+ DEA MATRONA
MAAMAMEA
Miércoles 22 de Octubre de 2025 – La Riviera – Madrid
Pocos grupos de rock contemporáneo pueden presumir de haber devuelto el brillo, la ironía y la teatralidad a la escena como lo hizo THE DARKNESS. Desde aquel explosivo debut con ‘Permission To Land’ en 2003, la banda de los hermanos Hawkins se convirtió en un fenómeno inmediato. Riffs herederos de Queen y AC/DC, falsetes imposibles, y una actitud que oscilaba entre la parodia y la devoción por el rock clásico; un coctel que desemboca en la mejor calidad musical tanto en directos como en estudio. Dos décadas después, su legado sigue intacto, pese a que han tenido sus más y sus menos, cada concierto es una celebración del exceso y la autenticidad que lleva predicando la banda más de 20 años.
Son incontables las veces que la banda inglesa ha pisado la península, pero su último paso por la capital, se dio poco antes del parón mundial por la pandemia, dejando un regusto agridulce. Aquel concierto, que en su momento se sintió como una fiesta, acabaría siendo la última descarga antes de su siguiente visita cinco años después.
Encajar con el frenético estilo de THE DARKNESS no es tarea sencilla, y menos aún tener que abrir uno de sus conciertos. A las irlandesas DEA MATRONA les tocó asumir ese reto, y aunque su actitud sobre el escenario fue impecable, el contexto no jugó a su favor. Con apenas media hora de actuación y una sala todavía fría y algo desangelada, su propuesta no terminó de conectar. A pesar de la solvencia instrumental y del carisma de Mollie McGinn y Orláith Forsythe, que se repartieron voces, guitarras y bajo con soltura, la falta de afinidad estilística con los británicos se hizo evidente. Hubo quien disfrutó de su rock elegante y más melódico, pero para la mayoría resultó un arranque algo soporífero, más digno de un club tranquilo que del preludio de una descarga como la que estaba por venir.
Su primera visita a la capital se saldó con un setlist que incluía cortes como “Stuck On You” y “Magic Spell”, aunque la que mejor caló entre el público fue “Oh Well”, una versión de FLEETWOOD MAC que deja claro el peso de sus influencias. Aunque el arranque fue correcto y dejaron buen sabor de boca, las irlandesas necesitan afianzar una mayor presencia escénica para encajar mejor en contextos como este.
Con su nuevo álbum ‘Dreams on Toast’ bajo el brazo, THE DARKNESS regresaban a Madrid dentro de una gira que ha devuelto a la banda a un primer plano. El disco ha sido recibido con entusiasmo, recuperando parte de la frescura y el sentido del humor que los hizo grandes en sus inicios. No todos los trabajos de su carrera han gozado del mismo acierto, pero este nuevo trabajo confirma que los de Lowestoft siguen teniendo mucho que decir. Fue “Rock N Roll Cowboy”, abanderada de ese recién nacido disco, la que dio el pistoletazo de salida. Un tema con ADN de clásico y macarra, perfecto para poner las cartas sobre la mesa antes de rescatar dos imprescindibles como “Growing On Me” y “Get Your Hands Off My Woman”. A partir de ahí, el ritmo fue frenético. El público respondió al instante, y Justin Hawkins, enfundado en su habitual carisma y acrobacias vocales (y físicas- solo hay que ver como hace el pino a pies de la batería-), demostró que sigue siendo un frontman único a pesar del paso de los años.
Tras ese arranque explosivo, “Mortal Dread” trajo uno de los momentos más sólidos de la noche. Es de esos temas recientes que suenan mejor en directo que en estudio y que quedó bien encajada con “Motorheart”, que levantó otra oleada de euforia entre los más fieles.
El concierto continuó con una racha de temas que dejaron poco espacio para el descanso. “Walking Through Fire” mantuvo la intensidad antes de otro torrente de clásicos. “Barbarian” sirvió para desatar el lado más salvaje de la banda, con Justin Hawkins sacando los agudos imposibles jamás imaginados, esos que siguen siendo marca de la casa desde hace dos décadas, los que te encantan u odias, pero aquellos que no han perdido ni una nota tras el devenir del tiempo. Tras tanto músculo, “Love Is Only a Feeling” llegó como un respiro necesario, una de esas baladas que siguen funcionando dos décadas después y que coreó prácticamente toda la sala. Y justo cuando el ambiente parecía calmarse, “Givin’ Up” volvió a encender la mecha con su energía desbordante, recordando por qué THE DARKNESS siguen siendo una de las bandas más divertidas y genuinas del rock británico actual.
La sorpresa llegó con “My Only”, uno de los momentos más curiosos de la noche, cuando Rufus Tiger Taylor, habitual batería del grupo desde 2015 e hijo del legendario Roger Taylor de Queen, tomó el micrófono para ponerse al frente mientras el guitarrista Dan Hawkins ocupaba la batería. Un gesto que demuestra la complicidad y el buen humor que reinan entre los miembros del grupo, así como su virtuosismo y versatilidad, y que el público celebró con entusiasmo. Entre tanta vorágine, hubo tiempo para interpretación de “The Power of Love”, versión de Jennifer Rush, así como “Fat Bottomed Girls” de Queen e “Immigrant Song”, pues por momentos el concierto pareció más una jam entre amigos que un show propiamente estructurado, sin perder ni un ápice de calidad en ningún momento.
La recta final mantuvo el pulso alto con una sucesión de temas que combinaron el presente y la nostalgia. “Heart Explodes” y “The Longest Kiss” mostraron la faceta más emocional de la banda, aportando frescura entre tanta intensidad. “Friday Night” devolvió el tono festivo, recordando los años dorados de “Permission to Land” y “Japanese Prisoner of Love” mantuvo ese punto extravagante tan propio del grupo, antes de llegar al inevitable clímax con “I Believe in a Thing Called Love”, coreada por todos como si el tiempo se hubiese detenido en 2003. Una época dorada que la banda parece no querer abandonar, demostrándolo mientras atraviesa una segunda juventud.
Para los bises, el grupo se guardó dos cartuchos de lujo: “One Way Ticket”, recibida con auténtico fervor, aunque no estaba anotada en su setlist, y eso que es una de sus cortes prioritarios, y “I Hate Myself”, que cerró la noche con un guiño final al riff de “Heartbreaker” de Led Zeppelin. Una despedida a lo grande para un concierto que demostró que, más de veinte años después, THE DARKNESS siguen siendo sinónimo de exceso, diversión y un rock tan descarado como necesario. Ni los chistes del hermano mayor de los Hawkins, ni los solos improvisados cortaron el ritmo de un concierto totalmente frenético, cosas que en otro contexto habrían sido una molestia en la actuación.
THE DARKNESS son de esas pocas agrupaciones nuevas que siguen manteniendo viva la esencia del rock n’ roll clásico, revitalizado de una manera que pocos saben hacer. El concierto fue una auténtica montaña rusa y recordó por qué THE DARKNESS siguen siendo imprescindibles y capaces de convertir cada actuación en un momento inolvidable si así se lo proponen.
Texto y fotos: Tamara Ruiz
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