Estaba Cristino incendiado, tonante, llamando a rebato a sus compañeros, habitantes todos -tantas veces supervivientes- de ese universo llamado Arte. Nadie como él sabe lo que el Arco de Santa María representa para los creadores burgaleses y para la ciudad, ya que estuvo en el germen de que así sucediera. «No puede entenderse el arte de esta tierra sin este espacio. Aquí hemos expuesto todos, o casi todos. El Arco de Santa María es desde hace décadas la sala de exposiciones de los artistas burgaleses. Y no puede dejar de serlo», apuntaba mientras saludaba a uno y a otro a la vez que se tocaba el sombrero en un gesto coqueto y distinguido, acaso como homenaje a su amigo y hermano del alma Ignacio del Río, que tantas veces reinó en el Arco. Ese uno y ese otro no eran personajes anónimos: hablamos del gran Carlos Sáez, director de la Academia Provincial de Dibujo y pintorazo de campanillas; hablamos de María José Castaño, referente plástico de esta tierra, desde hace décadas la mejor y más importante pintora burgalesa; hablamos de los escultores y ceramistas Raquel Condado y José Luis Ramos; de los fotógrafos Ángel Herráiz y Sacris; del fabuloso acuarelista José Marticorena, de Pablo del Barco, de Luiso Orte, de Ismael Alí Unzaga y de un largo, interminable etcétera.
Todos, de forma unánime y como ya adelantó este periódico, rechazan frontalmente que el Arco de Santa María vaya a dejar de ser la histórica y referencial sala de exposiciones de Burgos para convertirse en Museo Cidiano.Vaya por delante que ninguno tiene nada en contra del que en buena hora nació, ni de que a éste le sea consagrado un centro expositivo. Pero no ahí, defienden; no en ese escenario nuclear del entramado urbano, social y cultural de la Cabeza de Castilla que para todos ha sido un escaparate, un trampolín, una oportunidad. El lugar. El sitio en el que han podido exhibir su talento, su obra, lo que todos llevan dentro. Sin contar con el hecho de que este emblemático espacio también ha sido la casa de acogida de artistas foráneos, y de tantas y tantas iniciativas culturales.
Reunidos en torno a un único objetivo, los artistas congregados frente al Arco escucharon de la voz de uno de ellos el manifiesto que, en adelante, harán llegar a la sociedad burgalesa para recabar el mayor apoyo posible. Pretenden, así, recoger firmas para que el equipo de Gobierno, que impulsa la conversión de este espacio en Museo Cidiano, no sólo se dé por enterado del rechazo cultural y social sino que medite al respecto y opte por cambiar de idea. «Respetamos absolutamente su proyecto de dedicar al Cid un museo, pero creemos que el Arco de Santa María no es el sitio indicado. Y no sólo por que ha sido ‘nuestra’ casa durante tantos años, sino porque ni siquiera se ha planteado una alternativa. No se puede anunciar un proyecto así sin tener ya claro el lugar que se destinaría a los creadores burgaleses», apuntaba uno de los artistas.
«Y no nos vale el argumento de que esta idea ya la recogía el programa electoral del PP y que no debería sorprendernos. El mismo programa contemplaba la creación de una ‘Ciudad de la Cultura’ en Villafría de la que nada sabemos. No es argumento, no es leal», apuntaba otro. El manifiesto es claro al respecto de la postura de los creadores burgaleses: «Desde hace casi cinco décadas, el Arco de Santa María ha sido sinónimo de encuentro con el arte, un espacio vivo que ha acogido las obras de generaciones de artistas burgaleses e incluso de grandes figuras nacionales e internacionales. Por él han pasado nombres esenciales de nuestra historia cultural, convirtiéndose en un referente no sólo para los burgaleses, sino también para quienes visitan nuestra ciudad atraídos por su riqueza artística y patrimonial. Convertir este espacio en un museo monográfico constituye la ruptura de un vínculo histórico entre el arte contemporáneo y la ciudadanía. El Arco no es un edificio cualquiera: se trata de un símbolo, una puerta que lo fue de la ciudad y que en el último medio siglo ha permanecido de par en par abierta al diálogo entre los ecos del pasado y las voces de los creadores actuales. Eliminar su función expositiva significa cerrar una de las conexiones más visibles del arte que se hace en nuestra ciudad, amputando la posibilidad de expresión y de encuentro que durante tanto tiempo la ha caracterizado».
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