La directora del Guggenheim Bilbao se encontraba en París intentando entrar en el Louvre en los instantes posteriores al descubrimiento del reciente robo de joyas. … Tras la primera oleada de indignación por el fallo en la seguridad, se ha generado otra de solidaridad en forma de carta de apoyo de 57 responsables de museos. Así lo recuerda Miren Arzalluz (Bilbao, 1978): «Estaba en la cola para entrar cuando empezaron a evacuar a la gente, y enseguida entendí que había un problema, algún aviso, un paquete abandonado… La primera reacción, a pesar del escándalo inicial, es de empatía, porque no hay ningún museo en el mundo que esté libre al cien por cien de un robo así».

Ofrece su primera entrevista desde que accedió al cargo en abril en sustitución de Juan Ignacio Vidarte, y lo hace desde el despacho que antes ocupó aquel. Diáfano, en colores claros y muy luminoso, presidido por un cartel de Helen Frankenthaler y con pocos detalles personales.

– ¿Qué echa de menos de París tras siete años allí como directora del Museo de la Moda?

– Echo de menos muchas cosas de los lugares donde he vivido. En primer lugar, las personas con las que sigo manteniendo relación. Y la veneración por la cultura. No es que aquí no exista, pero es especial en París. Y ese absoluto respeto se traduce en una apuesta institucional. La cultura es un derecho y nadie cuestiona que haya que dedicarle recursos y atención.

– ¿Siempre tuvo claro que quería regresar a su tierra?

– Siempre fue un anhelo, un horizonte que deseaba, pero sin un momento marcado. Soy de esa generación a la que enseñaron que hay que salir, aprender, absorber y regresar para construir.

– ¿Y en qué momento nace en su cabeza la idea de que podría convertirse en directora del Guggenheim?

– Cuando Vidarte anuncia que se retira, se dio una combinación de factores: alguien que te llama, que te aprecia mucho y te dice tal… Y tú misma te proyectas en situaciones que no te habías planteado. Fue algo natural, cosas que surgen cuando surgen.

– ¿Qué pros y contras manejó?

– Una mezcla de cuestiones personales, profesionales, entorno… Lo que todos nos hacemos cuando tomamos una decisión importante. No soy tímida, pero aprecio mucho mi pequeña libertad, mi pequeño anonimato. Y eso sucede en París porque es más grande. Pero aquí es de donde soy, donde está mi familia y lo que más quiero. Y donde para mí importa contribuir de alguna manera.

– De estos siete meses en el cargo, ¿qué destacaría?

– El primer día, por la expectación que yo no había calculado. Estaba entusiasmada, preparada, y no es que no supiera lo que significa esta institución en el mundo y también aquí, pero vi en un momento la realidad que supone esto.

– Pasó un mes de ‘entrenamiento’ en Nueva York. ¿Le ha sorprendido el funcionamiento de la constelación Guggenheim?

– No es que no supiera de la dinámica y el concepto, pero el conocerlo más y comprender las oportunidades que ofrece a sus museos ha sido revelador. Ese concepto de institución global en colecciones y conocimientos está llena de oportunidades.

«Vivimos un momento dorado en visitas, aunque no es el único criterio para medir el éxito»

– ¿Qué plan tiene para su museo?

– Lo primero es gestionar esta transición con eficacia, respeto y con la excelencia que ha caracterizado a este museo siempre. Llego con la programación de 2026 cerrada y la del 2027 muy avanzada. El excelente equipo garantiza que esa transición se haga bien y con serenidad. Este es un proyecto de gran éxito, el museo vive un momento dorado en cuanto a visitas, aunque no es el único criterio para medir el éxito.

– ¿Qué claves maneja para seguir elevando el techo de visitantes y contribuir así a aumentar la autofinanciación?

– Echando la vista atrás, el museo ha tenido una media de un millón de visitantes al año, que ya es extraordinario. E insisto en que no me gustaría basar exclusivamente el balance del éxito en si tenemos mil visitantes más o mil menos. Aspiramos a seguir con estos resultados pero no creo que el techo sea indefinido, habrá que hacer valoraciones porque la prioridad es la calidad de la visita. En el momento en que esto no pueda garantizarse, habría que tomar medidas sobre fluidez y flujo de visitantes. Es interesante trabajar en la desestacionalización del turismo, porque los visitantes se concentran en el verano y bajan en algunas fiestas, pero cada vez se distribuyen de forma más equilibrada. La oferta cultural es fuerte y sigo con entusiasmo la ampliación del Museo de Bellas Artes, que va a fortalecer la oferta y equilibrará los flujos.

– Las cifras de asistencia acumulada en los primeros ocho meses ya hablaban de récord.

– Cuando hay un proyecto de éxito hay que tener mucho cuidado. Analizar muy bien todo lo que funciona muy bien. Lo que más me atrae es esa doble variante de ser una institución con vocación internacional y al mismo tiempo fuertemente enraizada en este territorio hasta el punto de haber sido un elemento fundamental para el desarrollo y la transformación del país. Y luego está la diversidad, que a mí me interesa mucho; ha ido aumentando en estos 28 años y me gustaría profundizar en ella para atraer a un público más amplio.

La escena vasca

– ¿Cómo lo hará?

– Me interesa rescatar figuras relegadas por la Historia del Arte, y muchas de ellas, desgraciadamente, son mujeres. Cada vez que presentamos a una mujer artista en una exposición casi siempre es un descubrimiento para todo el mundo. En estos años, de más de 200 exposiciones temporales, 40 se han dedicado a mujeres. Este año hemos tenido a Helen Frankenthaler, Tarsila do Amaral, Maria Helena Vieira da Silva… Hay, además, otras formas de mirar a grandes nombres consolidados de los que quizá creemos que sabemos todo, pero a los que se les puede contemplar desde otra perspectiva. Está también el reto fundamental de estar conectado a una sociedad, identificar los temas que a la gente le conciernen, le inquietan, le atraen. Y ser justos con la representatividad de las colecciones y exposiciones.

– ¿Tiene interés en algún país, cultura…?

– No quiero concretar nada aún. Recuerdo la exposición sobre África, por ejemplo. Hemos tenido muchos artistas asiáticos, japoneses concretamente. Y el arte latinoamericano está muy presente en este museo. Tenemos que seguir ahondando en esa globalidad y seguir también haciendo hincapié en el arte vasco.

– Hace unos días, el presidente de la Asociación de Escultores Vascos se quejaba en una entrevista de que «el Guggenheim ha marcado una línea artística muy perjudicial para los artistas vascos». ¿Qué le responde?

– Que respeto absolutamente su opinión. Ha habido un compromiso desde el principio con el arte vasco desde esta institución. Casi una tercera parte de las obras de la colección son de artistas vascos. No será suficiente para algunos. Ha habido muchas exposiciones dedicadas a artistas vascos, tanto monográficas como colectivas. Y es otra de esas cuestiones en las que me gustaría profundizar. Hay que entender que vivimos en un panorama donde otras instituciones se dedican casi específicamente al arte vasco. Pero sí me gustaría seguir trabajando con la escena artística vasca, tanto con artistas consolidados como emergentes. Y tenemos un programa de artistas vascos en Nueva York.

«Mi apellido es una fuente de orgullo, lo que otros carguen ahí es algo que no puedo controlar»

– Antes de postularse para directora del Guggenheim, es de suponer que valoró la carga añadida de ser hija de Xabier Arzalluz. ¿Pesa mucho el apellido?

– ¿Sabes lo que pasa? Que esa circunstancia va conmigo. Si hubiera limitado mis decisiones profesionales a esta circunstancia, habría hecho la décima parte de las cosas que he hecho. Tomo mis decisiones en función de mi compromiso con la profesión y con este país. He crecido con esas consideraciones y mi apellido solo es una fuente de orgullo. Lo que otros carguen en esa cuestión es algo que no puedo controlar.

– ¿Qué les diría a los que hablan de enchufismo?

– No tengo nada que decirles. Mi trayectoria está ahí. Y a estas alturas de la cuestión, más o menos todo el mundo tiene la capacidad de informarse sobre ella. ¿Que algunos la juzguen suficiente o insuficiente? Pues todo el mundo tiene una opinión. Es una cuestión infinita, insaciable, y yo no puedo entrar en esa dinámica. No voy a venir aquí a justificarme ni a recordar mis méritos. Están ahí. Yo vine aquí a trabajar, que es lo que he hecho siempre.

– Muchos directores de los museos contemporáneos son historiadores del arte. Usted es historiadora y se ha especializado en Historia del Traje…

– Yo también soy historiadora del arte, para dejarlo claro. Primero estudié Historia en Deusto, en realidad era una Historia de Humanidades, porque también había una formación específica en Historia del Arte. Luego durante unos años me dediqué a la política internacional y me formé en Política Comparada. Y luego está mi máster en Historia del Arte en el Courtauld Institute of Art de Londres, que se dedica solo a la formación en Historia del Arte. Y dentro de este existía esa especialidad, lo mismo que otro puede hacer una en Renacimiento Italiano. Otra cosa es que profesionalmente haya trabajado en museos de colecciones textiles y de moda.

Un detalle de una de sus manos.

Un detalle de una de sus manos.

Yvonne Iturgaiz

El proyecto de Urdaibai

– ¿Cómo van a sustituir a Daniel Vega en el cargo de director de Exposiciones y Conservación tras su marcha a Faro Santander?

– Hay una reflexión que hacer más allá de que Vega haya emprendido un nuevo proyecto profesional. También hay una importante renovación generacional que ha empezado y que se va a suceder en los próximos meses. Entonces iremos definiendo las plazas que vayan a reemplazarse.

– Era el número dos de Vidarte. ¿Quién es el suyo?

– Bueno, nunca he entendido que hubiera un número dos. Hay un equipo directivo, responsables de diferentes áreas, un comité de dirección y obviamente Vega era miembro de este comité, una persona muy importante en el equipo. Pero yo no creo en el número uno ni en el número dos, creo en los equipos.

«No quiero expresar nada sobre Urdaibai hasta no tener las conclusiones, pues de ahí saldrá la decisión»

– ¿Distinto género, igualdad de ingresos? Vidarte cobraba 160.000 euros al año. ¿Cobra ese sueldo, antigüedad aparte?

– No sé… Más no es, desde luego.

– ¿Cuál es su postura con respecto al Guggenheim de Urdaibai?

– He seguido este proyecto durante estos años en los que ha habido momentos de más o menos intensidad en el debate. Desde que he llegado y antes también era conocedora del plazo que se dio el Patronato para analizar la viabilidad del proyecto en su más amplio sentido: viabilidad administrativa, urbanística, medioambiental, social… todas estas cuestiones de las que ya se habla desde hace tanto tiempo. Y yo con total respeto he asistido al seguimiento de cómo se iba avanzando en este análisis. Y también he seguido con respeto el proceso de escucha que se lanzó a principios de este año. Estoy, como todos, esperando la conclusión.

– ¿Ha pensado en cómo suavizar tanta oposición si el proyecto sale adelante?

– Por supuesto, por motivos obvios hay que reflexionar sobre esto. Pero no quiero expresar nada hasta que no tengamos las conclusiones, porque de eso dependerá el sentido de la decisión y también el cómo.

– ¿Cree que se hará finalmente?

– Hasta que no termine el proceso es imposible de decir.