Fernando Menis (Tenerife, 1951) es uno de los arquitectos canarios de mayor proyección internacional. Reconocido por la innovadora acústica del Auditorio CKK Jordanki (Polonia) o la innovación material y formal de la Iglesia de Las Chumberas (Tenerife), en la isla ha sido coautor del Magma Arte & Congresos, el Estadio Insular de Atletismo y la sede de la Presidencia del Gobierno de Canarias. Actualmente trabaja en la rehabilitación del chicharrero Parque Cultural Viera y Clavijo y la construcción de los Edificios de Servicios Esenciales de Canarias.

Sus diseños han sido incorporadas a las colecciones permanentes del MoMA (Nueva York) y el Museo Nacional de Cracovia y ha recibido varios premios Manuel Oráa además de galardones como el Internacional Frate Sole de Arquitectura Sacra, Internacional Faith & Form de Arquitectura Religiosa, el galardón europeo de Intervención en el Patrimonio Construido o, entre otros, la Medalla de Oro de Taipéi al Mejor Edificio Público. El destino, sin embargo, le arrebató el pasado 26 de septiembre su mayor y más querido premio: Dulce Xerach Pérez (Tenerife, 1969/Madrid, 2025), quien fue pareja del afamado arquitecto tinerfeño durante 36 años. Hoy se cumple un mes de su fallecimiento.

Este domingo se cumple un mes del fallecimiento de Dulce en Madrid. ¿Cómo se encuentra?

¿En serio? ¿Ya ha pasado un mes? ¡Dios mío! ¡Pensaba que no hacía ni quince días! Imagine cómo tengo yo la cabeza ahora mismo.

Me hago una idea sabiendo que pasaron treinta y pico años de convivencia, amistad y complicidad. ¿Le está siendo difícil asumir su ausencia?

Dificilísimo. Estoy refugiándome en el trabajo aunque no me gustaría hablar en esta entrevista de mí sino de ella. Dulce era mucho más que nuestra relación.

Efectivamente. La idea es ponerla en valor pero sobre todo descubrir, a través de usted, las distintas facetas de una mujer que para algunos, en especial entre los más jóvenes, puede resultar una desconocida. Es injusto que la trayectoria de Dulce Xerach se reduzca a una esquela.

Sí. Claro que sería injusto.

¿Cómo era Dulce en el día a día?

En el día a día era una persona que se levantaba a las cinco de la mañana y a las cinco y cuarto estaba ya en el mismo sillón de siempre leyendo. Si era invierno, aprovechaba para encender la chimenea de casa. Le encantaba ver el fuego; le relajaba mucho. Yo, mientras, desayunaba para después irme a hacer algo de ejercicio en la cinta a la parte de abajo de casa; luego, cuando subía, allí seguía ella leyendo, siempre en el mismo sillón… Entonces ya se ponía a trabajar, generalmente, hasta la una del mediodía. Las tardes las dedicaba a asistir a alguna reunión; a escribir sus libros y artículos para los periódicos El Día y La Provincia o pensar en los proyectos en los cuales estaba inmersa. Trabajaba, pues no sé, siete, ocho, nueve, diez, once o doce horas diarias.

¿Era una gran lectora?

¡Uff! Mucho. Eran impresionantes sus ansias de leer y aprender. Los libros le enseñaron muchas cosas; formaron esa visión tan amplia suya sobre asuntos como el arte, la arquitectura, la literatura o la necesidad de que a la mujer se le reconozca su valía en dichos ámbitos dominados por hombres. A las dos de la madrugada podía desvelarse de repente y se ponía a leer. Yo me despertaba en ocasiones y veía que había bajado la intensidad de la luz de su libro electrónico y se ponía de espaldas a mí para evitar molestarme. No le decía nada pero me quedaba en la cama junto a ella, observándola en silencio… Dulce era en sí misma una gran biblioteca, sobre todo en asuntos como la arquitectura o personajes como Óscar Domínguez. Desde pequeñita le gustó mucho leer y escribir.

Era sin duda una mujer muy formada en lo relacionado al arte y el derecho, en especial sobre los derechos de la propiedad intelectual, aunque la arquitectura era uno de sus temas favoritos pero sobre todo la pasión por su obra. De hecho, en alguna ocasión bromeaba con ella diciéndole que más allá de ser su pareja era una incondicional groupie de sus proyectos… Fue una gran admiradora del Fernando Menis arquitecto; y qué le voy a contar del Fernando Menis como persona y como compañero de vida. ¿Lo sintió usted así?

Bueno, pues a mí es que me ocurre todo lo contrario. O me ocurría. Yo soy una gran fan de ella. O sea… Dulce tiene un corazón impresionante. Disculpe, tenía. Por un lado, de su madre heredó una sensibilidad enorme hacia los demás; hacia los más desfavorecidos… De joven y junto a su madre estaba ya implicada con Cáritas o metida en el Ayuntamiento de Tacoronte ayudando a quienes lo necesitaban. No sé si alguna vez le contó que ya desde pequeña recogían juguetes y los arreglaban o buscaban dinero para comprar regalos que después repartían en el coche de la madre entre las familias más pobres. Me decía que los niños de Tacoronte con menos recursos se referían a ellas y a alguno de sus hermanos que también las ayudaban como los Reyes Magos del Ayuntamiento.

¿Cómo era el entorno familiar donde Dulce se cría?

Era la mayor de los hermanos y si de su madre heredó ese corazón y sensibilidad, la componente del padre, que tiene una cabeza privilegiada, le proporcionó una inteligencia y una enorme capacidad de discernir. Él se formó a sí mismo. Es un personaje histórico de Tacoronte, un estudioso que hace poesía; columnista de El Día… Fue director de banco. Dulce tenía esa fusión ejemplar de ambas partes, inteligencia y corazón, en un cuerpo precioso. Para mí esas tres cosas la hacían única. Y luego está el resto de su familia; tenía dieciséis primas… Se quieren un montón… [Menis no puede contener la emoción] Perdona.

Ella presumía bastante de esa relación familiar por lo tanto es fácil imaginar qué ha supuesto entre todos ellos su ausencia.

La ausencia… Su ausencia… Es que a mí me parece que su muerte sucedió hace nada; ni quince días. No me creo que ya haya pasado un mes. Todo me resulta tan cercano.

¿A ella le habría gustado que usted se refugiase en el trabajo?

Por supuesto. Yo lo llevo como buenamente puedo apoyado en la gente que tengo alrededor. Todo el mundo, la verdad, me está ayudando un montón. ¿Sabe? Pienso que eso sucede porque ella se lo tenía ganado. Si alguien de la familia estaba mal, ahí se iba Dulce dejando incluso de trabajar para concentrarse en esa persona e intentar arreglar la situación. Le gustaba mucho resolver un problema; ganarlo en positivo. Detestaba perder cuando se volcaba en buscar la mejor solución de cualquier contratiempo.

Además era una currante incansable, siempre en beneficio de la cultura. Y de Canarias, claro. ¿Es cierto que fallece frente al ordenador elaborando un documento sobre arquitectura y propiedad intelectual?

Sí. Era un tema que le apasionaba. En concreto esa mañana se encontraba redactando un texto que si no iba a generar jurisprudencia por lo menos permitiría crear un antecedente acerca de la propiedad intelectual a raíz de un litigio que habíamos ganado sobre ese asunto en los tribunales y podía servir a otros arquitectos en su defensa ante situaciones que a veces son injustas. Eso habla no sólo de cómo era ella sino también de su implicación en causas que consideraba importantes. La tía estuvo ahí, al pie del cañón, hasta el último minuto trabajando por la cultura. Estaba en contacto con unos abogados cuando… [Se vuelve a emocionar].

¿Cree que le gustaría leer todo lo bueno y bonito escrito sobre ella tras su fallecimiento?

Estoy seguro que sí. La respuesta ha sido tremenda y no sólo en Canarias. Yo sabía que a nivel nacional se la tenía bastante en consideración, sobre todo en el ámbito de la arquitectura, pero no imaginé que fuese algo tan fuerte. Cuando estábamos en Madrid, en el tanatorio, se acercaban con mucho cariño y los veía que estaban sufriendo. He entendido de hecho mucho mejor aquello de te acompaño en el sentimiento porque quiere decir, y allí lo comprobé, que acompañar en el sentimiento significa que la otra persona está también compartiendo y sintiendo tu pena. El Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid publicó en su web una carta preciosa sobre Dulce.

La arquitectura era, sin duda, una de sus grandes pasiones además de un ámbito que conocía al dedillo. Tanto que en ocasiones sorprendía su capacidad para intuir con muchísima antelación hacia dónde se iban a dirigir los nuevos modelos o las nuevas tendencias. Y, más allá de sus ansias por devorar todo lo que acerca de esos temas se publicaba, quienes la conocimos relacionábamos esa visión con su curiosidad como viajera. Regresaba de todos los lugares que visitaba con un argumento que, curiosamente, enriquecía los anteriores. ¿Influyeron los viajes en la construcción de su discurso?

Claro. Disfrutaba mucho aprendiendo in situ de lo que descubría. Para entender un lugar, como por ejemplo Canarias, creía que primero tenías que entender el mundo. Le encantaba viajar y vivimos juntos momentos increíbles. Recuerdo estar los dos en una playa de Colombia y aparecer una gente con pistolas que empezó a disparar al aire [Menis sonríe]; irnos a las tres de la madrugada a pasear por las calles de Hong Kong con una de las diez familias más poderosas, que resulta que él es arquitecto y amigo nuestro, hablando de arquitectura junto a su mujer. Dulce y yo caminando por aquellas calles vacías… O verla durante una cena en China discutir por dónde pasaba la ruta de la Seda para llegar a Europa… Ella, en medio de un montón de políticos, discutiendo sobre el camino de la Seda, contándolo de una forma increíble.

¿Y Venecia?

Venecia era un lugar que adoraba. Me acuerdo que una vez me dijo que por qué no nos comprábamos allí un pisito.

¿Qué le respondió?

Pues que teníamos como mucho para comprar una habitación [Menis se ríe para al instante quedarse en un silencio que rompe de repente con un giro en la conversación].

Esto [la muerte de Dulce Xerach Pérez] me ha pillado por sorpresa. Tenía que haber sido al revés. ¿Lo lógico no hubiese sido que yo muriese primero?

Bueno, no sé…

No digo ahora pero sí dentro de cinco o seis años. Eso habría sido lo lógico, sí. Para eso estaba todo preparado. Llevo tiempo preparándolo todo para que a ella, cuando yo faltase, no le faltara nada. Era así y ya lo teníamos más o menos preparado. Entonces…

Imagino que tras treinta y seis años juntos habrá muchos recuerdos. ¿Le ayudan?

Todo me recuerda a ella. En casa ni me he atrevido a encender la chimenea para que no arda lo que ella había dejado puesto.

Su profesión consiste precisamente en construir de la nada grandes edificios. Seguro que ella querría verlo a usted reconstruirse piedra a piedra, como hace con sus obras.

Lo que dice es muy bonito pero le aseguro que no es nada fácil.

¿Y ahora qué?

Pues no sé. He decidido continuar con los planes que habíamos organizado juntos. Bueno, que había organizado ella. Mañana [la entrevista se realiza el miércoles pasado] me voy a Estados Unidos, donde voy a participar en unas conferencias que teníamos previstas en Texas. Dulce no hubiera querido que las suspendiese.

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