Hoy ha dado la vuelta al mundo la trágica noticia de la muerte, a los 70 años, de Björn Andrésen, el músico y actor que encarnó al inolvidable Tadzio de la adaptación de Muerte en Venecia (1971) del cineasta italiano Luchino Visconti. Su búsqueda del adolescente perfecto para encarnarlo quedó registrada para la posteridad en el mediometraje documental Alla ricerca di Tadzio (1970) del propio director, donde se muestra el largo proceso y los cientos de candidatos que precedieron a Andresen. El primer elegido fue el mismísimo Miguel Bosé, pero Visconti se dio de bruces con la oposición de su padre, el torero Luis Miguel Dominguín.

En 2021 pudimos conocer mucho más acerca de los entresijos de su tormentosa vida antes y después de que Andrésen hiciese historia en el mundo del cine (y en la cultura popular japonesa, pero eso da para todo un libro) gracias a El chico más bello del mundo, el exquisito documental de Kristina Lindström y Kristian Petri, disponible en Filmin. En ese mismo documental se incluye el metraje de la llegada de Isabel II y la princesa Ana al estreno mundial de la cinta el 1 de marzo de 1971 en el Warner West End Cinema de Londres. Además del director y su coprotagonista, el actor británico Dirk Bogarde, que interpretaba al sufrido Gustav von Aschenbach, también acudió a la cita el jovencísimo Andrésen, que había rodado la película en Venecia apenas unos meses antes.

Fue allí, tal y como atestiguan los recortes de prensa que se muestran en el documental, donde Visconti lo describió por primera vez como “el chico más bello del mundo”, un apelativo que lo persiguió durante toda su vida. Eso sí, apenas dos meses después, al presentarla en el Festival de Cannes, el director fue mucho menos generoso con sus apelativos al explicar cómo dio con él: “¡Habíamos encontrado a Tadzio! Era aún más hermoso en aquel entonces, ahora ha envejecido. Ahora es demasiado alto. Su pelo está largo. Era un niño más lindo por entonces. Él no lo sabe, pero está cambiando. Podría convertirse en un hombre guapo, pero por el momento… bueno, está en una edad incómoda”. Aunque para incómoda, la expresión un tanto confusa y dolida del aún adolescente, de apenas 16 años, mientras Visconti hablaba así de él pese a tenerlo sentado justo al lado. Estuviese conforme o no con los estragos del paso del tiempo, lo cierto es que Visconti ostentaría los derechos de explotación de su rostro durante tres años.