El pasado 19 de septiembre de 2024 el pleno del Consell de Mallorca aprobó por unanimidad de todos los grupos una moción destinada a impulsar la protección patrimonial de los velódromos y voltadores de Mallorca. Estas instalaciones deportivas representan uno de los principales fenómenos sociológicos de Mallorca en los siglos XIX y XX: el ciclismo en pista. Más allá de la finalidad deportiva, su impronta social fue más allá de carreras, trofeos y victorias. Evocan un modus vivendi, una esperanza de futuro, un ansia de modernidad y una forma de entender la vida. Cada pueblo tenía su pista, sus ídolos e hilvanó muchas de sus costumbres en torno a la bicicleta.
Esta disciplina deportiva fue líder en la isla durante décadas y una de las primeras manifestaciones de la cultura de masas contemporánea. Fue primordial en la transformación de Mallorca desde finales del siglo XIX, junto con la incipiente revolución industrial y continuada posteriormente por el turismo, cuya presencia ha acabado por eclipsar y casi borrar la trascendencia de los factores anteriores. Tanto del antiguo tejido industrial como del ciclismo en pista quedan pocos vestigios en pie; de ahí la importancia de la moción, de cara a preservar una de las principales señas de identidad local y de lo que fue uno de los principales motores de transformación social.
Hoy, de las más de cincuenta pistas que existieron en toda la isla apenas sobreviven media docena, casi todas abandonadas y en diferentes grados de (mala) conservación. Reliquias de un mundo que, recuperadas con otros usos, pueden adaptarse perfectamente a los nuevos tiempos como símbolos de una Mallorca que se abría a los nuevos tiempos.
Dentro de la categoría de velódromos, construcciones de ingeniería más compleja, conservamos tres pistas de referencia: Tirador (Palma, 1903), Campos (1935) y Algaida (1975). Llevan años inactivas y se mantienen íntegras, pero en mal estado de conservación. El caso de Tirador es esperanzador: fue catalogado por el Ayuntamiento en 2021 y ahora, después de una década de espera, ha iniciado el proceso para convertirse en parque y prevé reabrir en 2027. En cambio, los casos de Campos y Algaida son preocupantes: en manos privadas y en terrenos urbanizables, su degradación avanza y ningún proyecto contempla la recuperación ni la adaptación para otros usos, como en el caso de Tirador.
En cuanto a las voltadores de estructura más modesta tenemos tres casos más: Son Taiet (Artà, 1926), Ca n’Andria (Santa Maria, 1936) y Ca n’Escarrinxo (Pollença, 1959). Dada su sencillez constructiva, hoy solamente quedan vestigios parciales y más degradados. De Son Taiet solo quedan restos de la taquilla y de la pista; en Ca n’Andria sobrevive la pista entera, pero en un estado cercano a la desaparición; en cuanto a Ca n’Escarrinxo queda uno de los peraltes en los terrenos del antiguo campo municipal de fútbol con el que compartía espacio.
Un caso aparte es la voltadora Francesc Alomar (Sineu, 1952), única pista histórica en activo. Su estado es óptimo, aunque muy transformada para adaptarla a la práctica ciclista actual y no requiere rehabilitación alguna. Hoy complementa otras pistas en plena actividad como Son Moix (Palma), Torre dels Enagistes (Manacor) o Ses Salines, más recientes, pero sin el valor sociológico y patrimonial de las pistas a preservar.
A estas instalaciones cabe añadir el Club Velocipedista Inca (1897), edificio construido como local social del club ciclista homónimo. Fue añadido al catálogo patrimonial de Inca y se encuentra en buen estado, pero sin ningún uso relacionado con su origen deportivo. Es de los pocos inmuebles supervivientes con este propósito, junto con la tribuna cubierta de Tirador (conocida como Es Xalet), adosada a dicho velódromo en 1918. El edificio muestra la pujanza alcanzada por el ciclismo mallorquín, que además de construir instalaciones deportivas también erigió locales para atender a su masa social, en paralelo al asociacionismo emergente en aquellos años y cuya vertiente deportiva es básica para entender la sociedad actual.
Transcurrido un año desde la aprobación de la moción, en el pleno del pasado 9 de octubre el Consell de Mallorca informó de que se habían asumido los trabajos para la valoración de estos elementos históricos y que el proceso seguía su curso. Es un anuncio prometedor; pero es necesario que no se alargue en demasía y no hayamos de lamentar la desaparición definitiva de algunos de ellos, cuyo estado es de extrema fragilidad.
No podemos dejar de reivindicar los vestigios de un rasgo fundamental e indisociable de la identidad social y cultural de la isla. Aunque el ciclismo en pista ya no sea el deporte dominante que fue durante décadas, fue puerta de entrada a la cultura del ocio y el deporte en nuestra vida cotidiana. Un factor que contribuyó a transformar y modernizar toda una sociedad, hasta entonces anclada en usos y esquemas atávicos, ampliando el horizonte vital de muchos mallorquines y aportándoles una visión del mundo más lúdica y esperanzadora, a través del pedal.