Canciones, acción, brilli brilli y ramen, mucho ramen: Las guerreras kpop, esa película de Netflix pensada para atraer a los fans del fenómeno coreano, ha demostrado su capacidad para ir más allá de su target hasta convertirse en el producto animado más visto de la plataforma en toda su historia, con 26,3 millones de visionados en todo el mundo.  

Según informa The Wrap, este solo es uno de los récords batidos por Hunter/x, el grupo musical-exorcista de Rumi, Mira y Zoey. La película de Chris Appelhans y Maggie Kang ha entrado en los ‘top 10’ de todos los países en los que se ha estrenado, mostrando además una capacidad inusitada para mantener esa posición. Para colmo, Golden, el tema estrella de su banda sonora, también ha arrasado en los servicios de streaming (incluyendo el número 1 global de Spotify)

Ante estos datos, las pupilas de Ted Sarandos y su horda de ejecutivos se han expandido hasta formar el símbolo del dólar (o el del won surcoreano). Porque, si eres una multinacional del entretenimiento y topas de forma inesperada con semejante fenómeno, lo raro es que no aspires a exprimirle hasta el último céntimo de beneficio. 

Corea o Arendelle: lo mismo viene a ser

En la última conferencia para accionistas de Netflix, Sarandos dejó las cosas claras: Las guerreras kpop ha sido «un éxito fenomenal e inesperado». A lo cual hay que sumar, prosiguió «el hecho de que la gente se haya enamorado de esta película, y de la música de esta película, lo cual la mantendrá en marcha durante mucho tiempo». Así pues, concluyó el CEO: «Lo siguiente es, ¿a dónde vamos desde aquí?».

En espera de anuncios formales por parte de la plataforma, los rumores afirman que dichos planes incluirían secuelas, una serie spin-off, un musical y un remake en acción real. De hecho, fuentes internas de la plataforma citadas por The Wrap se refieren a esta como «su Frozen», refiriéndose a otro éxito monumental e inesperado: aquel que la primera aventura de Elsa y Anna le procuró a Disney en 2013.

Aunque casi veinte años de Let It Go nos hayan hecho olvidarlo, las expectativas para Frozen en el año de su estreno no incluían que la película conquistase el mundo. Los cambios de rumbo durante su producción (la cinta nació como una adaptación de La reina de las nieves, el cuento de Hans Christian Andersen), las suspicacias despertadas por el abandono de la animación tradicional y una promoción centrada en Olaf y el reno Sven hicieron que muchos arrugaran la nariz antes de su llegada a los cines. 

De la misma manera, Las guerreras k-pop fue concebida por Netflix y Sony Pictures Animation como un producto de nicho para amantes de la cultura coreana, destinado a quedarse en poca cosa frente a Pixar y su Elio. Incluso su lado musical, según confiesa la codirectora Maggie Kang, fue una idea de último momento. 

Para colmo, las primeras cifras obtenidas por el filme después de su estreno se quedaron en 9,2 millones de visionados. Hizo falta que pasasen las semanas para que las métricas de la plataforma empezasen a echar humo, y para que esta se viese desbordada por unas demandas de merchandising que no se había planteado cubrir.

El paralelismo entre Frozen y Las guerreras k-pop podría llegar hasta el lugar más inesperado: los Oscar 2026. Así como Let It Go conquistó sin apenas resistencia la categoría de mejor canción original, Golden parte ya como favorita para llevarse la estatuilla el año que viene (Netflix no es tonta: la película se ha estrenado en los cines de Los Ángeles, como exigen las normas de la Academia, para así poder competir en la categoría). 

Así, el caso de Las guerreras kpop resulta tan interesante como complejo. Por un lado, la película demuestra (por enésima vez) que un trabajo original y cuidado puede conquistar al público, digan lo que digan los departamentos de marketing. Por otro, la cinta de Appelhans y Kang ofrece un argumento esquemático cuanto menos… y también un blanqueamiento descarado de una industria donde la explotación, no solo de tipo económico, es moneda corriente. 

Dejando a un lado los melindres sobre el consumo ético bajo un sistema capitalista, la realidad es evidente: Rumi, Mira y Zoey son la nueva gallina de los huevos de oro de Netflix. ¿Seguirá la plataforma el ejemplo de Disney con Frozen, dosificando el nuevo contenido, o se embarcará en una producción sin límite hasta que la franquicia no dé más de sí?