Primoz Roglic, en la cronoescalada al Peyragudes del Tour de Francia © Red Bull
«¿Quieres triunfar en el ciclismo profesional? No te lo pienses más, y ficha por el equipo de Primoz Roglič. Comparte alineación con uno de los mejores ciclistas de la última década y consigue todo lo que te propongas. Resultados garantizados».
Un anuncio de este estilo en cualquier portal de anuncios no llamaría la atención de tratarse de venta de oro o las manidas criptomonedas. Sin embargo, en clave ciclista y contando con un protagonista de excepción como el esloveno, tendría aún más garantía de éxito. Existe un mal (o un bien) que ciertos corredores poseen y que se trata de impulsar las opciones de algún otro compañero, normalmente más vigoroso y fresco. En esa categoría entra Roglič, cuyo equipo (Red Bull) aúpa al podio del Tour de Francia a Florian Lipowitz (tocayo del futbolista Wirtz), alemán nacido casualmente veinte años exactos antes del 20 de septiembre de 2020, día en el que Primoz perdió el Tour de Francia de manera cruel y entonces inesperada. ¿Creen en las casualidades? Esta no lo es. El destino de alguna forma estaba empuñando esa daga fría como el acero para hablarnos del ‘efecto Roglič’. No es el ‘Código Da Vinci’, pero alguna curiosidad puede despertar.
Hablamos de un mal que no pertenece en exclusiva a este campeón. Que le pregunten, entre muchos otros, a Anquetil, a Hinault, a Óscar Sevilla o a Mikel Landa, especialistas todos en observar a compañeros de equipo superar las capacidades del teórico líder para conseguir lo que después el jefe no. Es decir, usurpando sus frases en una tragicomedia que gracia concretamente tiene solo si eres observador y no protagonista de esa realidad. Lipowitz ha alzado la bandera alemana al cielo de París desde el tercer puesto, misma posición que ocupó en la Dauphiné, banco de pruebas oficial del Tour. Es más, es la primera vez en la historia que el podio de una se reproduce tal cual en la otra un mes más tarde, síntoma de que las cartas iban a estar muy marcadas. Claro, en la ecuación faltaban algunos nombres como el de Roglič, quien después ha pasado a ser el cuarto ciclista más fuerte del mes de julio, por detrás de los dos magníficos (entiéndase, Pogačar y Vingegaard) y del joven teutón.
Sin compañero luciendo piernas y asustando incluso a Vingegaard, el tercer puesto hubiese ido a parar a él, al teórico tercero de ese dúo imbatible en París (o en Niza) desde que en 2020 perdiese la que a la postre ha sido la mejor oportunidad de su vida. Seguro que Roglič acaba escribiendo un libro sobre lo que supone ver pasar un tren de historia por delante de tus ojos y no poder hacer nada. Ya más acostumbrado a que los enanos se hagan jugadores de NBA, lo de 2025 ha debido suponer un menor impacto, claro. Kuss le arrebató una Vuelta no hace tanto. Eran compañeros de equipo y una fuga bidón permitió al estadounidense un triunfo que ni había soñado. Esa pesadilla resucitó en 2024, doce meses más tarde, cuando Ben O’Connor se escapaba por las serranías de Ronda para obtener una ventaja que perdería a tan solo dos días para terminar la Vuelta y que solo pudo superar él in extremis. Sí, al menos era un enemigo contra el que poder luchar, y no un ganador decidido desde las redes sociales que quizá le impida coger ese segundo tren de la historia: ser el primer ciclista en conseguir cinco victorias en la tercera grande de la temporada.
Aún más llamativos fueron los casos de Óscar Sevilla (Aitor González, Alejandro Valverde) o Mikel Landa (Aru, Carapaz), precedentes en un efecto que vivió hasta un tal Pedro Delgado con el surgimiento de una figura tan potente como la de su entonces subordinado Miguel Induráin. Es más habitual, por tanto, de lo que parece, si bien para un ganador como él (Roglič), perder a manos de un compañero de equipo tiene que dejar una mezcla de sentimientos de venganza -como buen escorpio- y cara de perdedor de Óscar, aplaudiendo al tendido sabiendo que estás saliendo en las pantallas de medio mundo. Rogla sabe que la vida es muy larga y que su romingeriniana carrera también, y que servirá en bandeja de plata la cabeza de algún suculento plato en forma de competición ciclista.