Fue la única de su clase capaz de realizar el hechizo desvanecedor. Quizá por eso desapareció. Emma Watson, que cumplió el pasado 15 de abril 34 años, entró en el mundo del cine por la puerta grande gracias a la franquicia de Harry Potter. Cuando tenía nueve años, su profesor de teatro, sabedor de que los estudios buscaban a una niña, contactó con el director de casting de la incipiente saga. La seguridad que demostró Watson lo convenció. Emma sería Hermione durante muchos años. 

Tal vez demasiados. Su interpretación fue una de las más aplaudidas en Harry Potter y la piedra filosofal, quizá porque Emma Watson no andaba muy lejos de aquella niña sabelotodo. Se había criado en París hasta los cinco años y, por aquel entonces (luego, reconocería que iría olvidándolo), hablaba perfecto francés. Sus padres, dos abogados ingleses de postín, se separaron, y Emma Watson pasó sus cuatro años siguientes a caballo entre Oxford y Londres. 

Estudió en un colegio privado de nombre harrypotteresco (Dragon School), coleccionaba las notas más altas de su aula, leía todo lo que caía en sus manos y practicaba hockey. Es decir, una Hermione muggle.

Una juventud mágica

Para los nacidos en los noventa y primeros dos mil, Harry Potter fue el parteaguas de su generación. Todo lo que tenía importancia, guardaba relación con Hogwarts. Emma Watson, así, ocupó un lugar de preferencia en el panteón de millones de niños y adolescentes. A lo largo de la franquicia, Hermione fue sumando adeptos, que lentamente se interesaron por la persona que estaba al otro lado de la cámara. Emma Watson fue una estrella mientras duró su matrícula en el colegio de Magia y Hechicería. 

Pese a su habilidad con hechizos y pociones, el momento preferido de Hermione por muchos espectadores no exige de ninguna pericia mágica. Si acaso, de un par de entrenamientos de boxeo. En la tercera película, Harry Potter y el prisionero de Azkaban, Hermione le asesta un puñetazo al odioso Draco Malfoy (actor del que ella estaba enamorada, y con el que todos los niños mantuvieron una extraordinaria relación). 

A los quince años, Emma Watson se convirtió en la persona más joven en aparecer en la portada de Vogue. Para entonces, el libro Guiness de los Records la consideraba la actriz mejor pagada de la década. No mucho más tarde, comenzó a figurar en la lista de las mujeres más sexys del mundo, pese a que aún le quedasen unos años para ser mujer. La fama se volvió un embrujo difícil de conjurar. 

La vida después de Hogwarts

Tras despedir a sus hijos en el andén 9 y ¾, Emma Watson protagonizó Las ventajas de ser un marginado, con el ahora marginado Ezra Miller. Sus primeros pasos lejos de la sombra de Hermione eran prometedores, y fue nominada por la Asociación de Críticos de Boston en la categoría de mejor actriz de reparto. 

Frente a las erráticas carreras de Daniel Radclife y Rupert Grint, la de Emma Watson parecía encaminada. En cuestión de cinco años, trabajó para Sofia Coppola, para Aronofsky (y coincidió, en Noé, con su actor favorito, Russell Crowe), Amenábar o junto a Tom Hanks en El círculo (por la que fue nominada a un Razzie). Su trayectoria pudo ser aún mejor: le ofrecieron el papel de Mia en La La Land, pero lo rechazó porque estaba ocupada rodando La bella y la bestia. Emma Stone ocupó su lugar y ganó un Oscar. 

Su última vez ante una cámara se produjo, curiosamente, gracias a la indisponibilidad de Emma Stone: la ganadora de dos estatuillas no pudo compaginar la realización de La favorita y de Mujercitas, y descartó a esta última. Así, Emma Watson se despidió del cine en el largometraje de Greta Gerwig. Quizá para siempre.

Hermione, icono feminista

Todo nació como un presunto bulo, y día a día, fue haciéndose realidad. Tras Mujercitas, algunos medios de comunicación informaron de que Emma Watson planeaba retirarse del cine. Ella lo negó, y aseguró que si no actuaba, la culpa era exclusivamente de la COVID y de las medidas de prevención de la epidemia. Cuando la situación se relajase, Emma Watson volvería al trabajo. 

Entre tanto, Watson encadenaba congresos y conferencias, en las que defendía causas como el feminismo o el ecologismo. Desde que tenía 20 años, Emma Watson ha sido embajadora de buena voluntad para las Naciones Unidas. Para ella, no se trataba de un cargo cosmético. Malala, Nobel de la Paz en 2014, declaró que entendió lo que era el feminismo (y decidió que ella era feminista) cuando Emma Watson se lo explicó

Su activismo le ha ocasionado algunos problemas: fue tachada de hipócrita por posar semidesnuda en la portada de Vanity Fair, ya que, según sus detractores, aquello era incompatible con defender que las mujeres tenían derechos; y el ministro de ciencias de Israel le concedió “10 puntos a Gryffindor por antisemitismo” después de que Emma Watson mostrase su apoyo a Palestina. En este último caso, la actriz fue respaldada por sus colegas de profesión, como Viggo Mortensen o Gael García Bernal, en una carta conjunta. 

O, tal vez, excolegas. Cinco años han pasado desde que Emma Watson filmó Mujercitas, y en su horizonte no hay ningún proyecto. Recientemente, admitió en una entrevista para The Financial Times que la interpretación ya no la hacía feliz y se sentía atrapada. No obstante, aseguró “al 100%” que volvería actuar cuando llegase a sus manos un guion que le interesase.