Miércoles, 22 de octubre 2025, 07:00
Ha perdido kilos dentro del enjuto y espigado cuerpo de un joven de 17 años, pero mantiene inalterable su sonrisa. Como si no hubiera pasado nada, cuando no es que vuelva de digerir la hiel del toreo sino que aún la mastica y sufre. Hoy mismo, cuando se cumple justo un mes del terrible cornalón que le propinó un novillo de Victoriano del Río en San Agustín del Guadalix (Madrid) regresa al Hospital Universitario Infanta Sofía de San Sebastián de los Reyes —donde fue operado, hospitalizado una decena de días y donde su corazón volvió a latir con fuerza— para que le quiten la sonda que le acompaña desde aquel sangriento 22 de septiembre. Tan lejos del drama de entonces y tan cerca de la angustia diaria de la recuperación que aún sigue. El pitón perforó la zona perianal con aviesas intenciones. La vejiga, el esfínter… dentro del drama hubo suerte. Y aún suspiran con alivio. El toro le frenó pero no minó un ápice su sueño con la gloria. Y menos la ilusión de la gente por él, que está en boca de todos como una firme esperanza. Ni en estos momentos de dolor que aún duran, aunque no lo muestre, un mes después, deja de transmitir esa felicidad, en sus palabras y en sus gestos. No entiende ni la pena ni la lástima, que jamás puede salir de los sentimientos de un torero. Esa educación taurina la transmite Julio Norte, que lo tiene claro. Entra en la redacción de LA GACETA como si no hubiera pasado nada, a los compañeros de trabajo les sorprende todo, lo joven que es, lo delgado que está, la naturalidad que desprende y que sea capaz de hacer lo que hace. Y así lo miran… y las miradas hablan. Es torero. Torero de su tiempo. Un joven atípico porque ha decidido hipotecar su juventud en busca de la gloria del toro. En la entrevista habla con fluidez, con naturalidad. Nada es impostado, ni fingido… eso se nota. Tampoco es normal para tan incipiente valor. Cosecha del 2008, que bien podría entretenerse y divertirse en los bares, en las salas de juegos, en los conciertos, pensar en las chicas… y, sin embargo, este adolescente tiene el toro metido en la cabeza para desenvolverse en un mundo de hombres. Es otra forma de entender la vida. Habla de toros con pasión, relata el trance amargo y crítico que vivió sin rencor e incluso con orgullo, y solo cuando le recuerdo los momentos de las curas, las revisiones y lo doloroso de los momentos de intimidad que nadie ve se pone serio. Es el peaje del toreo que asume con entereza y consciente. En sus sueños va implícita la vida, que se juega de manera literal cada tarde que se viste de luces. No le importa, pueden más sus sueños, que a la vez ya son los de mucha gente.
¿Cuándo fue consciente de la gravedad?
—Al día siguiente, cuando me subieron a planta de la UCI. Antes, sabía que llevaba la cornada pero no sabía la gravedad. Fue entonces cuando me pusieron en situación y fui consciente de todo.
¿Se lo cuentan o lo siente de verdad?
—Me lo cuentan. Yo siento un dolor inmenso, pero más allá de los dolores es entonces cuando me explican todo. Luego fue más de lo que creía. Pero siempre lo llevé bien, con actitud positiva y pensando me pondría bien cuanto antes.
No solo fue la cornada si no todo lo que la rodeó, el traslado urgente desde San Agustín a San Sebastián de los Reyes, la operación de madrugada, aquellas horas interminables…
—Sí, fue extraordinario por todo. Era mi primera cornada y fue tan fuerte que resultó una situación estresante, pero estas cosas te llenan también como torero porque pienso que esto te da un plus en la profesión de cara a la gente y a uno.
¿Era como lo imaginaba?
—Pensaba que iba a ser duro y es duro, muy duro. Más o menos me había hecho una idea, pero hasta que no lo sientes…
¿Merece la pena tanto sufrimiento?
— Sí, sí merece. ¡Claro que merece la pena! La temporada estaba saliendo muy bien, iba todo rodado. Era consciente de que en el sitio en el que me ponía, tarde o temprano iba a llegar. A lo mejor la magnitud podía haber sido menor… y mucho más. Doy gracias a Dios por estar bien dentro de todo y ya con la mente puesta en volver.
Y un trance así, ¿merma o anima más?
—Hay altibajos, lógicamente. Momentos en los que la cabeza piensa negativo y luego muchas veces en positivo. En mi caso hay muchas cuestas, pero más hacia arriba que hacia abajo. Eso es favorable porque me veo bien, fuerte físicamente y estoy deseando ponerme en el mismo sitio e incluso arriesgar más. Creo que siempre hay que dar un poquito más. Y esta cornada no merma, es más ayuda también a reforzar la mente.
Cuando llegan la hora de subir esas cuestas que habla, ¿en quién se apoya?
—En todo el mundo, los mensajes de ánimo de la afición han sido impresionantes. De las figuras, matadores de toros, compañeros, mi familia, amigos… Los mensajes y muestras de cariño me ayudan a venirme arriba y motivan.
La expectación, su nombre fue creciendo en cada tarde este año en el que se sucedieron los triunfos con regularidad, ¿notaba ya ese calor de la gente?
—Sí, una vez que estás toreando seguido y logras esa regularidad en la que intentas siempre dar un poco más que el día anterior, vas cogiendo ese oficio, sin dejarte ganar por nada ni por nadie, dando lo máximo de uno y siendo fiel a ti.
Salamanca le ha hecho suyo muy pronto; por todo lo que se habla en la calle, por el impacto que se vivió y notó cuando la cornada y sobre todo esa demostración en el festival de Aerscyl cuando se hermano le sacó al ruedo…
—Me impactó mucho sentir tanto cariño. Fue emocionante. Precioso. Motiva que la gente de Salamanca te espere, te quiera. Como torero es clave que vean y sepan que estás ahí. Estoy muy agradecido a la afición y ojalá que el año que viene nos podamos ver donde yo sueño, en La Glorieta. A lo mejor llega, o no; pero si llega ojalá le pueda agradecer tanto cariño con un triunfo que les haga tan felices como ellos me han hecho a mí.
Entiendo que esperaba haber estado este año, como lo esperaba la afición…
—Sí y no.
Explíqueme eso.
—Por una parte sí, porque había triunfado tres años seguidos la novillada del desenjaule. Y no, porque la empresa desde el primer momento no se hizo presente, no llamaron ni nada. Por eso ya me hice la idea de que no iba a estar.
Hablaba antes del calor de la gente, de los ganaderos, las figuras, de todos esos ánimos, de todos esos elogios que llegaron. ¿Eso ayuda o debilita?
—Ayuda. Porque notas que la gente está contigo y luego cuando esté recuperado, en mi caso que ya estoy casi recuperado, pienso en toda la gente que me ha escrito para intentar no defraudarles. Porque sé que confían en mí, eso ayuda.
Viendo la temporada y los triunfos casi diarios hay quien podría pensar que hasta el percance fue fácil…
—No es fácil, detrás de eso hay muchas horas de sacrificio, esfuerzo, mucha constancia y luego hay que tener la mente despejada y fría para saber los momentos en los que hay que dar un paso más y marcar las diferencias o si llega una curva, lejos de frenar pisar en el acelerador a tope.
¿En algún momento se arrepintió de la decisión que tomó de ser torero?
—No, con triunfo o sin él, aquí se viven sensaciones únicas que no las puedes cambiar por nada ni expresar casi, porque son de uno mismo y resultan inigualables. Voy en la furgoneta y veo a la gente tranquilamente paseando por la calle y digo qué necesidad tengo… pero luego llega el triunfo y no te cambias por nadie.
¿Cómo decide ser torero y cuándo?
—En la pandemia había momentos de no saber qué hacer. Con mi hermano Íñigo, al que saco 12 meses, teníamos unos capotes que nos regalaron por la comunión y empezamos a jugar. Mi padre apoderaba entonces al maestro Uceda e íbamos al campo, toreábamos de salón, por llamarlo de alguna manera. A mi hermano y a mí se nos ocurrió apuntarnos a la Escuela taurina y mis padres no querían bajo ningún concepto por lo que los dos hicimos una huelga de no hablar en casa hasta que nos firmaron el papelito para apuntarnos. Lo logramos bajo unas condiciones que nos puso mi padre desde el primer momento: seguir estudiando, tener una carrera y que desde la etapa sin caballos tenía que ser una cuesta arriba en la que no podía haber ni un parón. Creo que estoy acatando las órdenes.
O sea, se arrima por orden del jefe.
—Sí, el jefe es el que manda, yo soy el mandado. Es bonito recordar aquello y ver que estás en el camino correcto, espero no desviarme.
Con 17 años, miras para atrás, ¿cuál es el primer recuerdo taurino que tiene?
—Ver a mi padre torear en el campo.
¿Quiénes son sus referentes?
—Me gusta fijarme en todos, pero siguiendo mi concepto, los maestros Juli, Perera, Ojeda y también Roca Rey.
¿No va todo demasiado rápido?
—Sí, va rápido, pero creo que a lo mejor es por la evolución que a lo mejor tengo o algo que dice que tiene que ir así.
Si mira al futuro, ¿ve esa rapidez también o tiene que ir más despacio?
—No, veo también esa misma rapidez.
Entonces, ¿se ve ya pronto como matador de toros?
—Ojalá que sí. Yo pienso que a mediados de temporada que viene pueda ser.
¿Y eso no asusta?
—E ilusiona, porque ya quiero estar acartelado con las figuras, que son los sueños que tengo desde el principio. Y yo eso cada día lo veo más cerca.
Ahí la exigencia también se dispara…
—Eso me ayuda a crecerme y a venirme más arriba aún.
Si me habla de alternativa, antes de todo eso tendrá que pasar primero por las grandes plazas de novillero.
—Sí, ya tengo la mente puesta en Madrid, en Sevilla, si Dios quiere, también.
¿El mejor consejo que le dio su padre?
—Muchos, que me arrime que arreé, que arreé mucho. Lo tengo en la cabeza.
¿Y su apoderado López Chaves?
— Que sea yo mismo.
Y si junta los dos aparece Julio Norte…
—Exacto.
Y de la Escuela, que está ahí tan cerca, ¿qué recuerdos tiene?
—Ahí está la figura de José Ignacio Sánchez que ha sido clave y fundamental en mi vida. Le estaré eternamente agradecido por cómo apostó y creyó en mí siempre. Él y la Escuela son las que han creado a un torero que soy hoy, desde el minuto cero en el que no sabía torear.
¿Cuál es el momento más duro del día de toros, en el que peor lo pasa?
—Cuando voy de camino a la plaza, es el peor. Sí, sin duda, ahí.
¿Y dónde no se cambia por nadie?
—Cuando estoy entre los pitones.
Esperaba que me dijera cuando sale a hombros, cuando le aclaman, cuando le piden autógrafos, entrevistas, fotos… y va y me dice donde más quema todo y donde más miedo se debe pasar.
—Es donde más cuesta y donde pocos se ponen, ahí es donde estoy a gusto.
¿Ahí es donde encuentra la felicidad?
—Sí, ahí soy el más feliz.
¿Y ahí qué encuentra?
—Es difícil de explicar porque ves que has dominado a un animal, que es tan difícil llegar a ese sitio y eres capaz de ponerte ahí. Ahí todo el mundo te aclama. Es difícil de explicar y contar. Y los sentimientos muy íntimos, hay que vivirlos.
Todo eso que dice, esa sonrisa en la cara que no disimula, y me lo cuenta en plena recuperación de un cornalón, eso tiene que ser verdad, sí o sí.
—Es que es así, es la verdad. No miento.
¿Y volverá entonces a ponerse ahí?
—Si Dios quiere.
¿Da miedo volver?
—No. Me noto fresco, esto es un trance que ha querido Dios que sea así. Todo pasa por algo. Y en cuanto pase, volveré a ser el mismo, a mejorar cosas y a cruzar la línea. Estoy deseando estar en la cara del toro otra vez. No puedo decir otra cosa.
¿Y si vuelve a caer?
—Me volveré a levantar.
¿Cómo se imagina ese momento en el que vuelva a ponerse el traje de luces?
—Estaré contento por volver a enfundarme el traje de luces, por hacer lo que quiero, que torear e intentar expresarme para emocionar a la gente, que es lo más importante. Y disfrutar, ser yo mismo, y que todo el mundo hable de mí.
Su temporada 2025
21 novilladas. En el año de su debut con picadores toreó 21 novilladas y se quedó a solo cuatro de las 25 mínimas que hay que tener para poder tomar la alternativa. Las cumplirá con creces en la primera mitad de 2026. Debutó con picadores en Garlín el 13 de abril y desde entonces sumó otras cuatro en territorio francés, donde incluyó su primera tarde en una plaza de primera categoría como es Dax. En España el escenario más importante fue Almería donde salió a hombros dentro de una campaña de 16 puertas grandes. Ganó el Circuito de Novilleros de Castilla y León y arrasó en la feria de novilleros de Arganda del Rey con la inapelable conquista de la Vid de Oro. Fue la revelación novilleril del escalafón inferior de 2025.
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