Santiago Picallo (Pontevedra, 1961) llegó al Club Cisne con once años, con una mochila llena de sueños dentro de la pista. Ese niño ilusionado, ahora jubilado, mantiene la misma emoción en la presidencia. 33 primaveras al frente de la entidad que rescató en las divisiones de barro y con esfuerzo y dedicación llevó hasta la élite del balonmano nacional.
—¿Cómo se encuentra el Cisne tanto en el aspecto deportivo como institucional?
Como todos los clubes de la ciudad, vivimos bastante al día. Dependemos en gran parte de subvenciones institucionales, lo que dificulta la planificación porque no sabes cuándo se convocarán, ni cuánto tardarán en resolverse. Esto complica mucho la gestión de tesorería. Afortunadamente, con el Concello estamos al día, y en breve saldrá la subvención correspondiente a la temporada pasada. En el ámbito publicitario, la situación no es buena en general. Llevamos cuatro años sin patrocinador principal, algo que normalmente resolvemos con el apoyo del colegio Los Sauces. Deportivamente, hemos apostado fuerte por los jugadores de cantera. Afrontamos la temporada con catorce jugadores y juveniles.
—¿Cómo evolucionó el club desde su llegada en 1992?.
Hemos pasado de cero a cien. Recibí el club en Segunda División Nacional y con una deuda que lo hacía casi inviable. Los primeros años fueron duros hasta equilibrar cuentas y empezar a trabajar en la cantera. Ocho años después ascendimos a Primera Nacional. Entre 2000 y 2014, nos estabilizamos hasta lograr el ascenso a División de Plata con una plantilla casi idéntica a la de la Nacional. En la 2019/2020 hicimos historia al ascender por primera vez a la Liga Asobal, tras una temporada excepcional interrumpida por la pandemia. Diecisiete jugadores gallegos, once de nuestra cantera.
—¿Qué objetivos tiene el club a corto, medio y largo plazo?.
A corto plazo, mantener la categoría y seguir trabajando la base. Este año, por primera vez, sacamos quince equipos, incluyendo cuatro femeninos. A medio plazo, queremos aumentar la masa social del club, implicar más a las familias y estabilizar económicamente el club, consiguiendo un patrocinador principal que nos dé respaldo.
—El equipo ha tenido un buen inicio. ¿Se puede pensar en algo más que la permanencia?
El año pasado fue la temporada más dura que hemos vivido. Esta también lo será. Estamos haciendo buenos partidos, pero la plantilla es corta. Cualquier contratiempo puede afectarnos mucho.
—¿Cómo se gestiona la cantera y el talento juvenil en un club que no está en Liga Asobal?
Mantener el talento es muy difícil. Por aquí han pasado jugadores que hoy están en la élite. Lo máximo que los podemos retener es durante su etapa universitaria. No tenemos capacidad económica para competir con clubes de mayor presupuesto. Gracias al colegio, podemos atraer talento gallego con potencial físico y técnico. La dirección deportiva de la base está en manos de Roi Gallego y Pablo Domínguez, que hacen un trabajo excelente.
—¿En qué le ayudaron sus años como jugador a la hora de afrontar la presidencia?
Ayuda a entender el deporte desde dentro. El balonmano ha cambiado mucho. En su día, la liga española rivalizaba con la alemana. Luego vino la crisis, que nos afectó especialmente. Hoy, la Asobal es la cuarta o quinta liga de Europa. Eso nos favoreció en parte, porque los clubes de cantera ganamos espacio cuando falta dinero, pero cuando vuelve el dinero, nos cuesta más mantenernos.
—Lleva 33 años en el cargo. ¿Hasta cuándo le veremos en el palco del pabellón?
Estoy jubilado y eso me permite dedicar más tiempo. Los presupuestos han crecido y los errores ahora cuestan más. Este año, por ejemplo, esperamos reducir deuda y todo es más caro -autobuses, hoteles…-. Cumplo 64 años. Es mucho tiempo y hay que ir pensando en un relevo. Tengo mandato hasta junio de 2026. Tengo que ver cómo estamos económicamente. Este año intentamos equilibrar cuentas. Si lo conseguimos, veremos. Pero también hay que ver si hay alguien que quiera tomar el relevo. Yo seguiré hasta 2026, luego ya se verá.
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