Andrés Temiño (Zaragoza, 2004) ganó a Brasil en Maracaná. O, si se prefiere, a Rafa Nadal en la Philippe Chatrier de Roland Garros. Así de grande es su gesta en los recientes Mundiales de tiro con arco de Gwangju, de donde se fue con … dos medallas de oro: primero junto a Elia Canales en la prueba de equipo mixto y después en solitario, tras derrotar en casa a los mejores tiradores coreanos, la gran potencia de este deporte.

Su triunfo no solo rompe una frontera, sino que redefine la escala de lo posible en una disciplina acostumbrada a mirar desde lejos el dominio asiático. Temiño, que hace apenas un año atravesó un bache mental que lo llevó a perder la ilusión por competir, se ha instalado en la cima apoyado en el trabajo y la calma. Pese a su juventud, habla con idéntica precisión con la que apunta a la diana. Tras acabar uno de sus entrenamientos en el CAR de Madrid, repasa con ABC su reciente éxito, el esfuerzo que supone el alto rendimiento y los aprendizajes diarios que extrae de su deporte para acertar también fuera del campo de tiro.

-Hay muchas formas de definir lo que logró en Corea, pero me interesa la suya.

-Uf. Ganar a Corea no es fácil. Y hacerlo en Corea es todavía más sorprendente, porque se sabe que son los pioneros del tiro con arco mundial. Han sido los mejores durante muchos años y lo siguen siendo ahora. Ganarles en su casa, conseguir un oro ya es un orgullo, pero hacerlo contra ellos en el mixto, y luego el individual, todavía más.

-¿Se ve como un pionero?

-Me veo como uno más. Es verdad que ahora, sobre todo en España, tengo la etiqueta de doble campeón del mundo, pero quiero seguir siendo el mismo que era antes. No me gusta alardear. Si soy pionero, que sea desde la sombra.

-¿Qué le han dicho sus amigos?

-Pues nada, muy contentos. Todos los mensajes que he recibido han sido con mucho cariño, valorando que por fin llegaba un éxito que reconocía el trabajo que estamos haciendo. Pero sobre todo, me quedo con la alegría de la familia. Me prepararon una fiesta sorpresa cuando llegué a casa y fue lo mejor de la bienvenida.

-Hasta hizo un saque de honor en La Romareda.

-Sí. Que el club de tu ciudad te ofrezca esa oportunidad, tanto para darte a conocer como al deporte, ilusiona. Y hacerlo en el fútbol, que lo ve todo el mundo, fue muy especial.

-¿Es futbolero?

-No mucho, pero ahora en el Zaragoza está un chico que conozco, el mejor amigo de un primo mío, Tachi, y por eso lo sigo más.

-¿Con qué expectativas iban a Corea?

-A ganar. Si vas a una competición a ver qué sale, ya vas mal encaminado. Había expectativas de hacerlo bien, pero hasta que no lo consigues no te lo crees. Lo soñaba, me lo imaginaba, pero vivirlo es diferente. Llegaba en mi mejor momento de la temporada, y la moneda cayó de nuestro lado. Esta vez cayó bien.

-Empezó con el oro mixto junto a Elia. ¿Cuánto ayudó eso para el individual?

-Mucho. El oro con ella me supo a poco porque aún no habíamos terminado la competición y no podía celebrarlo del todo. Luego sí lo hicimos, claro. Pero me dio confianza para el individual. Intenté afrontarlo como si no hubiese pasado, tirar tranquilo y sin expectativas externas. No tener ese subidón. Y en gran parte lo conseguí.

-Vayamos al inicio. ¿Por qué el tiro con arco?

-Por mi padre. Cuando nací, él buscó otro hobby: antes hacía aeromodelismo. En su familia siempre gustó la puntería; mis tíos tenían un arco en casa. Con dos años ya tiraba con uno del Decathlon, de ventosas. Fui con mi padre al club de Zaragoza, vi que sus flechas se clavaban y las mías rebotaban. Me enfadé, lloré, y mi madre al llegar a casa dijo: ‘¿Pero esto qué es?’. Mi padre le quitó las ventosas al arco y le puso puntas.

-Qué peligro.

-Sí, pero siempre iba con él, lo controlaba todo.

-¿Tenían el club cerca?

-A unos diez o quince minutos en coche. Pero mi padre tenía una nave donde trabajaba y entre semana entrenaba allí. Así aprovechaba el tiempo y hacía deberes o estudiaba después.

-¿Cuándo se convierte en el camino a seguir?

-Con unos diez o doce años. Tuve que elegir entre fútbol sala, judo o tiro con arco. Coincidían las competiciones y yo siempre elegía el arco. En el fútbol era malo, o no tan bueno. Pero el arco se me daba bien. Tenía muchos amigos allí, algunos que aún compiten a nivel nacional, y lo elegí porque era lo que me gustaba hacer. Desde pequeño lo veía como una forma de vida. De hecho, ahora no entiendo mi vida sin el arco; nací con eso. Cuando empecé a ganar medallas nacionales me llamaron al Plan Nacional de Tecnificación y ahí decidí tomármelo en serio.

-Le pregunto por tres rasgos que definan su carácter.

-Humilde, estricto, en el sentido de disciplinado, y tranquilo. A veces tengo mi vena. No diría que agresiva, pero sí fuerte… Pero sobre todo eso, disciplinado y tranquilo.

-¿Cuándo le sale esa vena fuerte?

-Cuando algo se sale del plan. Soy muy organizado y si algo no sale como esperaba, me pone nervioso. Es una tontería, pero por ejemplo yendo en el coche de copiloto con mi madre me pongo muy nervioso con la gente de fuera.

-¿Y cuál de esos rasgos que le definen le ha ayudado más?

-La disciplina y el trabajo. Por mucho talento que tengas, si no entrenas no consigues nada. Hay que ser constante y estricto con el entrenamiento, la técnica, la preparación física y psicológica.

-Precisión, fuerza, técnica, control mental… ¿En qué porcentajes hay que tener cada una de esas cosas para ser un buen tirador?

-Depende del nivel. En iniciación, la técnica es la base. En alto nivel, yo diría: un cinco por ciento el material, un diez por ciento la preparación física, quince por ciento de técnica y el resto cabeza: control mental, atención y gestión emocional.

-¿Entrenan eso a menudo?

-Sí, muchas veces a la semana. Tenemos la suerte de trabajar con Pablo del Río, psicólogo del CAR de Madrid con más de 30 años de experiencia. Me ha ayudado muchísimo a gestionar nervios y expectativas. Cada flecha requiere concentración plena.

-Entrenan también en condiciones raras, ¿verdad?

-Sí. Otro entrenador nuestro, de Ibiza, nos pone ejercicios extraños: tirar más lejos, con dianas más pequeñas, a la pata coja, con tensión, incluso dándonos con un churro en la cabeza para mantener la concentración. Tiene más de cuarenta años de experiencia y se le ocurren cosas que a nadie más.

-También inciden en estar en el momento presente, en el aquí y ahora.

-Sí. Es una filosofía de vida, no solo deportiva. Intento estar presente en lo que hago: si estoy con mis padres, estoy con ellos; si hablo contigo, no pienso en otra cosa. No se trata de lo que pasó ni de lo que puede pasar, sino de lo que haces ahora.

-O sea, aplica al deporte lo que aprende en la vida, y no al revés.

-Exacto. El deporte lo hago porque me gusta y encaja con mi vida personal. No haría nada que afectara a eso. La base es disfrutar. Si algo en la vida personal te mejora, también mejora el deporte. Dormir bien, tener rutinas… todo influye. Es una filosofía de vida, no solo del arco.

-Ahora vive la cara amable del deporte, pero el año pasado fue distinto. ¿Qué pasó?

-El año pasado tiré muy bien: batí récords de España, de Europa y del mundo júnior. Gané medallas en Copas del Mundo y Europa, pero llegó la presión de los Juegos. Me creí que tenía que ir sí o sí por mis resultados, y esa presión me pudo. Llegó un punto en que decidí no competir más ese año, ni siquiera en el campeonato de España. No veía beneficio, solo desgaste. Fue duro decidirlo, pero luego supe que fue lo mejor. Aprendí mucho. Ahora pienso que si llegan los Juegos, bien; si no, no pasa nada. Por ejemplo, los Juegos son mediáticos, pero un Mundial es más difícil, con muchos más rivales.

-¿Y teme que le vuelva a pasar?

-Sé lo que ocurrió y cómo pararlo. Me di cuenta de patrones que no veía: bajaba a entrenar mirando la hora para irme, sin hablar con mis compañeros. Cuando analizas eso con el psicólogo ves que no es normal. Si haces esto porque te gusta, ¿por qué estás deseando irte? Ahora lo entiendo mejor.

Imagen principal - Andrés Temiño, durante la entrevista

Imagen secundaria 1 - Andrés Temiño, durante la entrevista

Imagen secundaria 2 - Andrés Temiño, durante la entrevista

Andrés Temiño, durante la entrevista
Belén Díaz

-¿Qué hace aparte del tiro con arco? ¿A qué se quiere dedicar?

-No lo sé aún. Tengo 21 años y tiempo por delante. Estudio transporte y logística, no porque me apasione, sino por las salidas laborales. Pero todavía no tengo claro a qué me dedicaré cuando me retire.

-El doble título mundial traerá becas mayores.

-Sí. Cuando todo va bien, disfrutar es fácil. Cuando va mal, cuesta mucho. Pero intento mantener la misma filosofía: disfrutar del proceso. Las becas dan estabilidad económica y tranquilidad, también para ayudar a mis padres si hace falta. Pero lo importante es seguir disfrutando y viviendo el presente. Si el año que viene no hay resultados, seguiré igual, porque sé que eso funciona.

-¿Y patrocinadores? ¿Ha caído alguno nuevo?

-Ya tengo acuerdos con marcas que me proporcionan todo el material que necesito. No han llegado nuevos, pero tampoco los he buscado. Estas semanas las he dedicado a mi familia, a descansar, a ser Andrés hijo, sobrino, tío… no el deportista. Esos momentos también son necesarios.

-Elia Canales ha aprovechado para firmar por una Superliga profesional en la India. ¿Se abren nuevas oportunidades?

-Sí, en el Mundial me lo propusieron, pero dije que no. Tenía el bautizo de un sobrino y la familia está por encima de todo. Si me avisan antes, la próxima vez iré encantado, pero en ese momento mis prioridades eran otras.

-¿Algún deportista famoso al que admire?

-Rafa Nadal, por cómo ve el deporte. Su filosofía me encanta: eso de ‘cuando deje de disfrutar, lo dejo’. También admiro a Arturo Coello y Agustín Tapia, del pádel. Son humildes y no pierden sus raíces.

-¿Practica ese deporte?

-Sí, me gusta. No se me da ni bien ni mal, aceptable. Veo torneos, y si no juegan Tapia y Coello, casi no los miro. Me identifico con ellos porque empezaron desde abajo, en un deporte minoritario, como el nuestro.

-La última: ¿alguna felicitación especial?

-Dos: una de Pau Gasol, que la puso en Facebook, y otra de los Reyes, de la Casa Real. Me hizo mucha ilusión.