La vivienda se ha convertido en el principal problema para los ciudadanos y los principales partidos políticos. Comprar propiedades okupadas se ha convertido en un fenómeno creciente dentro del mercado inmobiliario de nuesto país. Inversores privados y fondos especializados ven una oportunidad en adquirir … casas con esta problemática a precios muy por debajo del valor de mercado, asumiento el riesgo de un proceso de desalojo largo y complejo.
Según datos de consultoras del sector, el número de transacciones de este tipo se ha incrementado un 18% en el último año, especialmente en grandes ciudades como Barcelona, Madrid y Valencia. Los precios de estas propiedades pueden ser entre un 40% y un 70% más bajos, lo que atrae tanto a pequeños inversores como a fondos extranjeros.
Sin embargo, el auge de estas operaciones reabre el debate sobre la legalidad y la ética de especular con inmuebles en situación irregular. Expertos advierten de que la falta de una regulación clara puede fomentar prácticas abusivas y conflictos sociales. El Gobierno prepara un paquete de medidas para endurecer las sanciones a las mafias de ocupación y agilizar los desalojos, buscando equilibrar el derecho a la propiedad con el acceso a la vivienda.
El 2,4% de las viviendas okupadas a la venta en Idealista están en Madrid
En este contexto Helena Soto, inversora inmobiliaria, cuenta en las plataformas digitales el caso que le llevó a comprar una vivienda que estaba siendo habitada por un okupa. Una experiencia que califica de «arriesgada» en un vídeo publicado en su cuenta de Instagram.
El número de viviendas okupadas a la venta durante el tercer trimestre en Idealista superó las 23.000 unidades, el 3% de las cerca de 767.000 que estaban a la venta en dicho periodo, el 2,4% de ellas en Madrid. Tras Cataluña se situó Andalucía, que concentró el 22 % del total; la Comunidad Valenciana, con el 11 %; y la Comunidad de Madrid, con el 7 %, según ha señalado este martes en un comunicado el portal inmobiliario en base a los inmuebles anunciados en su base de datos.
«Una vez compré una vivienda okupada», dice en el vídeo, en le que explica que «los okupas muchas veces entran en casas que son propiedad del banco y luego el banco las pone a la venta por un precio muy económico».
Una empresa para negociar con el okupa y lograr que saliera de la vivienda
Al ver esto, «los inversores compran esas viviendas. El okupa sabe que en algún momento va a llegar un inversor y le va a ofrecer dinero por irse de esa vivienda y por eso entran ahí», explicó la inversora, que tras el contexto apunta que hizo un análisis de la zona. «Vi que las propiedades estaban en unos 40.000 euros, yo no tenía nada de dinero, y esa propiedad la estaban vendiendo en 26.000 euros. ¿Qué puede salir mal? Este es un plan sin fisuras», pensó la mujer, que pagó en «cash y sin haberla visto».
Para desalojar al okupa, explicó que «contraté una empresa que se encargaba de negociar con el okupa para que saliera, le pagué 3.000 euros a esa empresa y el okupa al final quería otros 3.000 euros para poder salir». Con esto, continuó relatando que «el día que yo estaba. Me dieron un papelito que era una especie de contrato con la fotocopia del DNI del okupa».
Eso sí, se llevó un buen susto cuando vio que «tenía en la dirección del DNI la dirección de la propiedad y dije ‘¿Y esto qué es?’». «Ahí aprendí que los okupas se pueden empadronar en una vivienda, resulta que es legal», comentó. Otro problema con el que lidiar.
Sudor y lágrimas para vender una casa en uno de los barrios más peligrosos de todo Madrid
Igualmente reformó la vivienda, después de desalojar al okupa, pero con toda la situación «los márgenes estaban ajustados y no me podía permitir una reforma grande», así que la inversora optó por contratar «al reformista más barato», que al poco la dejó tirada. Una vivienda que además está en uno de los barrios más peligrosos de todo Madrid.
«Yo no sabía ni lo que había comprado y, bueno, ya, desesperada y pensando que iba a perder el dinero, pasó un año hasta que pude quitarme esa propiedad de encima», declaró la inversora que le gustó sudor y lágrimas vender esa casa. Al final a «unas personas del extranjero» les pareció bien la propiedad y le dijeron que «terminaban la reforma si la vendía por X precio».
«Me deshice de esa vivienda y aprendí que lo barato sale caro», concluye su relato.