El pasado lunes día 20 de octubre se vivió un problema en Amazon Web Services: dejó de funcionar la nube del gigante tecnológico en donde se alojan las webs y tecnologías de multitud de plataformas. La consecuencia fue que durante unas cuatro horas no se pudo acceder a un gran número de webs y aplicaciones. Al final, un tercio de internet pasa por sus servidores.

Por enumerar algunos servicios que dieron problemas, tenemos Prime Video, Fortnite, Spotify, Netflix, Canva, Ticketmaster, Zoom… Y todo esto nos llevó de nuevo a un abismo que preferimos no mirar.

La digitalización ha traído mejoras indiscutibles que han facilitado (o directamente dado) el acceso a la cultura e innumerables opciones de entretenimiento, pero ¿qué ocurre cuando todo esto se apaga? Uno va a casas de conocidos y no tienen libros, blu-ray, consola, CD… Dependen de terceros para disfrutar de lo que les apasiona. En gran medida, no son culturalmente autónomos.

Reconozco que no tengo una respuesta clara sobre qué debemos hacer, pero me preocupa la dependencia que sufrimos de gigantes tecnológicos extranjeros que en ocasiones son casi monopolios.

Si en algún momento hay otro apagón, si estas multinacionales cambian sus políticas o si se impone la censura, gran parte de la cultura quedará fuera de nuestro alcance. Y con cultura no me refiero solo a aquella que sirve para entretenernos y enriquecernos, también a nuestra historia. ¿En manos de quién está gran parte de ella? En las nuestras seguro que no.