El presidente estadounidense, Donald Trump, ha aprovechado sus últimas apariciones públicas para atacar a España al considerar que «no juega en equipo» en la OTAN. España es el único que se ha mostrado escéptico con el compromiso de elevar el gasto militar hasta el 5% del PIB para 2035 y el mandatario republicano ha criticado hasta cinco veces la decisión de Pedro Sánchez en los últimos diez días. Pese a este cruce de acusaciones, en los últimos años grandes compañías nacionales han logrado contratos con el Ejército de EEUU por valor de 28.397 millones de euros. 

Pese a estas cifras, España, igual que el resto de la Unión Europea, sigue siendo muy dependiente de la industria militar de Estados Unidos: el 60% del gasto en armamento que acometen los países europeos acaba engrosando las cuentas de resultados de compañías estadounidenses como Lockheed Martin, Northrop Grumman, L3Harris Technologies, General Dynamics o RTX Corporation. De hecho, el pasado jueves el Gobierno decidió sumarse al grupo de países de la OTAN que comprarán armamento, en su práctica mayoría a EEUU, para ayudar a Ucrania. Se trata de una financiación adicional de los miembros de la Alianza tras la petición de Volodímir Zelenski «para proteger sus ciudades e infraestructuras energéticas de los bombardeos rusos».

Estas rencillas en la relación diplomática entre España y Estados Unidos, sin embargo, no han sido un impedimento para que la industrial vasca Sapa, controlada por la familia Aperribay, haya sido seleccionada por el Ejército de EE.UU. este mismo mes para suministrar los sistemas de transmisión de la nueva generación de carros de combate, cuyas primeras unidades ya se están entregando y cuya producción en serie está prevista para 2028. El contrato de hasta 5.150 millones de euros (6.000 millones de dólares) tiene vigencia hasta 2040 en alianza con la multinacional estadounidense General Dynamics, presente en España a través de su filial Santa Bárbara.

Florentino Pérez hace caja en EE.UU.

Las grandes constructoras españolas también están haciendo caja con el ‘boom’ que vive la defensa. En septiembre, la Armada de Estados Unidos adjudicó a ocho contratistas internacionales diversos trabajos en sus bases situadas en el Pacífico. Entre ellos figura la alianza integrada por Acciona y la compañía estadounidense CMS. El contrato, valorado en 12.800 millones de euros, se ejecutará en varias fases hasta el año 2033. Las inversiones se distribuyen por toda la región, incluyendo Australia, Papúa Nueva Guinea, Timor Leste, Micronesia, Filipinas, la Mancomunidad de las Islas Marianas del Norte, Midway y la isla Wake, y abarcan el desarrollo y modernización de edificios, muelles y embarcaderos, así como trabajos de dragado, la mejora de plataformas y pistas de aterrizaje, la creación de almacenes de combustible, carreteras, hangares y otras infraestructuras complementarias.

ACS ha entrado en un programa del Departamento de Guerra de Estados Unidos para reforzar las infraestructuras de las fuerzas aéreas, a través de sus filiales norteamericanas integradas en Flatiron Dragados. Comparte proyecto con una docena de compañías que ofrecerán servicios de diseño, construcción y mantenimiento bajo un contrato que podría extenderse hasta 2035. Esta iniciativa se suma a otras adjudicaciones del Ejército estadounidense, como la de 6.000 millones de euros junto a Ferrovial y la de 2.700 millones para renovar astilleros y bases navales. En total, la compañía opta a contratos de hasta 52.000 millones en infraestructuras militares en EE.UU., Australia y la UE. Ferrovial logró también el pasado año un contrato por valor de 140 millones en Puerto Rico a través del Departamento de Guerra.

La base de Rota, clave para Navantia

Los astilleros públicos de Navantia mantienen una relación estrecha y de años con la Basa Naval de Rota (Cádiz). Desde 2013 la compañía pública es la encargada del mantenimiento de buques clase DDG-51 y en 2021 logró un contrato de 822 millones hasta 2028 para ofrecer reparaciones a sus destructores lanzamisiles Clase Arleigh Burke y otros buques estadounidenses que operan en la zona. En una reciente entrevista en EL PERIÓDICO, el presidente de Navantia Ricardo Domínguez reconoce que Navantia que “no vende buques a la Armada estadounidense porque es autosuficiente, pero la satisfacción por el mantenimiento es altísima”. Indra, por su parte, cuenta con contratos valorados en 400 millones en aviación civil y el pasado año ganó la principal adjudicación en el país para renovar el sistema de comunicaciones tierra-aire.

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