Sábado, 2 de agosto 2025, 02:00
Un tormenta veraniega provocó que el escritor Luis Blanco se resguardarse en los soportales de lo que hace cien años era el Centro Católico y hoy un moderno asador que aún muchos avilesinos recuerdan como sala cinematográfica. Allí, protegido de la lluvia, escuchaba la «dulzona melodía» de un tango que se interpretaba al piano en la cercana Casa Camueso y observaba la calle hasta que el pintor Luis Bayón le planteó la posibilidad de tomar un café en el Imperial.
Así que ambos fueron hacía ya, protegiéndose de la tormenta a lo largo de la calle Suárez-Inclán [La Fruta] para conversar delante de un «moka». Y, aunque al principio huye de la posibilidad, Luis Bayón acaba respondiendo a algunas preguntas sobre el arte.
En esa época completaba su formación en la Real Academia de San Fernando a Madrid donde, según recuerda, había llegado gracias al apoyo del Ayuntamiento, la Escuela de Artes y Oficios y la Sociedad de Amigos del Arte, al igual que otros creadores avilesinos como Alfredo Aguado o los hermanos Espolita. Luis Bayón también agradece el apoyo que había recibido en la capital de José Manuel Pedregal y de José Francés.
Bayón asegura haber nacido con la pasión creadora y recuerda sus primeros pasos en la Escuela de Artes y Oficios. «Amo con locura la inquietud de la creación y el remanso suave del estudio», afirma. De ahí que no dudase en renunciar a la comodidad de un empleo en la Compañía de Maderas «que oxidaba los miembros e inteligencia» para formarse como artista en Madrid.
El pintor defiende la formación que recibe en la Academia de San Fernando donde, la sucesión de profesores, permite que se borren las posibles influencias para dar salida al espíritu creador. Confiesa que intenta pasar «como una sombra, desapercibido, aprendiendo todo lo posible y estudiando al máximo».
Luis Bayón asegura que en esas fechas ha abandonado su faceta de caricaturista para centrarse en la pintura, al considerar que era un «estorbo» en su carrera. Y no duda en criticar a los diferentes ismos del momento: «Son cuatro insinceros, verdaderos camelistas que se aprovechan del afán de esnobismo».
1925. Hace 100 años
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