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https://www.archdaily.cl/cl/1035282/casa-san-francisco-jorge-garibay-arquitectos
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© Cesar Belio
Descripción enviada por el equipo del proyecto. La fundación de San Miguel de Allende—originalmente nombrada San Miguel el Grande—en el siglo XVI coincidió con la introducción del cultivo de la uva en México por parte de frailes franciscanos. La monumental tarea de evangelizar católicamente el país, emprendida por los misioneros, también provocó la aparición de un movimiento que influyó en la planificación y construcción de ciudades coloniales, particularmente en la arquitectura monástica y conventual.
En la vinicultura, el terroir se refiere al impacto que tanto los factores naturales—clima, suelo y altitud—como los factores humanos—métodos de cultivo—tienen sobre las características únicas de un vino, como su estructura, sabor y aroma. De manera similar, el estilo de construcción implementado para proporcionar refugio y espacios para la catequesis a los religiosos que cruzaban el Atlántico, que respondía a procedimientos psicosociales mediterráneos totalmente ajenos a la arquitectura pre-cortés, también fue impactado por su nuevo contexto. Así, la viticultura y la arquitectura importadas a México en el siglo XVI fueron sembradas en nuevas tierras para producir resultados diferentes y únicos.
La naturaleza circundante y el propósito de la propiedad como un lugar de descanso y relajación influyeron en un tercer aspecto del concepto de diseño para Casa San Francisco. El objetivo era crear un espacio para la contemplación que permitiera reflexionar sobre el orden natural del mundo y celebrar los procesos estacionales de crecimiento, cambio, decadencia y entropía.
Para lograr esto, los espacios de la casa fueron divididos en cinco volúmenes que se abren a diferentes áreas paisajísticas, ofreciendo vistas claras de los viñedos y del entorno natural circundante. Un corredor transversal que atraviesa los volúmenes guía la disposición de los espacios. El corredor se accede a través de una entrada con un techo de doble altura que sirve como un espacio de transición entre el exterior y el interior. El ala oeste contiene los espacios públicos de la casa: el comedor, la terraza, la cocina, la sala, el garaje y las áreas de servicio. Las cuatro habitaciones privadas están ubicadas al este.
Con el fin de transmitir, a través de la materialidad, el principio de la naturaleza atravesada por el tiempo y el estilo arquitectónico conventual llevado a un lenguaje contemporáneo, el objetivo era usar un mínimo de materiales para lograr resultados máximos. Para darle a la casa una forma y color sobrios, se utilizaron materiales nobles que perdurarían en el tiempo, y se revivieron métodos de construcción tradicionales. Los materiales predominantes elegidos fueron piedra de origen local de un sitio cercano; mármol mexicano sin pulir para los pisos; y pintura a base de cal aplicada a mano en un color que complementa el color natural de la piedra, resultando en monolitos monocromáticos.
En términos de diseño interior, se eligió mobiliario de roble por su simplicidad, y el diseño de la iluminación emula la temperatura de luz en los conventos del siglo XVI sin sacrificar los niveles de iluminancia. Esta combinación resultó en ambientes cálidos donde la luz natural también juega un papel importante.
El enfoque sin pretensiones de este proyecto se alinea con la idea de Luis Barragán de que «el tiempo también pinta» y la noción de que la belleza es imperfecta y emerge con el tiempo.





© Cesar Belio
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