
Roberto Díaz, junto a algunas de sus obras, en la Casa Museo Picasso
Javier Alborés
Dicen que lo bueno se hace esperar. Y es que, la última vez que los coruñeses pudieron ver una exposición de Roberto Díaz (A Coruña, 1973) en la ciudad tenían que hacerlo con mascarillas. Ahora, cuatro años después, presenta en la Casa Museo Picasso ‘Tiempo suspendido: geografía de la espera’, una composición de 28 óleos al más puro estilo ‘Roberto Díaz’ y en la que mostrará, hasta el próximo 30 de noviembre, “el mejor resumen” a sus casi treinta años de trayectoria artística.
¿Qué historia hay detrás de la exposición?
Esta muestra digamos que es mi expo más completa. Llevo casi treinta años en la pintura, tengo obras por todo el mundo, pero esta es la que más ilusión me hace. Es en Coruña, mi casa. Es también mi exposición más madura. Si alguien no ha visto nada mío nunca, va a ver un Roberto Díaz muy reconocible. Puedes ver mis 30 años de pintura: la presencia de la figura femenina, el reposo, los contrastes de luz… En esta exposición se ve el mejor resumen de Roberto Díaz.
¿Por qué ‘Tiempo suspendido: geografía de la espera’?
Poner títulos no es fácil. Yo me dedico a pintar pero cuando tienes que buscar un hilo conductor a veces resulta complicado. Me llegué a dar cuenta que durante toda mi obra, las figuras (en su mayoría femeninas) siempre están en reposo. Se para el tiempo y ahí el espectador conecta con él cuando y ve una historia. Cada uno la sigue a su manera, claro. Lo que pretendo es que el espectador se ponga delante, relacione esa imagen con algo y vea una historia. Todos tenemos una historia.
¿Le influyó mucho la pintura de Hooper y Ramón Casas?
Me influye mucho la pintura figurativa de siempre. De hecho, hay muchos museos de arte contemporáneo en el mundo pero al final la gente acaba yendo a los museos donde ves un Goya, un Velázquez o un Sotomayor. La gente va a ver pintura clásica. Yo he sido director de un museo y eso lo veo. La gente va a ver las obras de los mejores actores de siempre. Yo soy muy fan de Ramón Casas y de Sotomayor. Pero también de Isaac Díaz Pardo. De hecho, me hace mucha ilusión que coincida mi exposición con las suyas en la ciudad. Es una pasada ver tres autores gallegos de diferentes corrientes y épocas expuestos en la ciudad.
¿Impone que sea en la Casa Museo Picasso?
Por supuesto. El nombre lo tiene. Yo estudié donde estudió Picasso, y ahora, por segunda vez, expongo donde vivió. Hay, en cierta medida, una conexión con él. Me impone un poco, la verdad.
Vuelve cuatro años después.
Efectivamente. Fue con la expo ‘Titanes’. De aquellas había mascarillas y todo relacionado. Aunque es verdad que entre medias hice una pequeña en el Palacio de la Ópera, pero solo era para gente que iba a eventos. La expo más grande y accesible sin mascarillas es esta. La de ‘Titanes’ era más pequeña. Eran como 12 obras, en esta hay 28. El hilo conductor son figuras en posición de hacer algo, lo que a mí me gusta llamar melancolía urbana. Tú vas por la calle con tu estrés y no ves. Hay gente que ve pero no mira. Cuando la mayoría no ve nada, yo siempre suelo sacar algo.
Aunque el año pasado celebró el 25 aniversario de su primera muestra con un catálogo.
Mi primera exposición fue en febrero de 1999. Me cedieron la sala Fonseca, muy cerca, de hecho, de la Casa Museo Picasso. Me hizo mucha ilusión, era la primera vez que me desnudaba. Era una época muy romántica. El año pasado, con motivo de los veinticinco años se hizo un catálogo con mis 25 obras favoritas. Fue muy difícil pero como era un autohomenaje las acabé eligiendo sin problemas. Sentí que era como cerrar una etapa. Mirar para atrás y pensar lo que llevo hecho. Está expo la veo como una etapa nueva. De hecho, en ella hay un par de obras del Rober 2.0. Es difícil evolucionar si llevas treinta años con el mismo estilo. Cada cierto tiempo, doy una vuelta de tuerca. Ahí hay un par de cuadros que son más atrevidos, más macarras Lo bonito de mi pintura es que, aunque los cuadros no estén firmados, se sabe que son míos.
¿En qué ha cambiado en este primer cuarto de siglo?
Soy prácticamente el mismo, llevo la misma placa base, por así decirlo. Tengo más experiencia, eso te lo da la vida. Me pasé media vida en Cataluña, donde toqué muchos palos del arte. No obstante, la esencia que tenía en 1999 es exactamente la misma que en 2025. Me siguen motivando las mismas cosas. Algo bueno es que no me aburro de mí; de hecho, me llevo bastante bien conmigo mismo. Ahora he llegado a un momento de paz.
¿Y su arte?
Desde jovencito tenía muy claro lo que quería. No es fácil. Tú ves cuadros míos en 1997 y son la misma esencia que ahora. Pude haber cambiado en técnica, quizá lo que antes hacía en cuatro semanas ahora lo hago en dos, y de otra manera. Lo que es la base y la idea del cuadro es prácticamente lo mismo. Me tiré 15 años en Cataluña y me influyó mucho la luz más potente que tienen allí, en eso mejoré.
Usted también ha vivido el arte desde diferentes perspectivas.
Yo tengo una visión 360. Lo he vivido desde el mundo empresarial en una compañía que empezó en una boardilla y acabó en una una nave industrial de 600 metros cuadrados. Vi el mundo del arte desde el mundo empresarial. Cuando fui director de un museo, vi este mundo más desde la gestión. Estuve también en marketing. He tocado la gestión cultural, el empresarial y ahora el artístico. Tengo una visión bastante global y completa. La gente se cree que el arte es poca cosa pero es un abanico de opciones tremenda.
¿Cuáles son sus próximos retos en este mundo?
Mi próximo reto es seguro disfrutando. El día que llegue al estudio y no me apetezca pintar, me dedicaré a otra cosa. Tuve altibajos, como todo el mundo. Todo es muy bonito cuando está colocado, pero el trabajo que hay detrás es tremendo. Mucha incertidumbre y mucha soledad. El día a día es jodido. A veces piensas hasta qué punto vale la pena, pero al final es de lo que vivo. Reunir 28 obras no es fácil. Más de mil personas han pasado por la exposición en 14 días que lleva abierta. Es una señal de que a la gente le está gustando. Eso es una pasada.