Este piso de 61 m² en París es el ejemplo perfecto de lo versátil que son los pisos pequeños y nos enseña, además, lo importante que es el uso del color en piezas concretas.

«Compré este piso de 61 m2 hace dos años y medio, en un edificio clásico de piedra de estilo haussmaniano», explica la arquitecta y diseñadora de interiores Juliette Rubel, especialista en la renovación de pisos pequeños. “Tenía muchas ganas de hacer una reforma en un edificio con estas características”, nos cuenta.

Así que el ejercicio comenzó con la reorganización del espacio, pasando de tres habitaciones a dos, dejando la cocina abierta al salón a través de una península, que recuerda a un bar para pasar los fines de semana entre amigos y familia. De esta forma, se maximiza el espacio de vida en relación con el tamaño de la vivienda. Una abertura en forma de arco de la antigua cocina inspiró a la arquitecta para crear la puerta del cuarto de baño o el pasillo de la entrada al salón, que se desdobla en un arco-nicho de espejo, que a su tiempo responde a las ventanas arqueadas del salón. «Es un estilo más bien contemporáneo que contrasta bien con las molduras, la chimenea y las cornisas del piso», explica Juliette.

El comedor se sitúa frente a la isla tipo bar de la cocina. Alrededor de una mesa diseñada a medida por Juliette Rubel, una silla de Bertoia, sillones de Kembo y un sillón vintage Tulip de Eero Saarinen. En la barra, una lámpara Brumbury de Luigi Massoni y en el banco empotrado a medida que recorre las ventanas frontales, una lámpara de Panthella. En la pared, una litografía de Wang Guangyi y, a la derecha, una escultura luminosa del artista Guy Bareff.

© Yvan MoreauTodo gira alrededor de la gran sala de estar

Juliette Rubel trabaja exclusivamente con materiales naturales: piedra en la cocina y el baño –cuarcita brasileña y mármol Calacatta–, utilizada tanto en el suelo como para revestir el mobiliario empotrados como el bar y la bañera, que acompaña con pintura all-over beige en las paredes, y espejos que reflejan la luz de las ventanas. «La idea es crear profundidad en este lado. Así parece que hay otra habitación que atraviesa», dice la arquitecta. El suelo de parqué en espiga se ha conservado, dándole tratamiento.

La cocina, que, vista desde el lado del comedor, tiene todos los códigos de la barra de un pequeño restaurante. “¡Esa era la idea! Con una marquesina de bar cuyo diseño es lineal aquí y que he cubierto de espejos para reflejar las molduras del techo. También es una forma de minimizar el peso de este elemento, que no es más que un módulo de almacenamiento para la cocina«, explica la propietaria y arquitecta. Una barra de bar para añadir ligereza, realizada en roble oscuro, al igual que las patas de la mesa diseñadas a medida por la arquitecta, las estanterías de la biblioteca y, sobre todo, el largo banco que recorre el bajo de las ventanas, que incorpora un almacenamiento muy necesario en un espacio reducido. Cabe destacar que el primer estante del mueble-bar está abierto, de modo que no sólo se pueden colocar objetos en él, sino que también se puede mirar por las tres ventanas al entrar y tener una mejor idea de la sensación de espacio de la habitación.