
Alicia Alvarez de Sotomayor ante el cuadro ‘Abuela y nietos’
Cortesía Fundación Barrié
Desde hace dos semanas, la Fundación Barrié muestra al público el legado de quien es considerado uno de los mejores retratistas de Galicia, e incluso de España, y que llegó a regir los designios de los coruñeses en los años 30: Fernando Álvarez de Sotomayor. Bajo el título ‘Fernando Álvarez de Sotomayor (1875-1960)’, a la inauguración no quisieron faltar sus descendientes, como es el caso de dos de sus nietas, Maya Álvarez de Sotomayor de León y Alicia Álvarez de Sotomayor de León, las cuales decidieron posar ante alguna de las obras favoritas pintadas por su abuelo.
Maya guarda buenos recuerdos de su abuelo, aunque Alicia no lo llegó a conocer en persona, pero ambas coinciden, de primera o segunda mano, en destacar la bondad de su abuelo. “Todos me recuerdan que era una grandísima persona, además de buen pintor, que eso es evidente (sonríe), a nivel familiar era de una gran bondad”, apunta Alicia.
En el caso de Maya, llegó a vivir con él en Madrid, en Puerta de Hierro, cuando dirigía el museo del Prado. “Era adorable”, recuerda, mientras rememora los momentos tras la cena en una época sin televisión: “Mi abuelo siempre estaba dibujando, todo el tiempo, como quien tiene que hacer gimnasia para estar siempre en forma, entonces yo le pedía que me pintase gallinas, vacas… y él me enseñaba, ‘tienes que hacer así, Maya’, me decía. Lo recuerdo muy entrañablemente”.
Pero además de su faceta artística y familiar, Maya guarda en su memoria la debilidad de su abuelo. “Le chiflaba el dulce, le encantaban los merengues, ahora ya no los veo en las pastelerías. Me causaba estupor ver que se tomaba esos merengues de fresa, de nata…”, cuenta entre risas.
Paseos al Prado
En aquel tiempo, Álvarez de Sotomayor dirigía el Prado. Sus nietos iban muchas veces desde el domicilio del abuelo, en la madrileña calle Espalter, hasta la de sus abuelos maternos. Por el camino, pasaban junto al Prado. El despacho del director estaba en un bajo y la ventana daba a la calle. “Nos encaramábamos a la ventana, llamábamos, nos abría y nos daba caramelos. Nos encantaba”, apunta Maya sonriendo.
A veces les daba un paseo por el museo. Maya tiene grabado un cuadro de Murillo, de la Virgen. “Me parecía preciosamente pintada y él nos explicaba, ‘mirad cómo ha puesto aquí la sombra o ese golpe de luz’, pero la mayoría de veces que íbamos era a la ventana para que nos diera caramelitos”.
El legado retratista
Durante su paso por A Coruña, en la exposición, Maya posa con el cuadro en el que Álvarez de Sotomayor retrató a su abuela, Pilar de Castro Gómez. Aunque apunta que su favorito es ‘Abuela y nietos’, “que es mi bisabuela y, entre los nietos, están mis tías, siempre me encantó”.

Maya Alvarez de Sotomayor ante un cuadro de su abuela pintado por Sotomayor
Cortesía Fundación Barrié
Es precisamente la obra ante la que posa Alicia, que lo cita también como uno de sus favoritos, junto a “uno que no está en la exposición, en el que salen mi padre y su hermano, cuando eran niños, siempre me gustó y me llamó la atención”.
Ambas nietas coinciden en el orgullo de ver el legado de su abuelo mostrado a los coruñeses en la Barrié. “Estoy muy contenta de que se haya hecho una muestra así y que se le siga recordando”, asegura Alicia, algo en lo que reincide Maya: “Que se le recuerde a mi abuelo en Galicia, que era su tierra amada, me parece maravilloso”.
Maya tiene claro que fue “un magnífico pintor”. “Fue uno de los mejores retratistas de España y de Europa, pero como retratista de sacar a las personas, que era lo que más le gustaba”. Se refiere Maya al interior de la gente. “¿Cómo no le van a recordar? Si sacaba el alma de los gallegos, sacaba el alma a cualquiera”, dice recordando obras como ‘Romería’; ‘Procesión en Malpica’, “que parece que estás allí viendo a la gente”; o ‘Comida de boda’, “hoy todavía vas a una boda y sigue habiendo eso”. “Al pueblo gallego lo calcaba”, concluye Maya.