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El CNIC. Ubicado en Madrid, el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares Carlos III es una institución pionera comandada por uno de los cardiólogos más relevantes del mundo, Valentí Fuster, quien, según el último ranking del grupo de investigación Cybermetrics Lab, es el científico español más citado de la historia. No es de extrañar: basta echar un vistazo a sus hitos para percatarse de que ha sentado las bases de la cardiología actual. Algo que hoy nos parece tan de Perogrullo como que es mejor prevenir que curar se lo debemos a él.
Pasear por el CNIC es descubrir el mundo de la medicina de precisión del futuro. En uno de los laboratorios se desarrollan terapias de ARN que bloquean la síntesis del colesterol; una de ellas, ya en el mercado, se administra dos veces al año. En otro investigan tecnologías de edición genética CRISPR para tratar in vivo enfermedades cardíacas hereditarias. Y entre los últimos hallazgos de este centro figura el haber descubierto cómo un metabolito de la microbiota intestinal está detrás de la arteriosclerosis. Algunas imágenes parecen salidas de películas de ciencia ficción.
El cardiólogo nos cita a las 7:30 de la mañana en su despacho. Él ha llegado hace una hora procedente de Nueva York, donde reside y dirige desde 1994 el prestigioso Instituto Cardiovascular del Hospital Mount Sinai.
Ya hace 20 años que cada semana toma un avión el jueves por la tarde para amanecer el viernes en el CNIC, donde le espera una maratoniana jornada junto a los investigadores del centro y en la que también reserva tiempo para sus dos «obsesiones», los jóvenes, que «son el futuro», y la divulgación de la salud.

Sus 82 años cumplidos, los viajes constantes a uno y otro lado del charco y una agenda científica y clínica imposible para cualquier otro humano no parecen agotarle la energía. «Es porque lo que hago me motiva», asegura. Realmente, Fuster es excepcional.
CNIC
Un grupo de investigadores del CNIC liderado por la doctora Sara González descubrió una proteína que participa en la maduración de los vasos del corazón durante el desarrollo embrionario y cuyo déficit afectaría a las arterias coronarias. con técnicas microscópicas de alta resolución se ha conseguido un detalle sin precedentes de la vascularización coronaria, en este caso en el corazón de un ratón.
«Llevo toda la vida dedicado a estudiar el corazón y aún no comprendo cómo puede estar toda la vida contrayéndose con tanta eficiencia sin averiarse», confiesa con franqueza nada más comenzar a charlar. Revisar algunos datos de este órgano de apenas 300 gramos es contagiarse de la fascinación de Fuster: late una media de 60 veces por minuto –30 en el caso de deportistas fuera de serie como Miguel Induráin o Kilian Jornet–, unos 3.000 millones de veces a lo largo de una vida; sus válvulas se abren y cierran constantemente y aguantan décadas funcionando a la perfección, pese a que sus células apenas se regeneran. Con la edad, obviamente, pueden deteriorarse y necesitar un reemplazo.
Pero a pesar de lo competente que es este órgano, las enfermedades cardiovasculares son desde hace unas décadas la primera causa de mortalidad en el planeta, por delante incluso del cáncer. Según estimaciones de las principales asociaciones de cardiología internacionales, cada año fallecen al menos 17 millones de personas a causa de enfermedades del corazón, una cifra que va en aumento y que está íntimamente ligada a una dieta inadecuada con un alto contenido en azúcares y grasas, al sedentarismo, al tabaquismo, a la contaminación, al sobrepeso y a la obesidad.
CNIC
La vasculatura linfática del corazón, que cumple funciones tales como la protección de este órgano frente a infecciones o a la recuperación tras un infarto, es aún muy desconocida. El estudio de los doctores Miguel Torres y Ghislaine Lixoux desveló que en su formación participan células de distintos tejidos.
«Empecé mi carrera investigadora ahondando en las causas de las cardiopatías, en cómo, cuándo y por qué se producía la enfermedad, hasta que me di cuenta de que la mayoría están causadas por la conducta humana –dice Fuster–. Eso me hizo cambiar el foco y centrarme en fomentar la salud a través de la prevención».
Ese cambio de rumbo explica en buena medida los dos proyectos que implementó en el CNIC cuando asumió su liderazgo en 2004 y que continúan siendo el buque insignia del centro: la polipíldora, que la OMS ha reconocido recientemente como medicamento esencial, y el estudio PESA CNIC-Santander, sobre la aterosclerosis.
polipíldora: la medicación pautada
La polipíldora nació de otra obsesión de Fuster: la adherencia al tratamiento, o lo que es lo mismo, la necesidad de que el paciente se tome la medicación pautada, algo que le sorprendía que no ocurriera, ni siquiera cuando las personas habían sufrido un infarto. De ahí que quisiera simplificar el tratamiento y reducir la prescripción diaria de tres o cuatro pastillas a solo una.
Esta es la génesis de la polipíldora, que ha costado más de 20 años sacar adelante y al menos 30 prototipos hasta dar con la fórmula del éxito. Hoy este fármaco se comercializa en 25 países europeos y está recorriendo los últimos pasos para lanzarse también en Estados Unidos. Su bajo coste, destaca esperanzado Fuster, puede hacerlo decisivo en países en vías de desarrollo, donde en las últimas décadas la enfermedad cardiovascular se está disparando.
«Un colesterol elevado es mucho más perjudicial para las arterias a los 40 años que a los 60».
La enfermedad cardiovascular empieza en las piernas
Otro de los grandes descubrimientos del CNIC ha llegado gracias al estudio PESA CNIC-Santander, que ha constatado que las enfermedades cardiovasculares, como ocurre con las neurodegenerativas, empiezan décadas antes de dar la cara. El estudio hizo un seguimiento durante 10 años a 4.000 trabajadores voluntarios del Banco de Santander de entre 40 y 55 años para descubrir que la enfermedad cardiovascular se iniciaba en las piernas, donde están las grandes arterias, sin dar síntomas y que posteriormente avanzaba afectando las arterias más pequeñas. «Fue una revelación –subraya Fuster–. Vimos que los factores de riesgo tienen un impacto mucho mayor en la gente más joven: un colesterol elevado es mucho más perjudicial para las arterias a los 40 que a los 60».
Estos hallazgos han llevado al CNIC a iniciar, con la Fundación Pascual Maragall, el estudio PESA Brain, que escudriña la relación entre la enfermedad cardiovascular y la neurodegenerativa dentro de la misma población de voluntarios del Santander. Y es que el hecho de que el flujo sanguíneo arterial se vea afectado por las placas de colesterol reduce la cantidad de irrigación que recibe el cerebro, lo que implica menor glucosa en este órgano y la muerte de las células nerviosas.