El huevo es uno de los alimentos más versátiles, nutritivos y completos de nuestra dieta. Rico en proteínas de alto valor biológico, vitaminas y minerales, ha acompañado la alimentación humana desde tiempos inmemoriales. Lo encontramos en desayunos, comidas y postres, y … rara es la nevera en España que no tenga al menos media docena. Sin embargo, lo que muchos desconocen es que, a pesar de su aparente sencillez, su conservación requiere más atención de la que imaginamos. En los supermercados se exhiben en estanterías a temperatura ambiente, pero en cuanto cruzamos la puerta de casa los introducimos, casi por inercia, en la nevera. ¿Por qué ocurre esto?

La respuesta a este comportamiento tan extendido la ha dado María de los Ángeles García, más conocida como Boticaria García. A través de sus redes sociales, la farmacéutica y experta en nutrición ha explicado qué hay detrás de esta costumbre y ha señalado un error muy común que cometemos al guardar los huevos en la nevera.

La experta en nutrición aclara que el huevo, aunque parezca un alimento sencillo, es un pequeño milagro biológico. «Aquí hay entre 7.000 y 17.000 poros que pueden ser la puerta de entrada para bacterias como salmonela», explica. Esos diminutos poros permiten el intercambio de gases, pero también pueden facilitar la contaminación si se alteran las condiciones naturales del huevo.

Para evitarlo, la naturaleza ha diseñado una barrera protectora llamada cutícula que, tal y como señala la dietista, es «como un barniz antibacteriano que sella los poros, pero a la vez deja pasar gases. Deja pasar oxígeno, CO2, vapor de agua, pues aquí hay un embrión que tuviera que crecer, pero no deja pasar bichos». Una barrera esencial para la seguridad alimentaria, ya que actúa como un escudo natural frente a microorganismos patógenos.

Sin embargo, esta capa protectora es extremadamente sensible. En ese sentido, la farmacéutica advierte que «el problema es que la cutícula es sensible y si el huevo suda, es decir, si se forma condensación aquí, la cutícula se puede disolver y entonces las bacterias pueden colarse». De ahí la razón por la que en los supermercados los huevos se almacenan a temperatura ambiente: «Para que al salir a la calle no haya cambios bruscos. Si estuvieran en frío en la nevera del súper y luego los metes en el maletero del coche a 30 grados, los huevos sudarían y adiós cutícula». El objetivo, por tanto, es evitar esos cambios de temperatura que pueden generar condensación en la superficie del huevo.

El verdadero motivo para refrigerarlos en casa

Ahora bien, si en los supermercados no se refrigeran, ¿por qué en los hogares sí se recomienda hacerlo? «Porque en la cocina hay cambios constantes de temperatura. Tú cocinas, luego apagas, abres ventanas, cierras por la noche, en invierno hace un frío que te pela en la cocina y una condensación ahí en la encimera, en el huevecillo, podría cargarse la cutícula», explica la experta. Es decir, en el entorno doméstico las variaciones térmicas son inevitables y mantener los huevos en la nevera ayuda a conservarlos a una temperatura estable. «Los guardamos en la nevera porque allí su temperatura es constante y los vas a sacar justo antes de cocinar», señala la farmacéutica. De esta manera, se reduce el riesgo de que se produzca condensación y se alarga su vida útil.

El error que cometemos al meterlos en la nevera

No obstante, la divulgadora lanza una advertencia importante sobre un hábito muy común en la mayoría de los hogares: «Por cierto, el peor sitio para guardarlos es paradójicamente la puerta de la nevera. Cada vez que la abres, cambia la temperatura, más riesgo de sudor del huevecillo. Di no a las hueveras en la puerta de la nevera». Esta práctica, tan habitual como aparentemente inocente, puede resultar contraproducente. Las continuas aperturas y cierres del frigorífico provocan oscilaciones térmicas que favorecen la condensación, comprometiendo la protección natural del huevo.