¿Un torero catalán? Parece imposible, con la Monumental de Barcelona cerrada hace catorce años. Pero siempre nacerá un niño que quiera ser torero en cualquier rincón de la piel del toro. Esa es la historia de Mario Vilau, un chico de dieciocho años … que no pudo ver toros en su plaza, ni creció en ambiente taurino, y se ha proclamado vencedor de la Liga Nacional de Novilladas, donde iba como ganador del circuito valenciano.

Esta temporada se ha comprobado la importante labor de las televisiones autonómicas retrasmitiendo festejos. Así pudo acercarse Mario a la tauromaquia, aunque primero conoció el toro en la calle: «Todos los veranos, desde que era pequeño, veraneo en un pueblo de Castellón, donde vive un tío mío, y hacen las fiestas patronales con toros en las calles, y fue donde se me metió en la sangre este mundo». Con curiosidad, quiso descubrir qué pasaba en la plaza, «gracias a la tele, me cautivó, y decidí ser torero».

Se obsesionó con la tauromaquia hasta el punto que «mis padres incluso me llevaron al psicólogo, porque estaba todo el día pensando en toros». Explica que no suele contar eso, pero «en el colegio hablaban con ellos, porque decían que cada trabajo lo hacía sobre toros, cada dibujo era un toro. ¡Hasta hacía jugar al toro a mis amigos!». Bonito también que los compañeros lo vieran con naturalidad: «Cuando les llegó la noticia de que estaba intentando ser torero, se interesaron. Incluso algunos amigos de mi infancia me acompañan ahora a las plazas».

Y ya no sólo es una labor fundamental que se acerquen a las plazas, sino que conozcan la tauromaquia desde la base, desde el campo: «Algunos han venido conmigo a una ganadería que hay aquí, y también se han aficionado. Es muy importante que lo conozcan, para que al menos puedan opinar con propiedad».

Pero de base, Mario estaba como sus amigos: no tenía a nadie cercano para nutrirse ni aprender. Ahí descubrió la Escuela Taurina de Cataluña, a la que define como «el rincón de los olvidados», donde «tenemos nuestro pequeño espacio para seguir soñando y hablando de lo que amamos». Además, dio la casualidad de que estaba cerca de su casa, les planteó a sus padres entrar. «De primeras me dijeron que no», cuenta el de Hospitalet, «que a dónde iba yo. Después pasó la pandemia, y ya les puse contra la espada y la pared, porque yo decía que me tenía que apuntar sí o sí».

En el primer momento, a sus padres «les costó mucho, porque veían que estaba mucho fuera de casa, con personas que no conocían. Además, ellos eran indiferentes a este mundo, no sabían nada». Entonces, le pidieron al menos que estudiara bachillerato, «por si acaso, que esperemos que no», comenta sonriendo. «Pero por si no funciona, que tenga una puerta abierta».

Aunque Mario tiene las ideas muy claras: «Yo voy a vivir de esto. Yo me dedico 100% al toro, y siento que no estoy a estar aquí para nada». Después de ver la ambición de su hijo, que no es una ventolera ni un capricho, sino su sueño, «ya sí me apoyan, siempre que pueden vienen a las plazas, y las tardes importantes han estado ahí».

Superadas todas estas adversidades, pudo torear por primera vez en 2022. Lo más curioso es que «tengo una anécdota con esto: yo toreé en Albacete y corté dos orejas antes de ver un festejo. La primera corrida que vi fue en la feria de Castellón, en marzo, y yo había toreado el 27 de febrero. Antes de haber presenciado un festejo, estaba toreando», cuenta entre risas. Si es que torero se nace…

Actualmente, su apoderado es el director de la escuela, su descubridor, con quien entrena «en un pequeño terreno que nos deja el Ayuntamiento de Hospitalet, y ahí es donde tenemos nuestro espacio. Por suerte, cada año se van apuntando chavales. Van y vienen, como en todas las escuelas, pero siempre rondan los ocho o nueve alumnos, que para ser de aquí es un triunfo grande, y además con corta edad, de ocho a diez años. Es muy bonito ver a niños que están ilusionados, y sobre todo que tienen tanta afición para intentarlo».

Vilau se ha convertido en un referente para los niños catalanes que quieren ser toreros, a los el novillero anima a soñar: «Cuando empezaba a torear en Barcelona, parecía que estábamos totalmente abandonados, no hay ninguna ayuda, nada a favor, todo es remar en contra. Pero cuando uno da motivos para crecer, las cosas salen solas. Quizá para un niño de Cataluña parece imposible, pero poco a poco, con mucho trabajo, con mucho esfuerzo, las cosas van saliendo», llegando a convertirse el novillero en uno de los nombres más destacados de esta temporada.

Tras proclamarse triunfador en Sanlúcar, mostró una bandera catalana, con una inscripción que decía: ‘Llibertat per a la nostra cultura‘. «Hasta allí llegaron aficionados catalanes a apoyarme. Era el lugar, el sitio y el momento adecuados para reivindicarnos, para demostrar que todavía no estamos muertos, y que ahora mismo estamos más vivos que nunca». Un aficionado que siempre le acompaña se llevó una bandera para ondearla, y «decidí hacerlo yo mismo, en el medio del ruedo, con toda la gente y las televisiones. Sabía que daría que hablar, que es lo que más molesta aquí: que se hable del mundo de los toros como algo catalán». Era el momento de hacerlo, «para que vieran que un día que casi no había toros, porque ya había acabado la temporada, hay un catalán que está dando guerra».

Vilau, con la bandera que lleva inscrito: 'Llibertat per a la nostra cultura'

Vilau, con la bandera que lleva inscrito: ‘Llibertat per a la nostra cultura’

LNN

Y qué bonito sería que pudiera torear en su tierra, en su plaza, en la Feria de la Merced: «Es un sueño que tengo todos los días. Actualmente es muy complicado, ojalá algún día se pueda reabrir».

Comenta orgulloso que «ya está empezando a sonar el teléfono», a la espera de torear el año que viene en «las grandes plazas como Madrid, Sevilla, Valencia, y participar en los certamen de novilladas, como Villaseca, Arnedo, Arganda… que no he tenido la oportunidad de estar este año -ya que planteó la temporada como de rodaje-, y ganarlos». Aunque todavía «estoy en una nube por lo del domingo», sabe que queda mucho por delante, que esto es sólo el principio de un sueño que ya no se puede parar. Porque Mario Vilau nos ha recordado que la Cataluña taurina late, resiste y sueña, y que él es su mejor bandera.