Quién iba a contarle a Cornbread y Taki 183, dos de los grandes precursores del grafiti allá por los años 60 y 70 en Estados … Unidos, que los artistas mirandeses iban a colarse con su misma disciplina urbana en iglesias, comisarías policiales, galerías de arte, negocios particulares y proyectos urbanísticos municipales tan sólo medio siglo después. Lo han logrado Esteban Espinosa, titular del proyecto Tinte Rosa, y Rodrigo Araiko, pionero del arte urbano en la ciudad, y otros muchos artistas. Todos ellos han cambiado la concepción de Miranda a base de color y talento.

Se dice que para muestra, un botón, y es que este fin de semana el propio Espinosa finalizara un vistoso mural en la parroquia de Santa Casilda, una obra en la que ha logrado unir la figura religiosa que presta su nombre a la iglesia con diferentes emblemas de la cultura mirandesa, y que ha encantado a los vecinos.

«El párroco se puso en contacto conmigo. Desde el primer momento me dio total libertad para plasmar lo que considerase conveniente, y eso es algo que agradezco muchísimo», agradecía el artista mientras repasaba los últimos trazos. Se trata de un mural de grandes dimensiones que busca rendir homenaje a la virgen y también refleja diversos elementos de la cultura mirandesa: la propia Santa Casilda, la Virgen de Altamira, una vista del puente de Carlos III y el escudo del Mirandés. «Son símbolos que, en conjunto, nos representan como vecinos y ciudadanos de Miranda», apunta Espinosa.

Es la primera ocasión en la que el diseñador colabora con un espacio religioso y, curiosamente, lo hace solo unos meses después de que la Policía Nacional de Miranda contase con su talento para conmemorar el 200 aniversario del cuerpo en la comisaría. El arte urbano se ha colado en espacios que hubieran sido impensables años atrás y lo ha hecho por la puerta principal.

«Es un tipo de espacio muy especial y, a la vez, un reto. Lo cierto es que estoy coleccionando lugares bastante dispares en los que he trabajado, pero todos ellos tienen algo en común: me encanta dar color a distintas zonas», sentenciaba.

Para el joven párroco de Santa Casilda, Pedro Puigdomenech, se trata de «una verdadera obra de arte que necesitábamos para cambiar la imagen exterior de la iglesia, y se ha podido llevar a cabo gracias al altruismo de una señora que viene a la iglesia. Queríamos que todos los mirandeses se sientan identificados al ver el mural y creo que se ha logrado».

Tinte Rosa ha inundado la ciudad con sus obras en los últimos lustros, pero Rodrigo Araiko tampoco se ha quedado atrás con sus diseños. El último, un Diálogo de Sombras al que ha dado forma en diferentes enclaves, uno de ellos tan emblemático para los artistas mirandeses como lo es la U del Antonio Cabezón. Antaño, epicentro de la cultura urbana en la ciudad.

Mil sentimientos se mezclan en este mural, que dialoga con otros de la colección, pero hasta el más despistado ha advertido la ingente cantidad de obras que Araiko ha brindado a Miranda en los últimos tiempos, desde ‘La Tercera’ dando la bienvenida a la Parte Vieja, hasta las nubes del Putente, los literarios de la Plaza Cervantes o la figura de Gregorio Solabarrieta, entre otros.

«Empecé a pintar en el 1998, lo hacíamos en grupos y era mucho más grafiti. Siempre se ha colaborado con gente, pero sin internet era más difícil. Pintar unía mucho por aquél entonces, ahora es más difícil porque es un mundo más individualista», reconoce.

Su objetivo siempre ha sido el mismo, «sacar mis ideas a la pared», y se enfocó sobretodo en el mundo de los murales. «Ahora, en Miranda, sólo pintamos los de aquí y eso me da mucha pena, me gustaría que vinieran otros artistas de fuera y la gente pudiera contrastar los diferentes estilos».

El mismo arte urbano que hace no tanto estaba vetado y perseguido en todos los espacios públicos, hoy necesita de respaldo institucional para evolucionar al siguiente nivel. «En otras ciudades vemos que hay más apoyo institucional para el arte urbano desde el punto de vista cultural, no tanto comercial», cierra. Próximamente, Araiko renovará la obra de Plaza Cervantes adaptándola a ‘Diálogo de sombras’. «Me voy a centrar en el Quijote, en el autor y Sancho Panza», desvela.

Mientras Araiko mira al horizonte con el lema «el arte no tiene fronteras» tatuado entre ceja y ceja, Esteban Espinosa vuelve a poner sobre la mesa la necesidad de crear un espacio para que los mirandeses más jóvenes comiencen a dar sus primeros pasos. Han pasado años desde que propuso la creación de un ‘Wall of fame’ a la Corporación municipal, «un espacio libre, legal y respetado donde poder expresarse sin miedo a sanciones ni a que lo borren al día siguiente sigue siendo muy necesario. Ayudaría a canalizar mucha creatividad que ahora mismo no tiene un lugar fijo», explica Espinosa.

Con más de un centenar de obras repartidas por la ciudad, Tinte Rosa tiene claro que la ciudad «debería apostar por integrar el arte urbano en su planificación urbana, no como algo puntual o decorativo, sino como parte del paisaje. Hay muchísimos muros, espacios industriales, colegios, centros sociales…sitios con potencial para convertirse en auténticas galerías al aire libre».