Roberto Carretero (Madrid, 1975) es quizás una de las voces más célebres del tenis televisivo desde hace 18 años. El peso de sus comentarios en la cabina de Movistar +, sin embargo, viene derivado del que tuvo en la pista cuando era jugador. Compartió época con Carlos Moyá, Álex Corretja, Albert Costa o Juan Carlos Ferrero, pero tras ganar el Masters de Hamburgo se retiró de forma prematura por un cúmulo de lesiones que pudieron con él en una época difícil. Ahora, recoge en ‘El tenis desde dentro’ (Ed. Magazzini Salani) sus reflexiones de aquella etapa.

Cuenta en el libro que empezó en el tenis ‘por casualidad’. ¿Cómo fue?

Digo que fue por casualidad aunque también es un poco causalidad porque mi padre era aficionado al tenis. Sin que jamás nos pusieran una raqueta en la mano, terminó ocurriendo. Fue un poco por casualidad porque no fue ni siquiera en una pista de tenis, sino en un camping en Jaca durante un verano en el que unos amigos montaban una pista de tenis en un prado y allí me animé. Se me dio bien. 

¿Desde el primer día?

Yo aprendo mucho viendo, y había acompañado a mis padres al club de tenis muchas veces. La primera vez que cogí la raqueta yo ya había visto cómo tenía que hacerlo y me salió natural. La cara de asombro de mis padres al verme jugar me hizo coger el deporte con más ganas. 

Habla de su ‘carácter inadaptado’ en el libro. ¿Le costó recibir órdenes de sus entrenadores?

Soy un poco inadaptado para las cosas que me gustan menos, como estudiar, pero el deporte jamás me supuso un esfuerzo. Era un chico movido y rebelde y lo que me costaba era estar sentado, el tenis era lo que me gustaba y cuánto más, mejor. Más adelante, de profesional, ya fue otra cosa. 

El salto a profesional usted lo dio al mudarse a Barcelona. ¿Cómo fue ese momento?

A priori uno es profesional cuando gana dinero o entra en las listas ATP, pero en realidad uno es profesional cuando quiere que su vida sea eso. En mi caso, empecé a pensarlo con 12 años y en un par de años tomé la decisión de venir aquí a entrenar. La forma de trabajar en Barcelona era distinta y la adaptación me costó mucho. Era un chaval especial que siempre había estado en el regazo de su madre y me vi aquí solo. Costó. Lloré mucho. Irse tan joven de casa no es lo más aconsejable. A mis hijos no creo que les hubiera dejado ir.

¿Se arrepiente?

No. Jamás. Volvería a ser tenista a pesar de saber de la dureza del proceso. Lo que sí cambiaría quizás sería el carácter ese especial que tuve. Seguramente si hubiera ganado tres Grand Slams y fuera millonario sería la misma persona a día de hoy, pero también hay cosas que no tendría como es mi familia, que me pesa más. 

Se plantea en el libro si algunas de las lesiones que marcaron su carrera quizás podrían haberse evitado con otro equipamiento o formas de entrenar. ¿Lo piensa así?

Creo que la lesión que tuve en el hombro me hubiera salido igual en el otro hombro si hubiera sido zurdo. Es algo congénito. Pero no puedo decir si sí o si no. La tensión de la raqueta obviamente no ayudaba, pero al final, era un chico grande y fuerte y tenía mucha potencia muscular, pero tampoco sé si la preparación para la musculatura y los tendones era la adecuada. Me podría haber venido todo por entrenar demasiado duro ya a los 12 años, pero me salió la lesión tirando petardos. El dolor me ha acompañado toda la vida y llegué a normalizarlo. 

Roberto Carretero extenista profesional y comentarista de Movistar sobre su libro 'El tenis desde dentro'.

Roberto Carretero extenista profesional y comentarista de Movistar sobre su libro ‘El tenis desde dentro’. / MANU MITRU / EPC

¿Cómo?

Los deportistas tenemos un umbral demasiado alto. Normalicé el extremo, que no es lo normal. Para mí era habitual estar en un nivel 8 constante de dolor y eso también hizo que se agravara más y que mi cabeza terminara explotando. 

¿Fueron las lesiones la cruz de su carrera?

Sí. Por qué no. Puedo decir también que fui yo, o mi cabeza, pero sinceramente creo que si hubiese tenido otro físico más adecuado no hubiese tenido que ser tan fuerte mentalmente para aguantarlo. Y no creo que sea débil mentalmente, pero cuando me persiguieron tanto las lesiones, me terminaron haciendo mella. 

Reconoce en el libro que tampoco se cuidaba y no se dejaba ayudar. ¿Qué tanto fue así?

Soy una persona peculiar. Soy como soy. Me costaba y a día de hoy todavía me cuesta confiar en la gente. Quizás tendría que haber trabajado más ese aspecto. 

¿Echó de menos jugar cuando se retiró?

Cuando uno se retira como lo hice yo, descansa. No quiere saber nada durante una temporada. Necesitaba descansar y mirar hacia delante para ver qué hacía con mi vida. Probé otras cosas, pero si me metía en una pista de tenis al poco de dejarlo todavía sabía disfrutarlo aunque no dejaba de ir a muerte. No tengo término medio, pero tampoco fui un juguete roto. 

¿Disfruta del tenis desde la cabina?

Sí. Mucho. Intento ponerme en la piel del jugador y creo que lo consigo porque lo he vivido. Me consumo cuando trabajo y aunque hayan sido 6 horas sentado, termino deshecho porque lo doy todo igual que hacía en la pista. Claramente mi sitio en el tenis era ser jugador, pero desde el otro lado también me siento a gusto. 

¿Ha visto su estilo en algún jugador?

Sí, los ha habido. He visto mi estilo, no solamente a nivel técnico o táctico, sino de persona en la pista. Me lo he preguntado alguna vez y me siento más identificado con Fernando González o Carlos Alcaraz, aunque sea en su peor versión en la pista. Es un chaval especial y diferente, que seguramente es algo introvertido pero no se le nota, hace disfrutar y es generoso. Juega alegre, es explosivo y potente. Sube a la red, pega fuerte de derecha… Carlos Alcaraz podría ser la versión soñada de Roberto Carretero. 

Suscríbete para seguir leyendo