Contra la desinformación: bibliotecas. Ese es el lema bajo el que se celebra este año el Día de las Bibliotecas. En esta misma línea … se ha creado en el seno del Consejo de Cooperación Bibliotecaria el grupo de trabajo ‘Libre acceso a la información y contra la censura en bibliotecas’. Se trata de impulsar las bibliotecas como un reducto de la información veraz, la libertad de expresión y la diversidad cultural frente a las arremetidas de los fanatismos de toda laya.

Las obras de arte, especialmente las literarias, han sido siempre objeto de la ira sectaria. Una de las funciones primordiales de la literatura es la de alumbrar las penumbras del alma humana, asomarse a los rincones más inhóspitos y mugrientos del espíritu. No hay novela que valga la pena que no resulte por momentos obscena e indecente. Y esas han sido las dos razones más repetidas para vetar tantos libros a lo largo y ancho del planeta.

‘Los versos satánicos’ de Salman Rushdie y la ‘Lolita’ de Nabokov están muy arriba en el ranking de obras proscritas. Impactantes son las imágenes de aquella noche de mayo de 1933 en que los nazis hicieron arder en Berlín miles de libros por parecerles antialemanes. ‘El doctor Zhivago’, una de las pocas novelas de la época de la Unión Soviética que recuerda el gran público, fue censurada por ser demasiado individualista, poco bolchevique. En muchas universidades americanas se evitan las obras de Philip Roth porque desprenden, parece, aroma misógino. Un colectivo de artistas arrojó papel higiénico a la casa de Goethe en Weimar con un argumento similar. ‘Cien años de soledad’ y ‘El amor en los tiempos del cólera’, cumbres de la literatura hispanoamericana, han sido retiradas de diversas bibliotecas escolares de Florida.

Si uno lee con un poco de atención, es más fácil encontrar argumentos para la prohibición de cualquier libro que para la libre circulación. Seguro que ‘El principito’ o ‘Platero y yo’ tienen una interpretación que los convierte en lecturas inconvenientes. ‘Alicia en el país de las maravillas’ fue vetada en China por el mal ejemplo que se daba a los niños al presentar a animales que hablan.

El gran centro cultural de la Antigüedad, la Biblioteca de Alejandría, desapareció por razones desconocidas: el fuego o el tiempo o la desidia. O tal vez el furor censor de algún grupo agraviado. En todo caso, una pérdida, esa sí, obscena e indecente.