El mural que inmortalizaba a Novak Djokovic en pleno gesto de celebración, con el puño alzado y la energía desbordante que le caracteriza, amaneció a comienzos de la semana cubierto de pintura negra en una céntrica calle de Belgrado.
El acto vandálico, perpetrado durante la madrugada del lunes al martes, es solo la última expresión de una tensión creciente entre el tenista más laureado de Serbia y un sector de la opinión pública alineado con el gobierno del presidente Aleksandar Vucic.
La obra, creada por el artista y activista Andrej Josifovski —más conocido como ‘El Pianista’—, representaba el característico movimiento de bombeo muscular que Djokovic realizó durante Wimbledon este año.

Acompañada de la inscripción «¡Pump, pump! ¿Por qué te detuviste?», la imagen no era solo un homenaje deportivo: se había convertido en un símbolo de apoyo a las protestas estudiantiles y ciudadanas que sacuden Serbia desde noviembre de 2024.
Aquel movimiento en la cancha fue interpretado por muchos como un gesto de solidaridad con quienes exigen justicia tras la tragedia de Novi Sad, donde el derrumbe de una marquesina en la estación de tren causó la muerte de dieciséis personas.
Desde entonces, las manifestaciones contra el gobierno no han cesado, y Djokovic se sumó públicamente a la causa en diciembre pasado con un mensaje en redes sociales: «Serbia tiene enorme potencial, y la juventud educada es su mayor fortaleza. Lo que todos necesitamos es comprensión y respeto. Con vosotros, Novak».
Ese respaldo le costó caro. Los medios afines al gobierno lo tacharon de «falso patriota» y «traidor», desatando una campaña mediática que ha afectado no solo su reputación pública en Serbia, sino también la tranquilidad de su familia.
Ante esta situación, el tenista de 38 años tomó una decisión inédita: trasladar a su esposa Jelena y a sus dos hijos, Stefan de diez años y Tara de ocho, a Atenas.
Según medios en Grecia, los niños ya están matriculados en el St. Lawrence College, una escuela británica privada situada en la capital griega, y la familia reside actualmente en los suburbios del sur de la ciudad.
Djokovic ha sido visto jugando tenis con su hijo en el club Kavouri Tennis Club y asistiendo a partidos de la Copa Davis junto a él, en una muestra de que la mudanza no sería meramente simbólica.
Cuando los medios griegos lo abordaron para preguntarle si el traslado era definitivo, el tenista esquivó la pregunta con cortesía: «No lo sé, no lo sé. Solo estoy disfrutando el tiempo con mi familia. Estaré aquí para el torneo».
Ese torneo al que se refiere es el Campeonato Helénico, un ATP 250 que tradicionalmente se celebraba en Belgrado bajo la organización de la familia Djokovic, pero que este año se ha mudado también a Atenas, previsto para noviembre.

El mural de Novak Djokovic en Belgrado, ya restaurado este miércoles
La reacción del artista Josifovski al vandalismo no se hizo esperar. En redes sociales escribió: «Podrían haber borrado solo las palabras ‘Pump, pump’, pero borrar la figura de Novak… eso significa que están dispuestos a borrar la historia para mantenerse en el poder».
Con ironía, añadió que la venganza llegaría «sin máscara, a plena luz del día, como lo hacemos nosotros».
Lo ocurrido refleja una fractura profunda en Serbia, donde incluso sus máximos referentes deportivos pueden acabar convertidos en objetivos políticos cuando su voz disuena del discurso oficial.
Para Djokovic, el precio de expresar solidaridad con su pueblo ha sido el destierro voluntario y la violencia simbólica contra su imagen. El mural vandalizado es, en definitiva, el retrato de un país dividido.