A los 11 años, arrancó su carrera como modelo y actriz. A los 18, desde París, dio el salto internacional al convertirse en la imagen de Pepe Jeans. Y con 20, se mudó a Nueva York, ciudad entre la que, desde entonces, vive a caballo con su Barcelona natal. ¿Qué empujó a Vanesa Lorenzo transitar de la locura de ser una top model internacional a cultivar ese yo interior en busca de una calma en vías de extinción en la sociedad actual? «No fue un cambio repentino, sino un proceso natural. La vida en la moda me regaló experiencias únicas, pero también un ritmo frenético. Curiosamente, fue en Nueva York donde comenzó ese ritmo acelerado que marcó gran parte de mi carrera, pero también donde descubrí el yoga y empecé a interesarme por hábitos de bienestar que, en aquel momento, ya tenían mucha presencia en Estados Unidos, aunque en España aún no. Posteriormente, la maternidad y el paso del tiempo me llevaron después a cuestionarme qué me hace bien, qué me equilibra y qué legado quiero transmitir a mis hijas».
Aquel ritmo del que entonces sintió la necesidad de tomar distancia era, prosigue, «el propio de una vida nómada, de viajes y trabajo continuo; hoy, sin embargo, vivimos una inmediatez constante que impregna el día a día, incluso sin moverse de casa. Por eso, creo que cultivar la calma se ha vuelto más necesario que nunca«.
¿Qué supuso el yoga en ese tránsito hacia el reencuentro con ella misma? «El yoga fue mi puerta de entrada a una nueva forma de habitar el cuerpo. Pasó de ser un ejercicio físico a convertirse en una práctica de autoconocimiento. Descubrí el gran poder de la respiración y aprendí a conectar con mi cuerpo y con mi ser de una manera más holística, pero también muy práctica. A través del cuerpo entendí cómo me siento, cómo reacciono, cómo me relaciono con lo que me rodea. Esa conciencia que te da el yoga, dentro y fuera de la esterilla, tiene un valor enorme: no solo te transforma mientras practicas, sino que también impregna tu manera de vivir».
Para ella, ese bienestar que encarna es una forma de vida. «Bienestar es equilibrio. Es aprender a escuchar lo que uno necesita en cada momento. No creo en fórmulas rígidas, sino en una mirada integral: movimiento, descanso, alimentación real, conexión con la naturaleza y gestión emocional«.
Con el tiempo, relata, «he entendido que el bienestar también tiene que ver con la conciencia, con encontrar propósito en lo que hacemos y dignificar el tiempo. No se trata tanto de alcanzar un éxito profesional o personal, sino de vivir con presencia. Estar realmente en lo que haces, ya sea en una reunión o jugando con tus hijos, te permite actuar desde un lugar más reflexivo y hacer las cosas bien, desde el amor».
La ciudad ya no es para ella. «Yo era una persona muy urbana. Viví muchos años en Nueva York y disfrutaba muchísimo de todo lo que una gran ciudad puede ofrecer: su energía, su diversidad, su vida cultural. Sigo apreciando todo eso, pero hoy la ciudad, para mí, funciona en dosis concretas. Con el tiempo he sentido la necesidad de rodearme de naturaleza, de silencio, de espacio. La naturaleza es profundamente curativa; te regala perspectiva, te invita a reflexionar y a reconectar contigo. Al final, nosotros también somos naturaleza, y ese contacto nos recuerda quiénes somos y de dónde venimos. Incluso quienes viven en una urbe pueden beneficiarse de esa conexión: tocar tierra, respirar aire puro, pasear por un parque. No siempre es fácil, pero buscar ese vínculo, cada uno a su manera, creo que marca una gran diferencia en el bienestar».
La modelo confiesa que cada vez disfruta más «de los placeres sencillos, que para mí se están convirtiendo en auténticos lujos. Tiempo, calma, desconexión de las pantallas, conexión con las personas que quiero y con la naturaleza… Esos momentos son los que realmente me nutren y los que busco en mi día a día. Cuando estoy en la montaña, siento una gratitud inmensa por estar rodeada de naturaleza, por respirar un aire menos contaminado, por poder beber un agua buena. Son cosas muy vitales —en el sentido más literal— y, sin embargo, cada vez más escasas. ¡Qué pena que tengamos que hablar de lujo al referirnos a un alimento de calidad, a un aire limpio o a un agua pura!».
Frente al bombardeo de la sobre información y el ruido externo, Vanesa Lorenzo nos invita a mirarnos por dentro. «He aprendido a escuchar mucho más a mi cuerpo. Es curioso, porque cuanto más lo cuidas, más te guía él solo. Cuando era más joven podía abusar del azúcar o comer sin pensar demasiado y apenas lo notaba; hoy, con más conciencia, siento enseguida cómo me afecta lo que como o bebo. El cuerpo te marca el camino si sabes escucharlo. Y, aun así, sin rigideces. No se trata de imponer normas, sino de encontrar equilibrio. Me gusta disfrutar de la comida, hacerlo desde el placer y sin culpa. Si me apetece un dulce o una copa de vino, lo tomo con calma, sabiendo que mi cuerpo —si lo escucho— encontrará su punto justo».
Estamos cada vez más estresados, comemos peor y nos movemos menos… Pero, a la vez, se habla más que nunca de bienestar. ¿Qué está pasando? «El bienestar se ha convertido en tendencia y eso tiene una parte positiva y otra no tanto. Parece que estamos tomando conciencia, pero también lo estamos simplificando en exceso. El bienestar no es una meta ni una estética, sino un camino que requiere compromiso. En mi opinión, no se trata de acumular prácticas, sino de vivir con más conciencia. Vivimos rodeados de estímulos constantes, de ruido, de dispositivos que nos empujan a la inmediatez y nos alejan de esas pausas de reflexión y de calma que tanto necesitamos para reencontrar el equilibrio. Y creo que ese equilibrio solo puede ser propio: podemos inspirarnos o motivarnos con lo que vemos fuera, pero al final cada uno tiene que descubrir su propia fórmula, la que realmente encaje con su vida y su momento».
¿Hasta qué punto esta búsqueda del bienestar, al igual que el de la juventud ‘eterna’, se está convirtiendo en una fuente más de ansiedad en lugar de un aliciente? «Cuando el bienestar se convierte en exigencia, pierde su esencia. La búsqueda de la perfección solo nos aleja de lo que realmente importa, y te lo dice alguien que, con los años, está aprendiendo a soltar esa necesidad de hacerlo todo impecable. Sigo siendo una persona perfeccionista, sigo viendo en casi todo que podría estar mejor, pero también he aprendido a decir ‘basta’ y dejarlo estar, aunque sepa que podría afinarse más. Y en esa rendición hay, curiosamente, mucha paz».
¿Qué hace por la noche cuando ha tenido un mal día? «En un día de esos vuelvo a lo que sé que me hace bien. A un abrazo de alguien que quiero, mi familia, un amiga, a mis perros… Gestos sencillos que me reconectan. Luego tengo mis pequeñas rutinas o, más bien, acciones, que me ayudan mucho: unos minutos de meditación con respiraciones conscientes, y también me ayudo con mis aceites esenciales. Son gestos simples, pero, para mí, muy poderosos».
En busca de esa paz que no se resiste y fruto de toda esta experiencia vital, Vanesa Lorenzo ha puesto en marcha un nuevo proyecto: «OMA nace de una convicción profunda: el bienestar no se enseña, se acompaña. Surge de mi propio recorrido, pero se construye junto a un equipo de profesionales de la salud, el movimiento y el bienestar que comparten una misma mirada: rigurosa, sensible y estética».
En un mundo saturado de ruido y promesas rápidas, «OMA propone volver a lo esencial: cuidar el cuerpo, calmar la mente y nutrir el alma con conocimiento, práctica y presencia. Es un espacio que ofrece contenidos inspiracionales, informativos y útiles, que pueden integrarse en la vida cotidiana para cultivar un bienestar a largo plazo».
OMA, prosigue, «quiere acompañar a quienes desean vivir con más presencia y bienestar integral, cuidando cuerpo y mente para envejecer bien. No hay perfiles cerrados: caben tanto quienes dan sus primeros pasos en este camino como quienes ya integran prácticas de autocuidado. Lo importante son la curiosidad, las ganas y el deseo de conocerse mejor».
Proyecto vivo, que irá creciendo por fases, «OMA comienza en el entorno digital, con contenidos y prácticas que invitan a cuidar cuerpo y mente desde casa, y poco a poco se abrirá a experiencias presenciales y encuentros sensoriales. Más que una plataforma, OMA busca generar comunidad: un espacio donde sentirnos parte de algo mayor, compartiendo la misma intención de vivir con más equilibrio y presencia. Un lugar donde el bienestar se experimente, se comparta y se viva de verdad».