La llegada del verano trae consigo las esperadas vacaciones. Sin embargo, lo que deberían ser unos días de tranquilidad y desconexión muchas veces se convierten en jornadas de dolores físicos inesperados, resfriados, malestar digestivo o dolores de espalda, entre otros síntomas.

La psiquiatra Marian Rojas, en su cuenta de Instagram, explica que esto no es ninguna casualidad: «A todos nos ha sucedido, a mí por supuesto». Lo que se esconde detrás de estos episodios no es solo un virus circunstancial o un bajón de nuestras defensas, sino una desconexión abrupta entre el ritmo que llevamos durante el año y la pausa repentina que implican las vacaciones.

Vivir en alerta constante nos pasa factura

Durante meses, funcionamos en modo «supervivencia«, guiados por el sistema nervioso simpático, responsable de activar la respuesta de lucha o huida ante el estrés, según Rojas. Este sistema mantiene el cuerpo preparado para actuar: respiración, corazón latiendo, músculos tensos son algunas de las acciones en las que interviene.

En ese estado, el organismo prioriza lo urgente y aplaza lo importante, como la reparación interna o la gestión emocional. «Vivimos en modo supervivencia, en modo alerta, en modo sistema nervioso simpático, con ese famoso cortisol [hormona del estrés] haciendo de las suyas», advierte la escritora.

¿Qué pasa cuando soltamos el acelerador?

Cuando por fin paramos, el cuerpo, que ha estado resistiendo durante meses, reacciona negativamente. «Es como si [tu organismo] bajara la guardia», afirma la psiquiatra. Y al detenerse, aparecen los síntomas que el cuerpo había silenciado. Es decir, el sistema inmune se relaja y se manifiestan las molestias físicas o una fatiga emocional inesperada.

La tristeza que se cuela en nuestras vacaciones

A veces, lo que aparece es una tristeza difusa, sin motivo claro. Rojas la define como una «tristeza pegajosa» que llega cuando dejamos de estar en modo alerta y empezamos a conectar con lo que evitamos sentir durante el año.

«Muchas tristezas provienen de estados de alerta mantenidos», insiste la experta en salud mental. Por ello, el descanso no solo sirve para recuperar fuerzas, sino también para procesar emociones pospuestas.

Escuchar antes de que el cuerpo pare de golpe

La advertencia de Rojas es clara: no esperemos a colapsar para tomar conciencia: «Antes de que lleguen las vacaciones, es importante preparar la mente y el cuerpo para el descanso«. Por eso, asegura en que el descanso no es un lujo ni una recompensa, sino una necesidad vital. Introducir pausas en el día a día te puede ayudar a reconectar. Estos son algunos consejos que comparte Rojas:

  • Empieza el día sin mirar el móvil.
  • Haz pausas para respirar y estirarte.
  • Cuida lo que comes y cómo duermes.
  • Rodéate de personas que te aporten energía y vitalidad.
  • No llenes tu agenda más de lo necesario y busca momentos también para el descanso.
  • Escúchate. No todo malestar es ‘normal’.

«El descanso no es un premio»

La reflexión de Rojas nos interpela: ¿Cómo vivimos durante el año para que el descanso nos enferme? Quizá la respuesta no esté solo en aprovechar las vacaciones, sino en repensar el modo en que trabajamos, cuidamos de nosotros y nos damos permiso para detenernos antes de que sea tarde.

«El descanso no es un premio, el descanso es una necesidad básica para poder vivir bien, para poder prevenir las enfermedades físicas y las enfermedades mentales», concluye la psiquiatra.