Si el Tour es el objetivo, Pauline Ferrand-Prévot sabe cribar los otros frentes
Pauline Ferrand-Prévot ha vuelto a dejar claro que no todos los campeones viven para ganar cada fin de semana.
En un ciclismo que mide el valor en victorias y el compromiso en horas de vuelo por media Europa, la francesa prefiere otra cosa: elegir bien sus batallas.
Mientras otros se reparten el calendario para sumar trofeos, ella prefiere centrarse en una o dos citas al año.
No es falta de ambición —ya ha ganado París-Roubaix, el Tour de Francia Femmes y sueña con Strade Bianche o Flandes—, es una forma de protegerse.
“No me gusta competir por competir”, dice.
Le gusta prepararse, afinar cada detalle, construir su momento.
No quiere vivir en esa noria de carreras y aeropuertos que termina vaciando hasta al más fuerte.
Ferrand-Prévot, con 33 años, confiesa algo que pocos se atreven a decir: que la competición constante le agota mentalmente.
Que le gusta entrenar, sentirse sola en altura, notar cómo su cuerpo responde al plan.
Ganar, sí, pero ganar en sus términos.
En una época en la que parece que todos deben rendir siempre, ella decide marcar el ritmo, respirar y escoger el cuándo y el cómo.
Su equipo, Visma-Lease a Bike, lo entiende.
En casa saben que Jonas Vingegaard también rinde mejor con menos días de dorsal.
Pauline encontró allí la libertad que le faltó antes: la de no correr cada domingo, la de no justificar cada ausencia. “
Prefiero entrenar y llegar lista a mis objetivos”, dice. Y esos objetivos, limitados pero claros, la mantienen viva, la levantan cada mañana.
Después del Tour ganado, lloró. Días enteros. No sabía qué sentido darle a su carrera después de tocar el cielo.
Pero en ese vacío encontró algo más importante: la conciencia de que el triunfo también pesa, que el éxito no siempre libera.
Ahora mira hacia adelante con calma. Quiere repetir, sí, pero sin perder el control, sin dejar que la presión la devore.
Pauline Ferrand-Prévot no quiere ganarlo todo. Quiere disfrutar del camino.
Y en un ciclismo donde la exigencia no deja respirar, su forma de vivir la victoria es casi una rebelión silenciosa. Porque a veces, ser campeón también es saber cuándo parar.
Imagen: A.S.O./Pauline Ballet



