
El ministro de Cultura, Ernest Urtasun. / Diego Radamés
Querido ministro de Cultura, señor Ernest Urtasun, siento molestarle de nuevo, pero vuelvo a dirigirme a usted porque el sector del libro tiene problemas. Tal vez graves. Necesitamos que alguien reúna a todos los afectados y ponga así en marcha una discusión inevitable e imprescindible. ¿Por qué no toma usted la iniciativa? Confiando en que ya esté preparado el equipo ministerial que pondrá en marcha la introducción en España del control de tirada (artículo 72 de la ley de propiedad intelectual de 1987), le molesto de nuevo para sugerirle que prepare, además, la puesta en marcha de una mesa del sector editorial.
Una mesa en la que, con participación de todos los interesados, capital y trabajo (imagino que puedo hablar en esos términos a un ministro de izquierdas), se intente llegar a unos acuerdos que, en primer lugar, pongan freno a la loca espiral que parece estar llevando al sector entero al punto de no retorno. Y, a continuación, para que se solucione de una vez por todas la precariedad que afecta al colectivo de numerosísimos falsos autónomos que alimentan la máquina de la edición.
Mientras visito numerosas librerías en presentaciones de cierto libro, oigo una y otra vez la misma y sintomática historia. Dicen los libreros: «Nos llega un diluvio de novedades, a cientos, cada semana», «estamos devolviendo un 45% o más de los ejemplares que recibimos», «las mismas editoriales matan los libros que producen, porque solo hay sitio para los nuevos si devolvemos los que fueron nuevos hace un par de semanas».
La peligrosa avalancha de novedades se produce porque las cosas no van bien. Es un síntoma de apalancamiento del sector, como dirían en el sector financiero. Se lanzan tantas novedades para ocultar los efectos de la devolución en las cuentas de resultados. Un remedio peor que la enfermedad.
Mientras, los miles de precarios (falsos autónomos) de la edición ya no pueden pagar el alquiler con sus tarifas congeladas hace quince años. Asimismo, los verdaderos escritores ya no encuentran quién los publique. Los problemas se amontonan, nos iremos todos al garete, me confirma un alto directivo del sector a quien le conté mi hipótesis sobre la enfermedad y sus causas.
Convoque, señor ministro, a los editores, y no solo a los grandes sino también a los que ni siquiera pertenecen a los gremios pues no pueden pagar la cuota. Convoque, señor ministro, a los escritores, estén o no asociados. Convoque también a los invisibles de la edición: traductores, correctores, diseñadores, maquetistas, diseñadores gráficos… Y no se olvide de los agentes literarios, aunque tampoco estén oficialmente agrupados. Que estén también los libreros, sobre todo los independientes. Si falta alguien, la mesa fracasará.
Alguien tiene que ayudar a las grandes y medianas editoriales a acordar una reducción de novedades. Alguien tiene que ayudar a los «trabajadores por cuenta propia» a cobrar por encima del SMI. Usted puede convocarlos a todos. Hágalo, y no espere a que sea tarde.