Cada vez son menos los trianeros que recuerdan con nitidez el 20 de abril de 1962. Aquel Viernes Santo, la Virgen de la Esperanza salió de San Jacinto camino de la Catedral para no volver. La hermandad culminó su estación de penitencia estrenando … una remozada capilla de los Marineros y las relaciones con la que había sido su casa durante casi un siglo se rompieron por completo… hasta ahora. Este sábado, los más madrugadores pudieron contemplar la estampa renovada de la Virgen saliendo bajo palio del otrora corazón de Triana.

El barrio ha cambiado muchísimo desde entonces. Más de seis décadas después, muchos vecinos se fueron, algunos por voluntad propia y otros expulsados. Otros han ido llegando, igual que las hordas de turistas que hoy son inherentes a la antigua Cava de Triana. Pero la Esperanza permanece. Y lo hace con más fuerza y más fervor entre los fieles que nunca, como se ha comprobado en su traslado a la Catedral tras la misión evangelizadora que ha protagonizado durante dos semanas en las parroquias de San Pío X y Jesús Obrero, en el Polígono Sur.

El viejo arrabal madrugó en bloque este 25 de octubre para citarse con la historia y con su Virgen. Las cornetas de San Juan Evangelista avisaban de que algo grande iba a suceder. Minutos antes de las ocho de la mañana, aún de noche, avanzaba la Esperanza por la nave central de San Jacinto a sones de su marcha más antigua, la que Font de Anta compusiera inspirado por los cantos de los presos de la cárcel del Pópulo en la mañana del Viernes Santo. La banda de las Cigarreras terminó de tocar ‘Soleá, dame la mano’ y la expectación, que hasta entonces había sido contenida, rompió en júbilo en forma de fuegos artificiales antes de que despuntara el alba.

Imagen principal - Imágenes del traslado de la Esperanza de Triana a la Catedral

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Reina la Esperanza
Imágenes del traslado de la Esperanza de Triana a la Catedral
M. J. R. Rechi / M. Gómez

La Virgen había cruzado el dintel de la parroquia. Los detalles acerca del esperado momento habían sido cuidados al milímetro. Bastaba ver la cera más alta, vestigio de tiempos antiguos, o que la imagen portaba la corona de Gabriel Medina, la que sacaba en sus estaciones de penitencia desde San Jacinto. Inmediatamente después comenzaron los icónicos sones de ‘Esperanza de Triana Coronada’. No había manera de que nadie permaneciera ajeno a la fiesta de los trianeros, tal era el alboroto.

Media hora después de la salida alcanzaba el paso de palio, cuajado de flores hasta el último rincón, la vecina capilla de la Estrella, donde entró sin pensárselo dos veces entre aplausos de los presentes. Dos de las grandes e históricas devociones de tan mariano barrio quedaron frente a frente durante unos minutos mientras la noche iba dando paso a la mañana. Sin embargo, a la Virgen no le dio el sol hasta pasadas las nueve, cuando llegó a la plaza del Altozano tras recorrer una calle San Jacinto engalanada con guirnaldas de flores de papel para la ocasión. Sin bullas ni grandes apreturas, trianeros antiguos y personas mayores aprovecharon para acercarse al paso y recrearse con la dolorosa, que avanzaba entre el melodioso sonido de las bambalinas de su palio.

Rumbo a la Catedral

Ya en el Altozano, la Esperanza dio una vuelta de 360 grados —la primera de varias que tuvieron lugar durante el recorrido— para despedirse nuevamente de su barrio, esta vez durante la semana en la que celebrará sus cultos extraordinarios en la Catedral. Sonó ‘Pasan los Campanilleros’ y, previamente, ‘Pureza marinera’, cuya letra cantó en voz baja, como si de una plegaria salida de lo más profundo de su corazón se tratase, una pescadera del mercado de Triana, que no dudó en salir a ver a la Virgen, santiguándose y regresando a su oficio en cuanto pasó. La Esperanza mueve tanto a las masas enfervorecidas que le gritan piropos a pleno pulmón delante del palio como a quienes viven su fe de una forma más íntima y callada, con la mirada baja y la procesión por dentro.

Bajo un cielo celeste como el dogma de la Asunción cuyas bodas de platino ahora se celebran, la Virgen de la Esperanza llegó ya como lucero que ha vencido a la mañana a la capillita del Carmen. La esperaba un puente abarrotado de gente para acompañarla hasta Sevilla. Toda la luz del día inundaba ya el paso cuando una mujer, abstraída con el rostro de la imagen, no pudo contenerse al preguntarle a su hija: «¿A que la Virgen tiene la cara diferente hoy al otro día?». La joven asintió convencida y se fundió en un abrazo con su madre mientras el paso comenzaba a recorrer el puente buscando ya la otra orilla, donde también quieren mucho y bien a la Esperanza.

Unos minutos antes de las diez pisaba la Virgen suelo sevillano mientras sonaba ‘Esperanza Trianera’, de Alcaide. La gente podía avanzar muy cerca de los costeros del palio para descubrir que es cierto aquello de lo que madre e hija se habían percatado: la imagen tenía expresión en la cara a la de sus traslados en el Polígono Sur, e incluso a la de hace tres noches camino de San Jacinto. Parecía más triunfal que nunca, quizá por la certeza de sus hermanos de haber cumplido su misión en aquellos lugares donde más la necesitaban.

La Virgen de la Esperanza entró cuarenta minutos más tarde de lo previsto en la Catedral en un traslado multitudinario en su tramo final

Las cuadrillas de costaleros, tanto la del palio como la del Cristo de las Tres Caídas, paseaban a su madre por unas calles bien conocidas para todos ellos: Reyes Católicos, Pastor y Landero, Adriano… a la misma hora que en la Madrugada, pero en dirección contraria. La gente se fue incorporando a la procesión conforme se iban acercando la hora del almuerzo y el entorno de la Catedral. Previamente a aquello se plantó el paso de palio frente a la capilla de la Piedad, donde la hermandad del Baratillo, que tiene carta de hermandad con la de la Esperanza, la recibió. Muchísimas personas se agolpaban ya en Adriano cuando, tras rezarse el ángelus, la Virgen dio una nueva vuelta completa antes de proseguir buscando Arfe. No cesaban los aplausos.

Esa es la magia que exporta Triana a Sevilla con su reina, madre y capitana. Dio en el clavo José Manuel Toscano, director de la banda de las Cigarreras, cuando señaló hace unos días a este periódico cuál era el rasgo diferencial de la Esperanza de Triana en la calle: que es imprevisible, que nunca sabes exactamente lo que va a pasar. Ya sea dar una vuelta de 360 grados en el momento más inesperado, como volvió a suceder en la Punta del Diamante, o enmudecer mientras suena un solo de flautín, ese carácter único es el que se desborda con la Virgen en cada calle por la que pasa.

Las multitudes congregadas en las últimas dos horas de recorrido provocaron que el palio entrase cuarenta minutos más tarde de la hora prevista rodeado por una auténtica marea humana. La movilidad se tornó mucho más complicada, dando pie a escenas como la de un recién nacido al que se le había caído un patuco, cuya madre sólo consiguió recuperarlo gracias a una larga cadena de desconocidos que fueron pasándoselo como si de una yincana se tratase hasta llegar a ella.

Si cuestión de voluntad —y de fe— es meterse en una bulla con un bebé tan pequeño, también lo era recorrer sin detenerse más de la cuenta la recta de García de Vinuesa y Alemanes para llegar con el palio a los pies de la Giralda. Pero los cofrades pedían más, y la hermandad y la cuadrilla se lo dieron todo. Pasaban las dos y veinte cuando se produjo la entrada por la puerta de Palos al son de ‘La misión de la Esperanza’ entre repiques de campanas, aplausos y cohetes. Hasta entonces, una marcha tras otra, una chicotá tras otra, Triana se fue entregando en el corazón de Sevilla a lo que es y a lo que siempre ha sido. Porque ahí radica el éxito de la Esperanza: en mantenerse fiel a su idiosincrasia y cercana a su gente aunque todo lo demás haya cambiado.