El pajarito que asoma en la portada de ‘Mundo libresco’, último libro escrito y publicado por el editor Javier Castro Flórez (1966) en Newcastle Ediciones, … una editoral «pequeñita» [«con poco estamos felices; somos como un gato en un mundo de tigres»] que gestiona desde su piso de Corvera (Murcia), no es una licencia de la diseñadora gráfica de la portada, Cristina Morano. «Hace unos meses», contaba Castro Flórez en sus redes en abril, «estábamos de bajona ya que pensábamos que había que cerrar Newcastle. El último libro sería ‘Mundo libresco’ y Cristina diseñó un pájaro herido que sangraba sobre un libro. Como al final sobrevivimos a las bajas ventas el pájaro se curó en la nueva portada».
Ese pájaro es más bien una compañía permanente, exquisita y satisfactoria en la vida de Castro Flórez, que en la pasada Feria del Libro de Murcia animó la vida de los paseantes en Alfonso X. Quien transitó por su caseta, en la esquina del Museo Arqueológico, junto al paso de peatones de Jaime I, pudo escuchar una colección de entusiásticos trinos de distintas especies. Muchos creyeron que eran pájaros en las ramas de los árboles, pero en realidad eran gorjeos grabados y salían de unos discretos altavoces. Una llamada de atención a sus libros. Castro Flórez ha editado en el último año siete libros, incluido su ‘Mundo libresco’: ‘Lo endógeno’, de Marina Garmendia; ‘Siete vidas’, de Nieves Álvarez; ‘En torno al sol’ y ‘El viaje de las bibliotecas’, de Antonio Moreno; ‘Anotaciones a lápiz’, de Emilio Gavilanes, y ‘El reloj de las horas muertas’, de José Mateos. Listo para imprenta está el último libro de Antonio Rivero Taravillo, «un escritor y también una persona extraordinaria», fallecido a mediados de septiembre. «Ninguno de ellos son grandes firmadores», asume, pero a él le encantan, y es feliz con editarlos. En su colección de clásicos, recuperará pronto uno de los primeros libros de Manuel Moyano, ‘Galería de apátridas’, de hace 25 años y muy en la línea de ‘Dietario mágico’. «Es que, joder, Moyano es tan bueno», dice con los ojos empapados y «un mix de pájaros-chicharra» de fondo. Llora con facilidad cuando lee algo de calidad con su Twingo aparcado en doble fila.
–Usted no publica por amistad. Es un criterio cada vez más detectable. Pero no en Newcastle.
–Yo publico un libro sólo si me gusta. Respeto mucho a mis colegas, y entiendo que los que viven de esto tengan que publicar mierdas que piensan que pueden venderse bien, tienen que ir equilibrando y pensar en ‘business’. Pero yo, que publico el primer libro de María Garmendia, sobre la muerte de su madre, quizás a la gente le da repelús, pero a mí me encantan los libros de memorias. A mí me interesan, desde luego, aunque luego no se vendan.
ACEPTACIÓN
«Como soy muy buen lector me doy cuenta de que soy mal escritor»
–Con los años, ¿cómo ha evolucionado su criterio como editor?
–Sigo siendo un recalcitrante. El primer libro que edité es uno de Cristina Morano, y el segundo de un autor de Galicia, Hilario J. Rodríguez. Cuando empecé sabía que no quería hacer algo local. Hasta ahora he editado 45 libros, de los cuales hay siete u ocho de la Región de Murcia. Luego eso se paga. Yo he debido ser de toda la Feria del Libro de Murcia el editor que menos haya vendido. Vender en un día 130 euros es una cantidad miserable. Es así. Yo como editor he perdido pasta.
–Vivir en Corvera es…
–¡Maravilloso! Soy ambicioso. Yo tuve una galería de arte en Extremadura, la comunidad más pobre de España. Y al segundo año ya estaba en ARCO y con artistas alucinantes. Si te ubicas en cultura, por qué no soñar si tienes criterio y eres luchador. Yo como editor soy superambicioso, porque creo que ‘El viaje de las bibliotecas’ de Antonio Moreno es uno de los mejores libros que se publicó en España este año. Gavilanes es otro autor brutal de mi catálogo.
–En ‘Mundo libresco’ nos dice que lee entre luces, «la de la tarde que se acaba, la de los viejos libros dorados como ruinas, la de la lámpara precisa, casi de laboratorio, y la del móvil, parpadeante y con un zumbido casi de mosca que quiere escapar de la habitación cabeceando contra un cristal. Y luego está la luz de dentro». ¿Se tiene más por buen escritor o por buen lector?
–Como soy muy buen lector me doy cuenta de que soy mal escritor. No soy un buen escritor. Pero sí soy un entusiasta de lo que hago. Sé que mis libros no son buenos, pero a muchos amigos escritores les gusta el entusiasmo. Mis libros transmiten alegría al lector, y me lo paso bien con ellos. En ‘Lo que lee un editor’ también fue así. Son libros que parten siempre de lo autobiográfico. Yo diría que mis libros son propagandísticos, porque propago el amor por los libros. Siempre hablo de otros libros. Todo es un canto a la lectura, en realidad.
CAMBIO DE TERCIO
«Me pareció bonito hacer libros en vez de vender arte para ricos, que suelen ser gilipollas y estar llenos de ego»
–¿Qué ambiciones tiene?
–Parezco millonario en mis redes sociales porque la gente ve que compro libros de primeras ediciones, que me cuestan 2 euros, en realidad. Parezco un fenómeno. Pero yo no ambiciono coches, sino disfrutar con los libros. Tengo un Twingo, ya me dirás. En mi vida privada, como Walden en su cabaña, me he hecho una especie de cabaña mental viviendo en Corvera rodeado de pájaros. No soy un hombre de la pomada cultural de Murcia porque me he ido de la ciudad para disfrutar más todas estas cosas.
–Antes era mucho más respondón. ¿Qué le está sucediendo?
–Antes era muy crítico con la política cultural de Murcia, pero he llegado a un nivel casi de karma. Yo ya no opino de ExLibris, ni de la Feria del Libro de Murcia ni de muchas cosas. Yo trabajo en la biblioteca del Cendeac, un proyecto que lleva 20 años y que se salva por el prestigio que tiene.
–¿Cómo llegó hasta la edición?
–Yo hacía catálogos para la galería, y trabajábamos en Cáceres y Lisboa. Hice un catálogo para un artista portugués, Pedro Calapez, de 600 páginas sobre textos escritos sobre él. Era un tocho. Y siempre me interesaron los libros. La experiencia de mi primera mujer, a la que le detectaron un cáncer y le dijeron que le quedaban seis meses de vida, me hizo pensar que leer y los libros son una especie de magia porque estas cosas permanecen. Me pareció bonito hacer libros en vez de vender arte para ricos, que suelen ser gilipollas y llenos de ego.
–Hay demasiado canalla, pero usted ya no pierde el tiempo…
–Estoy leyendo ‘Personaje secundario’, de Enrique Murillo, sobre la oscura trastienda de la edición, que es un ajuste de cuentas. Pero en mi libro yo me he dado cuenta de que no pierdo el tiempo con las cosas que me cabrean. Las cosas que no te gustan son muy vampíricas. Yo he tenido muchas agarradas con Nacho de T20 y con el otro… Pero me di cuenta de que no ganaba nada. Me centro en mis libros y soy feliz. Pienso que la crítica, aunque sea constructiva, no cambia nada. Mi mejor aportación a Murcia son los libros que edito.