Los cubanos del oriente de la isla han vivido la noche más larga de la que tienen memoria entre las últimas horas de este martes y la madrugada del miércoles, cuando el indolente huracán Melissa azotó sus ya constreñidas vidas, marcadas por una crisis económica, energética y sanitaria. La tormenta se ha cebado especialmente con las comunidades que habitan las provincias de Santiago de Cuba, Granma, Camagüey, Las Tunas, Guantánamo y Holguín. Estos seis territorios sufrieron el impacto del ciclón de categoría 4 (de 5) en la escala Saffir-Simpson, que impactó en la isla alrededor de las tres de la mañana con vientos sostenidos de 195 kilómetros por hora. Tras sufrir durante horas su embate, por la mañana los cubanos comenzaron a hacer recuento de daños y a conocer sus amargas consecuencias.
El paso del huracán Melissa a lo largo del Caribe ha dejado, hasta el momento, al menos 49 muertes, reportó la BBC citando a AP. En Haití se vivieron las peores consecuencias, con 40 fallecidos y 10 personas desaparecidas, mientras que en Jamaica – donde Melissa se convirtió en la peor tormenta en 174 años – los muertos llegaron a ocho. En República Dominicana se reportó la muerte de una persona y un desaparecido.
El centro de Melissa tocó tierra cubana, según el Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología, en un punto de la costa sur de Santiago de Cuba, situado en Chivirico, una localidad perteneciente al municipio de Guamá. La interacción con el terreno montañoso, especialmente con el macizo de la Sierra Maestra, provocó que los vientos se debilitaran a 165 kilómetros por hora. El huracán salió de Cuba por el municipio de Banes, en una categoría 2 en la escala Saffir-Simpson, hacia las 10:30 hora local.
Vecinos de Santiago (Cuba) caminan entre los estragos del huracán.Alexandre Meneghini (REUTERS)
El paso del fenómeno ha provocado inundaciones, crecidas de ríos y corrimientos de tierra al este de la isla. En el sur, un grupo de 17 familiares, entre ellos “niños y ancianos”, ha tenido que ser rescatado, según las autoridades. El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, ha asegurado que hay “daños cuantiosos”. Si bien aún no se conoce la magnitud del desastre, se sabe que cerca de 735.000 personas fueron evacuadas antes de un ciclón que también dejó graves inundaciones y daños en infraestructuras como viviendas, carreteras, hospitales y comercios en Jamaica, una isla de la que la información sale a cuentagotas, puesto que permanece a oscuras.
“Estamos esperando que amanezca en Jamaica para que los equipos puedan evaluar la magnitud total de los daños, pero los primeros indicios muestran que el huracán Melissa fue un desastre de una catástrofe sin precedentes para la isla”, ha declarado el jefe de la respuesta global de la Cruz Roja Británica, Alexander Pendry, en un comunicado oficial. “Las necesidades humanitarias son graves y urgentes”, ha señalado Pendry, que explica que la prioridad es la búsqueda y el rescate.
Por el momento, no hay información de víctimas ni en Cuba ni en Jamaica, aunque dada la fuerza del huracán, es de esperar que se vayan conociendo conforme se restablezcan las comunicaciones. En Haití, un país que vive una larga crisis multisectorial y de gobernanza, aunque el impacto del huracán no fue directo, ha dejado al menos 25 muertos. Además, han surgido reportes periodísticos de varias personas atrapadas bajo los escombros de los edificios que se han derrumbado en el sur del país tras el desbordamiento de un río.
De vuelta al oriente de Cuba, las imágenes son desgarradoras. Desde bien temprano en la mañana, usuarios de redes sociales y periodistas locales compartían videos y fotografías donde era posible observar parte de la magnitud del desastre: desde inundaciones en Granma, fruto del desbordamiento de ríos locales, que mantienen sumergidas varias casas, al derribo de ceibas centenarias en Holguín que Melissa desprendió de raíz.
Las autoridades cubanas reportaron hechos similares en todas las provincias orientales: derrumbes de viviendas, instituciones públicas y negocios privados, obstrucción de caminos serranos, casas que perdieron sus techos. Especialmente notable han sido los impactantes daños provocados por el huracán a las instalaciones de la Universidad de Oriente en Santiago de Cuba y al Hospital Clínico de Santiago de Cuba, Juan Bruno Zayas.
Personas afectadas caminan entre las inundaciones de Santiago, este miercolesRamon Espinosa (AP)
Sobre el servicio eléctrico, según información emitida el miércoles por la Unión Eléctrica, la salida planificada de servicio de las centrales termoeléctricas de la zona oriental afectó la disponibilidad total del Sistema Electroenergético Nacional, hecho que condicionó la capacidad de generación para el resto del país durante el miércoles.
El presidente, Díaz-Canel, dijo que “las medidas” tomadas para resistir el huracán “han sido efectivas”. Más de 735.000 personas fueron evacuadas en la región donde impactó Melissa.
“La noche duró demasiado”, asegura Beatriz Vaillant, desde Santiago de Cuba. Relata que alrededor de las nueve de la nochedel martes, ya con las lluvias en su apogeo, sintió a sus vecinos gritar. Pedían que alguien llamara a los bomberos, porque se habían quedado atrapados en el agua, ya que viven en una zona baja. La joven, periodista de 31 años, reconoce el impacto que le provocó la escena, pues en los 20 años que lleva vividos en esa zona nunca había visto el agua llegar hasta su casa. Pero la noche apenas estaba empezando.
Hacia la medianoche, cuenta, comenzaron los vientos fuertes. “Se sentía como un león rugiendo”, apunta. No paraban de mirar sus relojes y pantallas de celulares buscando la hora. “Deseábamos que fueran las dos de la madrugada, hora prevista de entrada del centro del huracán por tierra, y que pasara rápido. Pero no, ella nos hizo sufrir más de lo previsto en la psicología de un pueblo que vivió hace 13 años un huracán, Sandy, que se quedó pequeño al lado de Melissa”, explica.
Beatriz Vaillant vive con su madre y su hermano, en la zona de Trocha y Carretera del Morro, próxima a La Alameda de Santiago de Cuba y recuerda las horas siguientes como momentos de angustia. “Techos volando, paredes cayendo, árboles que crujían; sacos de arena, con los que tradicionalmente se aseguran techos, también se fueron a bolina”. Mientras, para Rocío González, una joven artesana de 24 años, que vive en el reparto Dagness, también próximo a la Alameda, en una casa con techo de placa, “Sandy fue mucho peor”.
Un hombre camina entre árboles derribados tras el paso del huracán Melissa por Cuba.Alexandre Meneghini (REUTERS)
La diferencia de las afectaciones dependen, en este caso, de muchas variables. Si se trata de una persona evacuada o si pasó el temporal en su vivienda; si su techo era de placa o de tejas de zinc, si vive en una zona alta o baja, si tenía árboles colindantes a su casa o no. Situación especialmente delicada vivieron los habitantes de Cayo Granma, un pequeño islote ubicado justo a la entrada de la bahía de Santiago de Cuba, donde vive una comunidad considerable de personas. Allí estaba Lisette Murguía, una habanera de 55 años, junto a un equipo de filmación realizando un proyecto audiovisual, cuando los sorprendió el anunció de la llegada de Melissa. Sus pasajes de regreso a la capital eran para el 29 de octubre y ante la suspensión de todo el transporte decidieron pasar el huracán en el islote, un montículo de tierra que solo se comunica con la ciudad de Santiago por vía marítima.
No estaban solos allí. Junto a ellos había decenas de familias que decidieron quedarse en el cayo para estar pendientes de lo que quedara de sus viviendas y sus bienes, por miedo a que, al regresar, alguien pudiera robarles lo que quedara. A la mañana siguiente, Lisette envió algunos mensajes de texto, pese a los persistentes problemas de conectividad, donde cuenta que en la casa donde se alojó con su equipo —en la zona alta del cayo—, al final tuvieron que albergar más gente de otras casas que estaban más débiles. Todos esperaban que ocurriera un desastre. “La marea subió bastante. Vemos muchas tejas de zinc caídas, árboles y postes de electricidad derribados”, describe.
En La Habana, la madre de Lisette, de 75 años, recibía el mensaje aliviada. El martes en la mañana compró 10 azucenas —que le costaron 1.000 cup (40 dólares), casi la mitad de una pensión en Cuba— para hacerle una ofrenda a todos los santos del panteón yoruba, a sus muertos familiares y a la Comisión de las Siete Potencias Africanas para que su hija y todos los afectados por el huracán salieran indemnes. Y así, muchos cubanos recurrieron a su fe como último recurso para hacerle frente a las horas en que Melissa azoto el Oriente de Cuba y puso, aún más, en la cuerda floja la vida de sus habitantes.