«Siempre se ha dicho que lo clásico es aquello que no se puede hacer mejor», declara Eduardo Ruiz de Velasco. Es burgalés, novillero con caballos y a sus 22 años se ha clasificado para la final del Circuito de Novilladas de Castilla y León. Torea bien, bebe de la fuente del arte y confía en poder ganar este domingo en Herrera de Pisuerga. Tiene al maestro Uceda Leal a su lado y se considera un privilegiado por poder escuchar sus consejos. Se ha graduado este año en Ingeniería Biomédica pero no quiere saber nada de ello; solo piensa en torear.

Es paradójico que Burgos sea la cuna de tres toreros que persiguen los aromas clásicos del sur. Morenito de Aranda abre las puertas al buen gusto, al muletazo cuidado y al toreo con sabor. Jarocho está demostrando que tiene ese algo con el que se nace y no se puede aprender. Solo lo está perfeccionando. Y Eduardo Ruiz de Velasco anhela el arte de la despaciosidad siguiendo la estela de los más grandes. De hecho, la embestida más pausada que tienen los novillos que torea ahora después de haber dado el salto a los festejos con picadores, dice que le benefician mucho.

Como novillero sin caballos se habló mucho de él. Cortó una oreja en la Maestranza, se proclamó ganador del certamen Memorial Iván Fandiño y dejó importantes actuaciones en nuestra provincia en plazas como Huerta de Rey o Salas de los Infantes. El pasado sábado cortó dos orejas en la semifinal del Circuito de Novilladas que se celebró en Roa y, aparte de ratificar todas las virtudes que ensalzan los aficionados sobre él, logró una puerta grande que le lleva a una final donde esperan Julio Norte y Salvador Herrero.

En este Circuito es donde el pasado 29 de junio pudo debutar con caballos

Precisamente en este Circuito, organizado por la Fundación del Toro de Lidia, es donde Ruiz de Velasco ha podido debutar con caballos. Fue el pasado 29 de junio en Cantalpino (Salamanca). «Dar el salto a las novilladas picadas ha sido bonito e importante creo que el novillo picado me viene mejor, al final es otro ritmo y a mí ese ritmo es el que me gusta imprimirle a mi toreo; más pausado y de más reposo», declara el joven burgalés.

Burgalés de nacimiento. La historia de este novillero es de las que gustan a los escritores. Nació en Burgos -su familia por parte de madre es burgalesa-, pero de muy niño se fue a Madrid por cuestiones laborales de sus padres. Hasta este año ha estado estudiando en San Sebastián y desde que dio sus primeros lances en la ganadería de Ana Romero -con la que guarda una relación especial-, sus padres le han intentado alejar del toreo, llegando incluso a esconderle los trastos de torear. Sin poder quitarse la idea de ser torero de la cabeza ha estado estos años haciendo malabarismos para entrenar tanto en Santander como con la escuela taurina de Palencia y, cuando podía, se bajaba hasta Madrid a ponerse bajo la tutela de Uceda Leal.

«Significa mucho tener Uceda Leal a mi lado. Me considero un privilegiado y tengo una suerte tremenda de poder verlo y hablar de toros con él. Sentir que pueda aprender y que puedo coger esa forma de torear y ser torero me hace muy feliz», declara un Ruiz de Velasco que trata de imitar la forma que tiene el diestro madrileño de entrar a matar, dado que a él han sido varios los triunfos que se le han escapado por pinchar a sus oponentes y quiere mejorar ese aspecto.

Aunque si se le pregunta por cómo cree que está evolucionando su tauromaquia, él responde de forma positiva: «Poco a poco yo me voy viendo mejor delante de los animales, con más soltura y van saliendo cosas que hace tiempo no veía claras por la falta de rodaje y esa falta de oficio». Falta de oficio que de vez en cuando le cuesta sustos como los que libró en Roa después de ser prendido por su primer novillo de la tarde.

Sin embargo, cuando es capaz de templar a un animal esa falta de rodaje desaparece y deja sitio a un concepto que sale desde el corazón y es capaz de calar en los tendidos con una profundidad que augura cosas muy buenas.