Daniel Guzmán es actor, guionista y director de cine especialmente recordado por la parrilla de “Aquí no hay quien viva”, donde puso cara a uno de los eternos personajes de la cultura pop española, que modernizó y resignificó las escaleras comunitarias, en su caso con el nombre de Roberto Alonso. Daniel, que se hizo con el Goya a mejor dirección novel en 2016 con “A cambio de nada”, con la que a su vez descubrió a Miguel Herrán antes que La Casa de Papel, estrena ahora su nueva película, “La deuda”, encabezando el reparto artístico junto con Susana Abaitua, Itziar Ituño y Luis Tosar entre otros. El cineasta asistirá a dos sesiones especiales de los Cines Embajadores Foncalada, el próximo lunes 27, para presentar en Oviedo/Uviéu el nuevo drama social que ha dirigido y protagonizado.
- La deuda es una película que bien podría ser la adaptación del reciente ensayo El malestar de las ciudades, con el permiso de su autor Jorge Dioni López. Hay una escena donde se ve el skyline de Madrid desde las alturas, mientras dos personajes hablan de sus penas y de un dolor que les ahoga y nos les deja respirar. ¿Cuán necesaria es la metrópolis de la capital madrileña para la historia que nos quieres contar?
Bueno, es un decorado básicamente urbano, que es donde se desarrolla toda la acción, que no puede ser en otro lugar que no sea una ciudad donde el problema de la gentrificación es protagonista y donde, efectivamente, yo creo que todo es universal, porque esta película se puede contar en cualquier ciudad del mundo donde las personas intenten salir adelante frente a dificultades como la de la vivienda. Pero sí, creo que Madrid es el otro personaje de la historia, fundamental, una ciudad llena de gente con personas que están solas en muchos casos y tienen una dinámica de vida cada vez más complicada, aunque la película sea compatible con cualquier otra ciudad de cualquier país que haya apostado casi todo al turismo, con la vivienda como bien de consumo dentro de este modelo capitalista o neoliberal. No es lo mismo que un entorno rural.
- Me ha llamado la atención el hecho de que los secundarios acaben a remolque del protagonista, de repente se encuentran ahí con él incluso haciendo lo que antes habían dicho no querer hacer. Eso hace preguntarme si has creado a un protagonista manipulador, porque he cuestionado bastante la moral del personaje en varias ocasiones durante el metraje. ¿Lucas es un buen tipo que mete en líos a los demás porque está pasando un momento traumático o en realidad es un poco tóxico como el Walter White de Breaking Bad?
Sobre todo es un antihéroe y un héroe a la vez, es un personaje complejo al que yo no intento juzgar ni justificar, lo que intento es contarle en una historia y entender sus circunstancias, y que el público las entienda. Me gusta porque es muy poliédrico, me gusta que a ti por ejemplo te haya provocado esa lectura y que a otro público le haya surgido una lectura diferente, eso me parece muy enriquecedor y muy atractivo para conectar con el público desde varios puntos de vista. Es interesante ver cómo alguna gente ha visto en Lucas a un buen tipo que hace lo que hace por amor y afecto a una persona que van a quitarle su casa, aunque luego cometa actos reprobables que llevan a no saber qué va a pasar hasta el final de su particular huida hacia adelante, pero me gusta ese debate y que cada uno se quede con alguno de los lados del personaje.
- Darío, el chaval de tu otra peli, A cambio de nada, es un niño demasiado joven para ser un hombre y demasiado mayor para ser un niño. No he podido evitar ver a Lucas como Darío si la vida no le hubiese sonreído con el paso de los años y de las maldades. ¿Crees que La deuda bebe mucho de A cambio de nada como si fueran dos entregas del mismo universo?
Sí, no lo puedo explicar de mejor manera, así es. En este caso concreto, Darío podría ser el mismo personaje de Lucas con otros años, y la vida le habría podido colocar en esa situación unos veinte años después. Los dos están están unidos por esa misma personalidad o ese mismo desarrollo.
- El personaje de Itziar Ituño tiene una escena que verbaliza la soledad de una forma contenida pero claramente visible frente al protagonista, casi suplicando su compañía… ¿Tan solos estamos ante la adversidad, Dani?
Eso forma parte de cómo están pensadas las ciudades, de su ‘’sálvese quien pueda’’. Tanto el protagonista que yo interpreto como el personaje que interpreta Itziar, Gabriela, están muy solos, y la soledad les permite encontrarse entre paseos en bicicleta y pequeños alicientes que les van uniendo poco a poco. El problema es que al mío, Lucas, los problemas le van pisando los talones. Y Lucas es un personaje que quiere ayudar a los demás, siente esa culpa judeocristiana y quiere hacer su camino de redención haciendo compañía a quien la necesita, intenta pedir perdón varias veces, varias veces, pero sus problemas se lo impiden y, cada vez que no lo consigue, sus problemas se van creciendo.
“No quiero tener una mirada paternalista, solo quiero contar una historia, que el público cuestione, que reflexione y que decida su opinión”
- Hay quien puede pensar que para escapar de ese ruido, de esa gentrificación, de esa ciudad que nunca duerme, de esa especulación inmobiliaria, hay que irse y volver a los pueblos, como mucha gente ya está haciendo en la vida real. Dani, ¿Hay que renunciar a las ciudades como casos perdidos o hay que dar la batalla dentro de ellas?
Yo creo que habría que cambiar el modelo de ciudad, que cada vez está siendo más agresivo, más individualista, que está cambiando la geografía y que tiene menos cohesión social, porque se están perdiendo los comercios y los barrios. Creo que ese modelo de ciudad capitalista y atroz no entiende de clase ni de colectivo. Salvo que los Estados o las administraciones regulen o intervengan, den soluciones, no tiene sentido, y, a lo mejor, es el momento de volver al campo. No lo sé, es un debate que está ahí y que se está produciendo en los coloquios, algo que me está sorprendiendo bastante aparte del boca a boca, así que algo tiene que haber de inquietud en el espectador cuando un thriller que plantea una premisa de ficción y que no es un documental genera todo eso, después de dos horas de película.
- Lucas tiene algo de ese Oliver Twist dickensiano, de ese Chaplin vagabundo mecanizado, incluso algo de ese experto en el engaño que es el buscavidas de Robert Redford en El golpe… ¿Por qué crees que valoramos en el cine a personajes que igual no daríamos la llave de nuestra casa con facilidad?
Quizá porque les entendemos, y no les juzgamos cuando les entendemos. Caminas con ellos. No te digo que justifiques, pero puedes incluso empatizar y conectar con el Taxi Driver o con el Joker de Joaquin Phoenix, puedes entender sin demagogia lo que la sociedad les hace hacer. Lo del relato de la meritocracia es una falacia porque hay muchos factores económicos, políticos, sociales y ambientales que condicionan el desarrollo. Pero no quiero tener una mirada paternalista, solo quiero contar una historia, que el público cuestione, que reflexione y que decida su opinión, tampoco pretendo hacer un sesgo de la ficción para intentar moralizar sobre la realidad.
Rodaje de “La deuda”.
- ¿Por qué crees que existe un estigma hacia el cine español que lo observa en calidad de subvenciones? ¿Por qué ocurre esto con el cine cuando hay otros oficios mucho más subvencionados por el Estado?
Por un tema de revanchismo ideológico, es un mantra un poco absurdo que no admite defensa ni argumento posible. Si vamos a los datos, esto es muy fácil: el Estado español solo dedica unos 60 millones de euros para el fondo de cinematografía, mientras que en Francia 700 millones o Italia 400 millones. Entonces, destinar 60 millones para apoyar aproximadamente solo un 10% de la cinematografía que se hace en este país, y que no pueda superar el 30% de la propia producción, no es subvencionar. Cuando tú le das al Estado el doble de lo que este te ha dado a modo de subvención, cuando esa subvención solo ocupa el 30% del coste total de cada película, te das cuenta de que ese argumento es falaz, aparte de que sea fundamentalmente relato. Algunos patriotas se contradicen cuando cargan contra el cine español.
- Cuando de hecho se le criminaliza también, por ejemplo, por haber contado ‘’demasiadas historias de la guerra’’ o nuestros dramas sociales de clase…
Sin ir más lejos, ¿Tú crees que un fondo de cinematografía que genera un porcentaje del PIB generando empleos es equiparable a los fondos que reciben los grandes partidos u otros sectores económicos? De hecho, todo tiene ayuda, todo. ¿Qué pasa por invertir como el 0,001% en cultura o en la mínima expresión de la cinematografía? El cine tiene poquísimas ayudas, y yo como cineasta pago con orgullo mis impuestos, que van a la sanidad, a las infraestructuras, etcétera. Aparte, el cine te permite criticar las acciones de un gobierno sin sacar las urnas, sus posiciones sobre una guerra o su comportamiento y las repercusiones que tiene sobre su pueblo.