Hay una presencia que llenó la quinta edición del Festival de Literatura Expandida de Magaluf (FLEM) en 2025 desde la primera línea de su cartel. La de Siri Husvedt (Northfield, Estados Unidos, 1955). La escritora, ensayista y poeta estadounidense que compartió su vida durante 43 años con otro escritor inolvidable, Paul Auster. Una Siri que levantó el aplauso emocionado de Miquel Ferrer, copropietario y fundador de Rata Corner, librería en Palma que organiza este festival en cinco ediciones ya imperdible de la mano de Meliá Hotels International, a través de su marca INNSide, en concreto el INNSide by Meliá Calvia Beach de Magaluf, alrededor del que esta cita literaria se celebra. Siri había contestado al mail. Siri había dicho sí. Y Siri no solo llenó la edición de 2025 con su ponencia junto a Paula Bonet del viernes tarde, Siri llenó cada uno de los rincones del FLEM, como Bob Pop, presente en cada uno de los actos que se viven. Siri está en el desayuno, Siri está en las comidas, Siri está en los pasillos, Siri está en cada conversación. Es Siri. Y está allí, en Magaluf. Sola, independiente y mirando al mar cuando no le toca hablar o firmar. Siempre con esa sonrisa azul como el agua a los pies del INNSide by Meliá Calviá Beach. Que calma y arrulla. Como sus letras.
Porque Siri es una mujer de sonrisa cercana y franca, de ojos azules y figura nórdica, producto de sus raíces noruegas, que sonríe mucho y tiene la voz dulce, muy dulce, entremezclada con la de su traductora en la cita con AS, Emma Soler, exacta y tan dulce como la de la propia escritora. Las dos van mezclándose en una conversación que viaja desde el propio FLEM hasta los modos de escribir en su casa y su último libro, ese en el que ha revivido la voz de su marido, de Paul Auster, Ghost Stories, en el que mezcla cartas y recuerdos para completar las 35 páginas que éste dejó escritas a su nieto, Miles, justo antes de morir. Esas en las que le contaba a su versión madura cómo era su familia y el mundo en el que rodeaba. Ese cuyos avances peligran. Porque la historia no es progreso. Y cuando mira alrededor ve ya derechos en retroceso.
¿Qué supone para usted el FLEM, la llamada de este Festival de Literatura Expansiva de Magaluf?
Yo nunca había estado en Mallorca, así que para mí esta es una aventura. Pero entendí también que este festival literario forma parte de una transformación de ese municipio, y eso me parece muy emocionante y emotivo.
Su charla en el festival fue con Paula Bonet, autora valenciana con una mirada, como la suya, muy feminista.
Antes de ir descubrí que compartíamos lo que yo llamo solapamientos, es decir, cosas en común: en la pintura, en la escritura, en el feminismo. Me di cuenta de que era la interlocutora perfecta. Sylvia Plath, Goya… son también muy importantes para mí, como para ella. Y la yuxtaposición entre el arte visual y el texto. Son elementos que compartimos profundamente, aunque ella es claramente una artista visual y yo no.
¿Por qué Goya es importante para usted? ¿Cuándo lo descubrió?
(Suspira) A ver… Creo que descubrí a Goya cuando era una niña. Pero déjame pensar. He escrito tres ensayos sobre Goya, y me di cuenta de que él puede ilustrar, por ejemplo, los desastres de la guerra, pero también Los caprichos. Me fascinan los artistas que no puedo aprehender al cien por cien, aquellos en los que siempre queda algo por captar. Esa complejidad de la obra, ese poder de emocionarte con algo que no se acaba nunca, es lo que te mantiene ahí, mirando y preguntando: “¿Qué pasa aquí? ¿Por qué esta obra es tan potente?”. Paula me mostró un cuadro de Zurbarán que no conocía, una muestra que se hizo aquí en España con tres versiones de la misma pintura. Era el cadáver de un santo, pero pintado por Zurbarán como si estuviera vivo, de pie. Absolutamente fascinante. Descubrí con esto que tenemos una hermandad de intereses. Además, me dio un libro con una serie de imágenes relacionadas con el embarazo, una filosofía que me interesa muchísimo. Todavía es un campo de investigación pequeño, pero mi interés concreto, sobre el que he estado escribiendo y espero publicar pronto un libro, es el papel de la placenta. La placenta como órgano intermedio. No puede haber embarazo sin placenta, pero también como concepto filosófico: significa que cada ser humano está vinculado a una madre a través de un órgano generado por tejido embriónico y materno. Muy pocas personas han hablado de la placenta. Aristóteles lo hizo. Tiene un simbolismo muy fuerte sobre qué significa nacer, aunque es un tema bastante abstracto.

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Momento de la charla del FLEM 2025 entre Paula Bonet y Siri Husvedt.
Usted, en una entrevista hace años, decía sobre el primer mandato de Donald Trump: “La historia no es progreso, los derechos se pueden perder”. ¿Está volviendo a suceder?
Absolutamente. Está pasando, al cien por cien. El progreso es una idea del siglo XIX, no tan antigua. La idea de que mejoramos y mejoramos está vinculada a los avances tecnológicos, y en parte es verdad: se ve en la medicina, en ciertos aspectos de la tecnología que permiten mayor control sobre el mundo natural. Pero eso no significa, por ejemplo, que en el feminismo, una historia muy antigua, no haya momentos de retroceso.
¿Y este puede ser uno de esos momentos?
Sí, sí. Cosas que teníamos conseguidas pueden perderse. Y reconozco que la única manera de avanzar es mediante la acción colectiva.
Ohhhh.
Sí, sí. Es la única. Tiene que ser una unión de gente que no necesariamente esté de acuerdo en todo. Basta con que se unan contra lo que está sucediendo, aunque no coincidan en todo. Por ejemplo: la pérdida del derecho al aborto. El retroceso en lo que llamamos en Estados Unidos diversidad, equidad e inclusión, que ahora parecen palabras horrendas (ríe): “¡Oh, no!”. Es una locura. Hay un movimiento contra el pluralismo, y eso es lo que hay que recuperar. Para ello, es necesario unir a todas las personas que estén de acuerdo en eso, aunque no lo estén en todo lo demás.
¿Qué importante es dejar el legado de los pensamientos en los libros?
Totalmente. No sé quién sería yo si no viviera con las palabras de los muertos. Estoy completamente a favor de la lectura. Porque esas palabras, esas personas que habitan, todas esas voces… significa que interiorizas todo tipo de debates interesantes sobre la vida. Entonces (ríe), una persona te dice algo o habla con otra, y puede ser o filosófico o una feminista de los años setenta, pero están todos ahí. Y, aunque es una frase antigua, realmente, leer es una expansión de la conciencia.
“No sé quién sería yo si no viviera con las palabras de los muertos”
Siri Husvedt
Usted se levanta a escribir a las cinco de la mañana, he leído.
No, a las cinco y media (ríe).
¿Cómo es su proceso de escritura? ¿Y cuántas veces se encuentra con ese nudo en el que cuesta escribir?
Siempre. Cuando te sientas a trabajar, hay días buenos y días malos. Pero tengo un truco muy práctico, muy de pies en la tierra: cuando estoy bloqueada, me levanto y ando. El movimiento de los dedos y el de andar son motores, actos corporales. Simplemente levantarte, o en mi caso, mi estudio está cerca de donde tengo la lavadora, ir a doblar las toallas, hace que lo bloqueado se desbloquee con el movimiento. Hay algo muy antiguo en eso. Escribí un artículo académico, no muy accesible en internet, sobre el ritmo de la escritura. Hablando de Virginia Woolf, decía que empezaba a escribir en su mente mientras caminaba. Y hay una cita de Mandelstam, el autor ruso, que decía: “Cuántas sandalias debió gastar Dante escribiendo La Divina Comedia”. A mi marido, Paul Auster, le encantaba esa cita. Porque escribir tiene mucho que ver con andar, con deambular.
Hablaba ahora de su marido, de Paul. Leí una carta de agradecimiento que escribió tras su muerte, dando las gracias por tanto cariño recibido hacia él, hacia usted, hacia su familia.
Fue muy emotivo (su voz baja, se vuelve un velo). Porque hubo gente que no le conocía, pero le había leído, y sufrió su pérdida. Se sintieron tristes, y eso es un regalo para la familia, para mí y para Sophie. No todo el mundo tiene eso. Muchas veces, la gente simplemente desaparece.
Recuerdo en un libro suyo una imagen sobre la pérdida del padre, en la que hablaba de la ropa en el armario, de prendas que ya nunca más iban a habitar un cuerpo.
Sí, sí. Es un ritual de duelo. De las cosas. Con su padre, Paul… Su padre era un hombre al que realmente no conocía, y por tanto la fuerza de esos objetos, su potencia… En cierto modo, por la tragedia que se produjo, la abuela de Paul asesinó a su abuelo, ese secreto quedó escondido. Él lo reveló en ese libro donde aparece esta escena. El padre de Paul fue una persona traumatizada, y creo que para sobrevivir tuvo que pasar de puntillas por su existencia. Ese libro habla de cómo el hijo busca. Y la ropa, por tanto, es el fantasma del fantasma. Es un libro muy bello.
“Para mí es muy emotivo volver a escuchar la voz, la prosa de Paul (Auster) en Ghost Stories»
Siri Husvedt
Antes de fallecer, él estaba escribiendo un libro que era Cartas para Miles, su nieto.
Él quería hacer un libro pequeño, de cien o doscientas páginas, con cartas para su nieto, al que había conocido. Pero cuando Paul falleció, Miles solo tenía cuatro meses. Así que escribió esas cartas para ese niño ya crecido, contándole historias de la familia. Llegó a escribir 35 páginas. Cuando murió, empecé a escribir mi libro unos quince días después. Me di cuenta de que publicar solo esas 35 páginas inacabadas, como un pequeño panfleto, no iba a ser gran cosa. Pensé: “Voy a incorporar esas cartas en una memoria más amplia, a contextualizarlas, no a enmarcarlas”. Sabía que serían piezas separadas, mi texto y, en algún lugar, el suyo, pero mientras avanzaba pensé: “No, no…”. Porque yo también tenía cartas que escribí a Paul, y notas que él me escribió a mí. Están entretejidas, y así tienen más fuerza. Cuando llegas a su voz en esas cartas, es claramente su voz. Se produce un cambio, y para mí, como su esposa, es muy emotivo escucharle de nuevo. La plasticidad de su prosa, su ritmo… todo eso está ahí.
¿Tenían procesos similares al escribir en casa?
Muy buena pregunta. Paul fue cambiando con el tiempo. Si lees Ciudad de cristal o El palacio de la luna, ves cómo su prosa evoluciona. En los primeros libros, muy bonitos, la prosa se va aligerando con los años, se hace más elástica. Cuando llegas a 4 3 2 1, que es monumental, tiene algo casi tolstoiano. Es una máquina con engranajes que avanzan, pero en la música de la prosa se percibe ese cambio. En Baumgartner, su última novela, la estructura es muy compleja, pero se lee como si nadaras. Salta en el tiempo, va a la infancia, a los ancestros… Cuando la escribía, me decía (baja la voz hasta un susurro): “No tengo ni idea de lo que estoy haciendo”. Y yo: “Lee el capítulo que acabo de escribir, porque no tengo ni idea”. Nos leíamos en voz alta, y yo le hacía comentarios, a veces bastante drásticos: “Oye, vas perdido, por aquí no” (ríe). Pero en Baumgartner le dije: “No, sigue, sigue por ahí”. Porque no pasaba nada malo, no había errores. Cuando pienso lo complicado que es escribir, creo que solo se puede generar una estructura así a partir de una ensoñación, como si se hablara en sueños. Increíble.
Siri, qué importante es que las mujeres hablen de lo que les ocurre a las mujeres.
Es muy importante. Uno de los motivos por los que me interesa tanto el tema de la placenta no es porque todas las mujeres den a luz, no todas lo hacen ni deben hacerlo, sino porque todas las personas nacemos de un cuerpo, de otro cuerpo. Y eso ha sido tan ignorado en la historia de la filosofía occidental que es fundamental reconocerlo: salimos del cuerpo de otra persona. Y ¿qué significa esto? Que hay que hablar del drama de la maternidad, de la menstruación, de la fertilidad. Qué significan, cómo se han conformado dentro de la historia y cómo han herido y dañado a tantas mujeres de una forma muy profunda. Hay que hablar de ello (dice antes de despedirse con una sonrisa gigantesca, que llena toda la habitación, como sus letras las librerías).
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