de Tabaquismo de Oviedo
El punto de inflexión llegó en 2019. Al día siguiente de una fiesta en la que se había saturado de tabaco, se dio cuenta de que quería dejarlo de verdad. Casi todos sus hermanos (es el menor de doce) habían sido fumadores y lo habían dejado, y él quería seguir sus pasos. Entonces supo, por una noticia, de la existencia de la Unidad de Tabaquismo de Oviedo, y fue a su médico de cabecera para pedir una cita. Dejó de fumar el 12 de febrero de 2020, justo antes de la pandemia.
Empezó con las pastillas, fue reduciendo los cigarrillos y, finalmente, lo dejó. Para él, fue fundamental el apoyo psicológico de la Unidad, y especialmente el empuje que le dio Raquel García García, la enfermera especializada en tabaquismo que ayuda a la gente a salir de la adicción. «Raquel motiva mucho», sentencia. Cristóbal reconoce que no es un camino fácil, sobre todo al principio. «Los dos primeros meses son lo más fastidiado», asegura. No solo por la ansiedad y el hábito de fumar, tan enraizado en su día a día, sino también porque le ocurrió lo que tantos temen: engordó. Con todo, el beneficio posterior es tan grande que tiene clarísimo que merece la pena. «Al principio es complicado, pero llega un momento en que empiezas a controlar un poco, haces deporte, incorporas otras rutinas y cambias los hábitos para engañar al cerebro», subraya.
Entonces llega un momento en que el sufrimiento empieza a desvanecerse. «A partir de los dos o tres meses, cada semana que pasa te acuerdas menos», dice, si bien no está todo ganado. Recuerda que, cuando llevaba unos diez meses sin fumar, tuvo una muerte cercana y lo pasó «muy mal, pero no caí». Esa incomodidad en situaciones difíciles acaba también por desaparecer. «Ahora que llevo seis años no me acuerdo de ello; por ejemplo, tuve hace poco una lesión en el tobillo que en otra época me habría generado mucha ansiedad y ganas de fumar y, la verdad, no me acordé del tabaco para nada», relata.
«Noté desde los 10 o 15 primeros días que respiraba mucho mejor, y dejé de echar medio pulmón por las mañanas en la ducha»
Aunque es cierto que todos tienden a centrarse solo en la parte mala, en la ansiedad que provoca la abstinencia, lo cierto es que los beneficios llegan casi desde el principio: «Noté desde los diez o quince primeros días que respiraba mucho mejor y dejé de echar medio pulmón por las mañanas en la ducha; también noté mejoras en la piel, y no tuve ni un catarro en dos años, cuando antes tenía muchas bronquitis. Cuando fumaba, me ahogaba en cualquier carrera, y lo noté mucho. Además, los sabores y olores no tienen nada que ver».
Ahora tiene claro que dejarlo «es todo beneficios; la peor decisión que tomé en mi vida fue empezar a fumar, y la mejor, dejarlo. Es una idiotez, porque no ganas nada». Y además está el tercer pie de sus razones para dejarlo: el dinero. «Ese es otro cantar: yo sigo guardando todas las semanas los 50 euros que gastaba en tabaco». Es un ahorro considerable. Pero lo más importante es que ya no necesita fumar. «Ahora ya me veo liberado; no me acuerdo para nada de ello», concluye.
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