La princesa Leonor también tuvo palabras para el “querido profesor”, en una carta “de viva voz” durante su discurso, recordando su momento en el BCE: “dijo usted ‘haremos todo lo que sea necesario (…). Y créanme, será suficiente’; una frase que no sólo calmó los mercados, sino que fue un acto de confianza en el proyecto europeo en uno de sus momentos más frágiles”. Leonor vinculó ese acto con “la defensa de los valores europeos (…) y la idea, no por repetida menos valiosa, de que juntos somos más fuertes. Y le cito una vez más: ‘la Unión Europea es, ante todo, un mecanismo para alcanzar los objetivos compartidos por sus ciudadanos (casi 450 millones de personas). Es nuestra mejor oportunidad para un futuro de paz, seguridad e independencia’. Los desafíos son aún mayores hoy, profesor. Lo sabe usted bien».
A continuación, el discurso completo de Mario Draghi:
Majestades, Altezas Reales, Excelentísimas autoridades, Distinguidos premiados, Señoras y señores: Es un inmenso honor recibir este premio. Lo acepto no sólo con gratitud, sino con un profundo sentido de responsabilidad hacia un proyecto que ha definido mi vida profesional.
Mis funciones públicas en Italia comenzaron con las negociaciones del Tratado de Maastricht. Desde entonces, construir Europa ha sido una misión central de mi carrera, como responsable de las políticas nacionales, así como jefe del Tesoro italiano y luego como primer ministro, y como responsable europeo, al mando del BCE. Pero hoy, las perspectivas para Europa son las más difíciles que yo recuerde. Casi todos los principios sobre los que se fundó la Unión están tensionados. Construimos nuestra prosperidad sobre la apertura y el multilateralismo, pero ahora nos enfrentamos con el proteccionismo y la acción unilateral. Creíamos que la diplomacia podía ser la base de nuestra seguridad, sin embargo ahora asistimos al regreso del poder militar duro. Prometimos liderazgo en materia de responsabilidad climática, pero ahora vemos cómo algunos se retiran mientras nosotros asumimos los costos crecientes. El mundo que nos rodea ha cambiado fundamentalmente y Europa se afana por responder.
Esto plantea una pregunta crítica: ¿por qué no podemos cambiar? A menudo nos dicen que Europa se forja en las crisis. Pero, ¿cuán aguda ha de ser una crisis para que nuestros líderes se reúnan y encuentren la voluntad política para actuar? Después de la gran crisis financiera y la crisis de la deuda soberana, el BCE —también gracias a su mandato europeo— evolucionó hasta convertirse en una institución más federal y así se puso en marcha la unión bancaria. Desde entonces, sin embargo, nuestros desafíos se han vuelto cada vez más complejos y ahora exigen una acción común por parte de los Estados miembros. Tales desafíos afectan áreas como la defensa, la seguridad energética y las tecnologías punteras que requieren inversiones compartidas y ser tratadas a escala continental.
En algunos de estos campos —especialmente la defensa y la política exterior— se necesita mayor legitimidad democrática. No se ha cambiado nuestra gobernanza desde 2007. Hoy somos una confederación europea que simplemente no puede hacer frente a semejantes exigencias. Deja en manos nacionales competencias que ya no pueden ejercerse a tal nivel de manera efectiva. Y aunque quisiéramos transferir más poderes a Europa, ese modelo no nos ofrece la legitimidad democrática para hacerlo. Esta situación no se debe únicamente a las limitaciones jurídicas de los Tratados de la UE. La mayor traba es que, frente a este nuevo mundo, no hemos construido un mandato compartido —respaldado por los ciudadanos— para aquello que nosotros, como europeos que somos, pretendemos llevar a cabo conjuntamente.
Más allá de las declaraciones, y por necesidad, el futuro de Europa debe ser un viaje hacia el federalismo. Pero, por deseable que fuera una auténtica federación, ésta requeriría condiciones políticas que hoy en día no existen. Y los desafíos con que enfrentamos son demasiado urgentes como para esperar a que surjan. Por lo tanto, un nuevo federalismo pragmático es el único camino viable. Se trata de un federalismo basado en cuestiones concretas, flexible y capaz de actuar al margen de los mecanismos más lentos de toma de decisiones de la UE. Se construiría mediante coaliciones de personas dispuestas a ello en torno a intereses estratégicos compartidos, reconociendo que las fortalezas diversas que existen en Europa no requieren que todos los países avancen al mismo ritmo.