
Muiña salió de su “retiro espiritual” gracias al equipo en silla de ruedas del ICB de A Coruña
Daniel Alexandre
En Ferrol sigue, y seguirá siendo, Muiña, el del Tirso, si bien este deportista reconvertido –”nunca es tarde, si yo pude hacerlo, todo el mundo puede”– a estudiante del grado superior de cocina en el CIFP Fragas do Eume de Pontedeume es ahora Iago. Sin etiquetas, sin apellidos, sin leyendas.
Ese niño que todas las tardes deseaba acabar el colegio para irse a casa de sus abuelos a Chanteiro, a Ares, donde ahora reside y donde ahora es feliz, rompiendo con dichos establecidos. “He vuelto”, sentencia este, para bien y para menos bien forjando su carácter, presente y futuro, exjugador de Asobal y de las selecciones nacionales de base. Referente de la disciplina en la comarca –junto con Alicia Fernández–, Iago, como siempre lo manifestó, regresa para ayudar.
No para sentar cátedra ni dar lecciones. Vuelve para echar una mano a una disciplina que “es mi pasión. Me lo ha dado todo” y para la que aportará su gran granito de arena en las filas de Balonmano Pontedeume. Ahora repartiendo su tiempo entre fogones y banquillo.
¿Cómo ha sido el regreso a casa?
Estoy estudiando y ahora tengo la constancia que no tuve como jugador –ríe–. Salir del mundo del balonmano me vino muy bien. Estaba muy quemado, haciendo las cosas ya sin ganas, por inercia. Soy un tío muy pasional y cuando ya había perdido la pasión, entonces… Sin eso no funciono bien. Estaba ahí desde los seis años. Y fue el momento de volver a mis orígenes, a donde siempre fui feliz, a esos veranos, a Ares.
Su regreso fue, en esta ocasión, a las cocinas, pero no a la pista ¿Qué le hizo volver ahora?
Los que me sacaron de mi retiro fue el equipo en silla de ruedas de A Coruña, al ICB. Me contactaron el año pasado y decidí empezar algo nuevo. Ahora no puedo por las clases y otra serie de compromisos, pero sigo hablando con ellos. Me sacaron de mi retiro espiritual y lo pasé muy bien. ¡Fueron terceros de España! Y este año van a por el campeonato y lo van a conseguir.
Quiero vivir esa sensación de que si me caigo al mar me van a comer los tiburones
Pasó de A Coruña a Pontedeume, ¿quizá por cercanía?
Sí, me veían todos los días y me decían si les echaba una mano. Pero todavía no estaba preparado, y se lo decía, dejadme tranquilo. Ya volveré. Y aquí estoy. Ahora creo que es el momento. Todo empezó en verano, con la escuela de chavales. Todo julio y agosto tres horas diarias con infantiles, alevines, todo… Y se ha visto todo el trabajo. No tengo un método infalible, pero sé cómo no se hace. Y técnica y deportivamente soy un friki. Mi cerebro es como si fuera un ordenador cuando está en la pista. En la cocina tengo que estudiar –ríe–, pero en un partido lo sé todo, quien ha fallado cinco. Además, veo el balonmano moderno y sé adonde va.
En su paso también por las filas del Narón en 2018 ya comentó que usted siempre iba a estar aquí para ayudar ¿Era el turno eumés ahora?
Y del Narón si quieren también. Y si necesitan gente de Abegondo, de Coruña, también. A nadie le voy a decir que no. No soy un ejemplo, pero creo que deportivamente sé cómo hacer. Ya no lo vivo, no estoy dentro, pero sí lo veo. Los partidos, cómo está funcionando el marketing, el merchandising, cómo fichan, hacia donde van las empresas, los convenios, cómo están ayudando. Y aquí no estamos. Nos hemos quedado en el pasado. .
¿Ve así la actual situación del balonmano en la comarca? ¿Anclada en tiempos anteriores?
Sí, aquí y en España también, en la Asobal. Aquí me estoy dando cuenta de que siguen pensando como cuando yo me fui hace 40 años. No me gusta nada. Quieren hacer cosas para las que no están preparados. Y esto es un aprendizaje, es formación. Y quizás yo no he sido nunca un ejemplo. He sido un salvaje, he hecho todo al revés. No vengo a dar lecciones, la ventaja que tengo es que sé como no hacerlo, porque lo he hecho todo mal. Se sigue pensando que lo que cuenta son los goles, ganar… Y hay que jugar al balonmano, aprender de qué va esto. No es como hacía yo, llego, hago diez goles y me doran la píldora. Esos jugadores ya no los quieren. Quieren jugadores que sean personas, ejemplos, dentro y fuera, Carolina Marín, Gasol, Nadal, Topuria… Esto es un deporte colectivo. Y aquí ya no hay nadie. He visto todo lo que hay. No hay ningún jugador que pueda ser Alicia –Fernández–.
La generación del Tirso de Alfonso, Jesús, Dani Santos, Agulló… se merece un homenaje
Sería muy fácil hablar así desde el sofá de su casa, pero está intentando cambiar las cosas, al menos aquí.
Hay gente que se mete en los clubes por intereses propios. Yo no gano nada, sólo vengo a ayudar, a colaborar. Y eso me lo dijo mi madre, que sería muy egoísta que me fuera de aquí sin haber ayudado. No me gusta lo que estoy viendo, no voy a entrar en discusiones con nadie. Yo vengo a hacer el trabajo con mi club. Pero por todo lo que he vivido, tenemos que salir del pasado. Ya no es el mismo balonmano, la misma sociedad. Hemos vivido años maravillosos, yo se lo agradezco todo el tiempo al Tirso, pero ya no podemos vivir de eso. El que menos habla de su pasado soy yo, y me lo sacan constantemente. Espero que mi hijo sea como tú, me dicen. Ojalá que no, les digo, que sea mejor. Que no haga ni la mitad de cosas que he hecho, ni los errores. Por eso estoy aquí, para que los chavales vean cómo va esto. Una hostia en el balonmano duelo, pero la vida te va a dar golpes más duros y largos. Creo que mi deber es ayudar. Y en Pontedeume me han dado las llaves del club para poder hacerlo.
Se aparta del Muiña para ser Iago y el pasado le, por así decirlo, chirría, pero el Tirso siempre le seguirá. Es consciente de ello, ¿no?
Sí. Lo que hicimos fue increíble entonces. Irrepetible. Tres veces campeones gallegos casi invictos. Lo veo y me pregunto ¿cuántos han llegado? Es un colegio perdido de la mano de Dios, pintándole la cara a Teucro, a Octavio… equipazos. Con Lamelas, Chisco, José y Carlos Piñeiro. No había herramientas. Nada. Y fuimos los mejores. Creo que esa generación se merece un homenaje, Alfonso, Jesús, Dani Santos, Agulló… Todos. Sin ellos yo no hubiera llegado a donde estoy hoy. Los focos estaban en mí pero ellos eran mis hermanos de espaldas. Esa gente se lo merece, nunca se les ha reconocido.
¿Un paso para que el balonmano vuelva a donde tiene que estar en la comarca son iniciativas como el “balonmán na rúa”?
Me parece una buena iniciativa. Ya lo disfruté porque hace unos tres años vine con un equipo de chavales de Cervás y quedamos subcampeones. Allí los chavales están menos con la maquinita y más en la calle y perdimos contra el mejor equipo. Bruno –López, presidente de la Federación Galega– es bueno, porque tiene una mentalidad empresarial. Pero muchas veces se piensa que se va a perder la esencia por tratarlo así y todo lo contrario. Lo que va a hacer es a los jugadores ponerle más herramientas y formarlos mejor. El deporte tiene que ser un canal que les ayude a crecer, saber valores y límites. A saber quiénes son y generar su personalidad. Y no hacerlo una maquinita. Eso te desconecta de la realidad.
¿Cómo está trabajando en Pontedeume en ese sentido?
Estamos entrenando como en Asobal. Los chicos ahora mismo están bloqueados, no están ni al 25 por ciento, porque no entienden nada. Están en un proceso de cambio. Es todo nuevo, es la toma de decisiones constante. Tienen automatismos y ellos no saben hasta dónde pueden llegar. Están trabajando y lo van a conseguir. El objetivo este año es que vuelen. Los límites los ponen ellos. Yo voy a estar ahí y la competición nos pondrá en nuestro sitio. En Primera debería de estar tanto Pontedeume como Narón.
Pero es complicado, no es una ciencia exacta. Ellos lo que tienen que hacer es el compromiso y la responsabiliad, y lo están cumpliendo. Llevamos dos meses, ya estamos al 50 por ciento. Físicamente lo están entendiendo todo. No somos profesionales, pero hay alguno que lo está pareciendo. Técnicamente es donde más insisto porque están verdes. No están acostumbrados a un tío como yo. No tengo filtro, no ando por detrás, soy transparente. Hay muchas cosas que corregir y evolucionar. Mi objetivo es que se den cuenta de que son un grupo y eso lo vea la base, los padres, los directivos… Hay que tener referentes reales, como el Granollers, el Bidasoa, el OAR más cerca, en Coruña. No hay que mirar al Barça.
En Pontedeume no saben hasta donde pueden llegar. Los límites los ponen ellos
¿Y su plan personal cuál es? ¿Se quedará esta campaña en Pontedeume?
Hay un plan a corto, medio y largo plazo. No puedo comprometerme más. Me he dado cuenta que como jugador, mi mejor rendimiento es un año. Con dos o tres mi rendimiento baja. Soy un tío que quizá no le gusta el compromiso a largo plazo. Hay que ser realista. Estos cinco años me han servido para darme cuenta y buscar quién soy. Cuando eres joven, jugador, piensas que lo sabes todo y no sabes ni quién eres. Ahora me he sentado en mi sofá y me he preguntado ¿quién cojones soy yo?. Ahora estoy tranquilo. La soledad me ha ayudado.
Antes necesitaba la aprobación de todo el mundo, estar con gente para evitar mis demonios. He vuelto al balonmano porque estoy preparado. En Pontedeume se están cambiando hábitos y roles. Voy a seguir hasta que sean autónomos. El plan a corto plazo está hasta diciembre. En enero sé que van a ser autónomos y no voy a tener que estar allí todos los días. Y con Deus hacemos un gran binomio, es un tío de mucha paz y cuando mis pulsaciones se ponen a 220 l ahí rebaja. Ha sido un buen descubrimiento y se lo agradezco. Vamos a trabajar muy bien.
Me imagino que encuentra puntos en común entre la cocina y el balonmano
Estudiar me ha enfocado. Al principio no creía que fuera a conseguirlo. Nunca había estudiado en mi vida, no me habían exigido nada. Me cuesta porque no soy buen estudiante, pero todo el mundo puede. En el balonmano es donde realmente soy feliz y las cocinas me gustan. Ahora tengo un plan B. Los profesores son geniales. Es un trabajo sacrificado, también se asemeja mucho al deporte.
Porque al final cuando estás con los servicios estás con la adrenalina a tope. Está la “mise en place”, como el calentamiento, el premio, la preparación y luego el servicio. Es una, dos horas, como un partido. Sin errores. También con las críticas de los aficionados. Si salió bien es como si hubieras ganado. Si es medio bien, pudiste ganar, empatar. Hablé de esto con Daniel –López, de O Camiño do Inglés– y me decía que sí, que es muy similar. Por eso me encuentro cómodo, la presión no me a asustar.
¿Dónde ve su futuro en la cocina?
Ahora mismo sólo me centro en acabar el curso y en las prácticas. Mi objetivo en realidad es irme a plataformas petrolíferas. Quiero desconectar, probar algo nuevo. Es algo que me llama la atención. Quiero tiempo y dinero y la hostelería es muy dura. No me gustan las cosas normales. Quiero vivir esa sensación de que si me caigo al mar me van a comer los tiburones. No me veo toda la vida en el mismo sitio.
¿No se ha planteado algo más profesional en el balonmano al otro lado?
Ahora estoy aquí. Y lo del balonmano no lo voy a hacer para conseguir yo el grado de élite. No quiero saber nada. No voy a ser buen entrenador. Creo que sí que lo soy de formación. Es ahí donde más feliz me hace, donde realmente sé que lo voy a sacar y mi trabajo va a dar sus frutos y otros los van a recoger. El balonmano profesional, para quien lo quiera. Me refiero a con gente ya profesional. Que ahora esto va bien, crecemos, nos metemos y me dicen, te voy a pagar. ¡Pues no voy a decir que no! Mi objetivo no es personal. Es algo más allá. Es que esto no muera. Es que vuelva. Aquí hay gente comprometida y todo lo que hacemos es por el bien de sus hijos.
¿Hace unos años se veía donde está ahora?
No me veía en ningún sitio. Era la inercia. Como ya había vivido esto toda la vida, así voy a seguir. Y no tenía sentido. Ahora no tengo la solución, vengo a dar ideas. Vas haciendo lo que crees conveniente y en lo que crees que puedes ayudar. Quiero dar una visión limpia. He tomado un descanso, he estado en mi casa, en mi playita, con mi familia, mis amigos. Desconectado al cien por cien. He analizado todo desde que salí de aquí. Le ha dado una vuelta a mi vida. Desde la primera concentración con la selección española. Lo he vuelto a ver todo, todos mis partidos, las publicaciones, todo lo que he dicho. A modo de autocrítica y porque al final esto va muy rápido. De repente estás jugando ante 4.000 personas. Y en todo este proceso te pierdes la niñez, te pierdes todo. Y la verdad es que bien, que ha servido para esto, para estar aquí ahora.
Iago se encuentra rescribiendo ahora la receta de su vida, acompañado en el Pontedeume por otros conocidos nombres como Juana Regueira –”la mejor local después de Alicia”, apunta el ahora técnico– o el meta Chenchi, para que tanto él como la comarca vuelvan a cogerle el gusto a esta disciplina que llevó y sigue llevando el nombre de la comarca por el mundo.