Isabel Preysler, en la presentación de su autobiografía José Oliva | EUROPAPRESS
La socialité dedica un capítulo entero de sus memorias a los problemas de su tabique nasal, en la que tuvo nueve operaciones: «Tengo la nariz tan destrozada y estoy tan cansada de médicos y operaciones que ya me da igual todo»
23 oct 2025 . Actualizado a las 19:09 h.
Isabel Preysler ha decidido no callarse nada en su primera autobiografía, Mi verdadera historia, publicada por Espasa este miércoles. La socialité hace un repaso largo e intenso a su vida desde su punto de vista. Por su familia, su infancia, los hombres con los que compartió su vida, sus rutinas,… Y, entre todos estos aspectos, también dedica un capítulo entero, el décimo, a un aspecto de su físico que la ha atormentado desde que era joven: su nariz. Un episodio, titulado con un contundente Harta de mi nariz, en el que revela las nueve operaciones a las que se sometió, desde la primera, en Manila, a la última, hace solo dos años.
El vía crucis nasal, según confiesa en su capítulo, llegó cuando todavía vivía en Filipinas. «Tuve desde pequeña un problema en el tabique que no me dejaba respirar bien», escribe en sus memorias. Un hándicap que su madre le hacía ver, y que, cuando la operaron de las amígdalas, allá por los años 70 en Manila, hizo que el cirujano aprovechase la ocasión para hacerle una limpieza del cartílago. «Fue un error», reconoce ahora. Desde esa, no tuvo nunca una solución efectiva ni definitiva para Preysler a pesar de que hubo ocho intervenciones más a lo largo de su vida.
Volvió a operarse en Madrid para intentar arreglar el desaguisado, pero la cosa tampoco acabó bien. En buena medida, porque la reconstrucción tenía que ser de memoria, «intentando acordarse de cómo era». Fue ahí cuando llegó un momento de pánico. «Cuando se desmoronó la nariz entera, y todos quisieron salir corriendo de allí, porque no sabían qué hacer», rememora sobre ese nuevo momento crítico dentro de su odisea para arreglar el problema. «Intentaron recordarme y me sacaron todo el cartílago que pudieron de mis orejas para reconstruírmela», explica.
En Nueva York se sometió a una nueva operación, de la que tampoco salió contenta al 100 %. «El doctor me dejó una nariz frágil, pero de cristal», indica en el libro. Una endeblez en su tabique incapaz de soportar un cabezazo que recibe años después. Es por eso por lo que vuelve a pasar por quirófano una vez más. En esta ocasión, utilizan hueso de su costilla para reconstruírsela, y, sin saberlo ella, le ponen unos tornillos para afianzar la nueva estructura ósea de su nariz.
Preysler lo desconocía, pero notó, al tocarse la nariz, que había un bulto extraño con el que no contaba. Lo consultó con otros especialistas y le dijeron que, efectivamente, le habían introducido tres tornillos en su última intervención. La socialité puso el grito en el cielo, y quitar esos tornillos se convirtió en una obsesión. Era todo un reto, que aceptaron tres cirujanos de Madrid. Le asignaron una cita para ello. «En la radiografía previa a la intervención vieron que tenía dos tornillos en la nariz y un tercero que se me cayó al sonarme en casa días antes de pasar por quirófano», recuerda en este inesperado capítulo de sus memorias. «Me asusté al ver el tamaño del tornillo y fui a ver al doctor, que me tranquilizó».
La operación fue un éxito a la hora de extraerle los que todavía quedaban dentro. «Encontraron fácilmente el primero, pero les costó mucho quitarme el segundo, aunque no desistieron hasta lograrlo», narra.
Los problemas de su nariz no terminaron ahí. Su último episodio vino hace poco. «El verano pasado, en plena pelea de almohadas con mis nietos, me volví a dar un golpe», cuenta sobre lo que le hizo volver a requerir ayuda de los especialistas. Pero asegura que ese tipo de episodios no le van a impedir seguir teniendo una relación natural con sus nietos. «Tengo la nariz tan destrozada y estoy tan cansada de médicos y operaciones que ya me da igual todo. Lo que no quiero perderme es achuchar y jugar con mis nietos pequeños, aunque luego, a veces y sin querer, tenga que sufrir las consecuencias», defiende.
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