La vena cafre del terror australiano adquirió texturas dramáticas con Háblame, donde los jóvenes hermanos Philippou pisaron el acelerador del thriller adolescente a través de un ansia de metáfora compatible con un realismo sucio, comprometido. Dos años después llega, con muchas más expectativas, la presente Devuélmela, el muy anticipado regreso al sobrenatural en el que las jóvenes promesas hacen lo propio con un argumento de nuevo simple, sin duda convencional, pero que suma capas de angustia no solo, o no tanto, por la vía del terror, sino por la del puro drama. Uno no sabe quién lo tiene peor en la película, si esa suerte de bruja en su casa de acogida o los Hansel y Gretel de turno que se internan en ella vía servicios sociales.
El maltrato (al margen de ciertas coordenadas ideologizadas) y el dolor casi físico de toda irremisible despedida mortal complementan, como elementos realistas, un argumento sobrenatural en el que los Philippou demuestran moverse bien. Buenos discípulos de Ari Aster y otras jóvenes sensaciones de la productora A24, que de nuevo apadrina la obra, lo esquivo y ambiguo de una concepción del Más Allá limítrofe con la de William Friedkin (y no lleven más allá la comparación) por su capacidad de aunar lo carnal y lo espiritual. Es cierto que la trama flojea, que el devenir de los acontecimientos verdaderamente no depara sorpresas, pero los hermanos demuestran dominar la atmósfera sin convertir la obra en una sucesión de planos cursis, y sobre todo un músculo narrativo innega le organizando la trama no tanto en torno a sustos o arrebatos gore (tiene dos, verdaderamente brutales y justificados) sino a través de la oscuridad de sus elementos fantásticos y la acuciante sensación de soledad que atenaza a sus protagonistas.
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Los actores bien, gracias: Sally Hawkins es el gran nombre de la empresa, pero los dos niños están fenomenal. La película flojea en su peripecia, pero es el sentido del suspense de los Philippou, desprovisto de pretensiones pero a la vez capaz de suscitar preguntas, lo que aglutina los resultados y eleva una propuesta que sabe hacer de sus vacios espacios de duda para el espectador. La escena del cuchillo es memorable, y técnicamente el diseño de sonido -sutilmente desagradable- impulsa desde atrás el horror de ciertas secuencias clave que sin duda serán lo más comentado… pero no lo único en una película de terror basada en el desgarro emocional, pero no ausente de sangre.