Ana Barriga (Jerez, 1984), estaba hojiplática el día que presentó el cartel del Festival de Ópera de Sevilla del que es autora del cartel anunciador, «es que me piden que les firme el cartel», comentaba con auténtico asombro, «la gente está loca, pero bendita … locura», comentaba.
Hace diez años Ana Barriga hacía en la galería Birimbao su primera exposición individual, y ahora para conmemorar aquella fecha que ella recuerda con la frase de «alguien apostó por mi», vuelve a esta galería con una nueva exposición titulada, ‘Mi primera Comunión’, «después de tanta catequesis», comenta con humor, «ya tocaba», y que reúne obra de esta última década.
En 2019 hizo la exposición ‘De Animales a Dioses’ en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, y hacía cuatro años que no exponía en Sevilla, «cómo pasa el tiempo, y no por falta de ganas, sino que la vida no ha dado para más», comenta. La pintora ha estado viviendo en Londres y de hecho sigue teniendo allí su estudio, «pero mi madre está malita y me volví. De vez en cuando me escapo, trabajo en Londres y me vuelvo. Allí tengo el estudio, casa nunca he tenido en ningún lugar, soy una inmigrante sin papeles y cuando voy o me alquilo algo o atraco a algún amigo».
Confiesa que siempre se mueve por intuición, algo que dice que hasta ahora no le ha fallado. Hace cinco años vivía en Madrid y acababa de hacer un proyecto en Méjico y otro en Nueva York, «y pensé, yo en España ya me conoce quien me tenía que conocer, ya he aprobado con un cinco, así que voy a seguir porque necesito más gasolina«. Llegó con la idea de trabajar con la galería Carl Kostyál de Londres y tenía otra idea y era hacerle una escultura al County Hall, que es un edificio que está detrás de la noria. »Me lancé allí a la nada y en menos de un mes tenía las dos cosas. El propietario del County Hall ya había comprado obra mía y había rumores de que quería otra pieza, y las compró. Ahora allí tengo ya tres esculturas, una de dos metros y medio«.
A pesar de haberle ido bien en Londres dice que su ciudad es Jerez, «nací en una pedanía muy cerca, lo que pasa es que tengo la suerte de que me tratan muy bien donde voy», comenta y acaba de llegar de Corea donde le ha ido muy bien, «y vuelvo a Méjico en enero y febrero con tres galerías distintas».
Su estética personal va en consonancia con su obra, es como una prologación de colores y formas, «es algo que te das cuenta con el tiempo porque la gente te lo dice, pero al principio no le prestaba atención. A mi me sale de forma natural. Pero sí, parezco que me he salido de alguno de mis cuadros, que la plastilina ha cobrado vida«.
Su obra ha conectado con gente de países muy diferentes, «cuando yo digo que pintura bendito milagro…, imaigínate. Vengo de un pueblo de 1.000 habitantes y pinto lo que me da la gana y conecto con gente que tiene otro lenguaje, otra educación, qué bonito».
Su secreto no sabe dónde está, si es la ironía, el humor y la frescura de su obra, «no sé y sería feliz de saberlo cual es el secreto, pero una de las claves a nivel personal es tener tu verdad como artista, como persona y con eso va uno a donde quiera. Mi obra no es para todos los públicos ni tampoco lo pretendo, pero al que le llega, le llega«.
Cuando le encargaron el cartel del Festival de Ópera de Sevilla, «no me lo podía creer, nunca lo hubiera pensado. Cuando me lo propusieron les pregunté, ¿estáis seguros?, y al final como me va la marcha y fue un reto maravilloso…, porque no soy cartelista y un cartel debe cumplir con fines informativos, y lo que hice fue la comunión entre lo que hago y que funcione como cartel«.
Tras estudiar Bellas Artes en Sevilla se definió muy pronto en una exposición en Iniciarte, «fue el pistolezado de salida en una colectiva de ocho artistas. Entonces un día me levantaba geométrica-abstracta, otro día conceptual, otro instalativa y otro día pintaba o dibujaba. Pero fue la de Birimbao donde se ve el camino que yo pensaba coger«.
En el camino dice que ha cometido muchos ‘piziazos’, «eso es parte del juego, todo lo que se crea no es bueno por eso hago una criba fuerte en el estudio, aún así, yo voy probando. Deshecho obra pero intento que no se note, pero en esta exposición de Birimbao hay cuadros que tienen cuatro cuadros detrás. Necesito trabajar para poder conseguir los objetivos, y hoy en día con tan buenos artistas, es necesario que lo que salga merezca la pena«.
Le pregunto por esa especie de vandalismo que rodea su obra, «si, mi obra es un poco vandálica, pero ojo, yo le tengo mucho respeto a la pintura, y eso es una clave. Aquí, vamos a poner las cosas claras, no operamos a corazón abierto, aquí no se muere nadie, eso es un trozo de tela».
Utiliza en sus creaciones muchos objetos y sigue buscándolos en mercadillos y en cualquier tienda, «no quiero perder el contacto de lo físico. Y cuando lo tengo lo acabo reventando, lo pinto, lo corto, lo ensamblo, hay que hacerlo con cariño, pero sí acaba destrozado. He estado recopilando objetos desde 2015 hasta ahora, pero ha llegado poco».
Dice con su sempiterno humor que viendo su obra de hace diez años, «antes pintaba mejor. La evolución es personal, y cada vez me cuesta más trabajo buscar una idea que me sorprenda y dar por sentado que eso está bien, pero claro, mi mano siempre está calentita, y el uso del color que tengo ahora no es el que tenía al principio. Han sido muchas horas de trabajo en esos diez años, y puedo pintar un cuadro lo mismo al horizontal que en vertical. La fundación Borja Thyssen me ha comprado un cuadro de ocho metros en vertical en cinco partes y lo pinté en horizontal. Esto es como el que entrena, yo ahora corro y no hiperventilo«.
Dice que lo que siempre permanece en su trabajo es lo que denomina el «chuleíto», «esa cosa de querer descubrir y tratar cada proyecto como si fuese el último y valorar lo efímero y la magia que tiene el arteque es tan frágil que puedes pinchar, pero mientras, esa burbuja sigue ahí. Conforme pasa el tiempo no se me quita el nervio para exponer, estoy nerviosa con la exposición de Birimbao en Sevilla, tengo un pellizcazo…,y esto va a más«.
Hace años en estas mismas páginas decía Ana Barriga que por el entorno donde se había criado estaba destinada a ser prostituta o drogadicta, «eso es así y sigue siendo así, pero el mundo ha cambiado mucho y mi pueblo está ahora super reformado. Pero sí, tenía más posibilidades de dedicarme a cualquier otra cosa que a la pintura. La suerte es tener a mi familia que me ha dado libertad y autoestima para hacer lo que he querido. Yo de pequeña no me acerqué jamás a la cultura, era el vacío. Pisé por primera vez un museo, el Bellas Artes de Sevilla, con 19 años. Vi una exposición de Caravaggio y Ribera, mientras estudiaba diseño de muebles en Cádiz, y todo el mundo me habló de eso. Y cuando vi los cuadros, me quedé…«.
Nunca dijo ‘quiero pintar’ sino que con 19 años se fué de casa y nunca ha dependido de su familia, «he trabajado de camarera, me pimpaba todas las Ferias, luego ocho años en un bar en la Alameda, y tuve un trabajo de carpintera, me metía en una obra a poner pasamanos y armarios empotrados y así estuve dos años. He hecho de todo. La pintura para mí es un milagro. Por eso al artista pesimista que sale así en el estudio…, no lo entiendo. ¡Chico, ponte a coger papas, y verás!. Yo trabajo con la gente que me apetece y cuida mi carrera, qué mas quieres en la vida. Y ahora me compra hasta Borja Thyssen, ¡qué fuerte!«.
Y vende hasta en Dubai, «sí, allí hice una exposición en el Ramadán y el cuadro era una niña que estaba de espaldas y le estaba meando al conejo en el ojo. Y claro yo pinté lo que me da la gana, y unos amigos me dijeron, ¿esto llevas a Dubai?…, y tuve una aceptación… y se vendió. Ese cuadro se llamaba ‘La pareja perfecta’, fue maravilloso. Esa exposición se llamaba ‘Formas de amar’, iba en clave de parejas perfectas«.
Estudió Bellas Artes en Sevilla, «aquí fue la primera vez que ‘me sacaron a bailar’ y fueron los de Birimbao. Yo era la nueva de pueblo…, y Paco Lara Barranco y Paco Sánchez que eran profesores míos en la Facultad, me ponían los concursos en la mesa y me obligaban a pintar. Sevilla me lo ha dado todo, ahí empezó Ana Barriga. Desde primero de la Universidad mis cuadros se fueron exponiendo y ganando premios y ha sido una carrera muy rápida. En tercero ya había ganado el premio de Iniciarte. Tengo claro que me dedico a esto gracias a todos los fracasos que he cometido antes. Me quité de estudiar porque no enlazaba un sujeto con un verbo, porque mi entorno no propiciaba que hubiera artistas«.
Y su futuro está ya puesto en el siguiente proyecto, «parte del secreto de este trabajo es que hay que hacer con una mano una cosa y con la otra despertando otro proyecto. Tengo energía y muchas ganas de saber cómo evoluciono. Siempre tengo curiosidad», afirma rotundamente.
‘Mi primera Comunión’. Ana Barriga.
Dónde: Galería Birimbao. Calle Alcázares, 5
Cuándo: Del 29 de octubre al 29 de noviembre
Horario: Lunes de 18,00 a 21,00 horas. De martes a viernes de 11,00 a 13,30 horas y de 18,00 a 21,00. Sábado: cerrado.