El Ibex 35 sube más de un 100% desde enero de 2023 y un 38% en lo que va de año. Son cifras que evocan los años dorados de la bolsa española cuando el Ibex pasó de los 5.500 puntos en 2003 a superar los 16.000 en 2007, triplicando su valor en apenas cuatro años. Un periodo en el que las subidas parecían interminables y los inversores acudían con entusiasmo a cada ampliación de capital. Sin embargo, esta vez la historia se cuenta al revés. La bolsa sube, los beneficios empresariales baten récords y los dividendos se consolidan como los más atractivos de Europa, pero el dinero nacional no acompaña.

Los informes de Inverco confirman que el patrimonio de los fondos de renta variable nacional rondaba los 3.200 millones de euros a finales de junio, muy por debajo de los más de 10.000 millones que se alcanzaron en 2006, cuando el mercado vivía su apogeo.

En septiembre de 2025, la cifra ha aumentado un 3,8% en esta categoría de fondos, una mejora que sugiere un tímido cambio de tendencia, pero más ligado al tirón del mercado que a una vuelta decidida del inversor nacional. En términos simples, los fondos valen más porque las acciones suben, no porque haya más inversores.

La comparación con otros productos de inversión salta a la vista. Los fondos de renta fija concentran cerca de 300.000 millones de euros y los mixtos superan los 90.000 millones. Desde 2022, la renta fija ha captado más de 80.000 millones en nuevos flujos, una corriente de dinero que contrasta con la sequía que sufre la bolsa española.

Pero tampoco ha sido nada extraño. La subida de tipos del Banco Central Europeo devolvió protagonismo a los bonos y a las letras del Tesoro, que ofrecían rentabilidades del 3% al 4% con riesgo mínimo. Los ahorradores prefirieron refugiarse en la certidumbre del interés fijo y dejar a un lado la volatilidad de la bolsa.

Carteras más globales, fondos más pasivos y un talento que no se rinde

Pero el cambio de preferencias también tiene una explicación estructural. Las carteras de los españoles son cada vez más globales y menos locales. En 2025, más del 60% del patrimonio total en fondos se concentra en productos internacionales. La bolsa española pesa poco en los grandes índices mundiales y carece de presencia en sectores que lideran el crecimiento, como la tecnología o la biotecnología. La consecuencia es una diversificación natural hacia mercados con mayor representación sectorial.

El presidente de la CNMV, Carlos San Basilio, reconoció durante la pasada primavera en el foro Medcap que recuperar el interés por la bolsa española exigirá más que buenos resultados empresariales. Al mismo tiempo, Bruselas trabaja en la creación de una cuenta de ahorro paneuropea que incentive la inversión a largo plazo y el regulador español plantea la necesidad de estímulos fiscales para atraer al inversor minorista.

Mientras tanto, los fondos indexados ganan terreno. Productos como Santander Índice España, que replica la evolución del Ibex 35 con costes mínimos, reúnen cerca de 911 millones de euros, según datos de Finect. Un tercio del patrimonio invertido en bolsa española ya se encuentra en fondos pasivos. La tendencia refleja la búsqueda de sencillez y bajo coste frente a la gestión activa tradicional.

Aun así, algunos gestores activos mantienen el pulso y logran rentabilidades destacadas. Fondos como CaixaBank Bolsa España 150, Santander Small Caps España, Cobas Iberia, Bestinver Bolsa u Okavango Delta han superado con creces al Ibex, con rentabilidades que se mueven entre el 45% y el 60% en lo que va de año. Las cifras confirman que hay talento dentro de la gestión española y que el mercado nacional sigue ofreciendo oportunidades para quienes saben seleccionarlas, sobre todo entre las pequeñas y medianas cotizadas que este año concentran buena parte del impulso alcista.

El mercado, sin embargo, no logra recuperar el “efecto llamada” presente en otras épocas. En 2007, la bolsa era el destino preferido de los pequeños ahorradores españoles. Hoy su peso en las carteras apenas llega al 2% de la capitalización mundial. El patriotismo bursátil que caracterizó a los inversores de principios de siglo ha dejado paso a un enfoque más internacional.

Ese cambio de perspectiva hace aún más llamativo el contraste con la evolución del Ibex, que vive uno de sus mejores momentos en dos décadas. Las entidades financieras han recuperado márgenes, el turismo vive un ciclo excepcional y las energéticas estabilizan sus beneficios. En conjunto, las empresas del índice han incrementado sus resultados un 12% respecto al año anterior y mantienen políticas de dividendo generosas. Sin embargo, los inversores particulares siguen optando por productos conservadores y fondos globales, una tendencia que parece consolidarse incluso en pleno auge bursátil.

Las gestoras también han contribuido a ese desplazamiento. En los últimos años apenas se han lanzado nuevos fondos centrados en valores españoles. La preferencia por productos globales o temáticos se impone y deja a la bolsa nacional con menor visibilidad. El círculo se retroalimenta: menos oferta significa menos inversores y, a su vez, menos incentivos para crear nuevos productos.

Los reguladores confían en que la estabilización de los tipos y la moderación de la inflación devuelvan algo de atractivo a la renta variable. Si el Ibex mantiene su ritmo y la economía evita sobresaltos, podría reactivarse la inversión minorista. De momento, los españoles parecen haberse perdido el rally de su propio mercado. Es un contraste que revela hasta qué punto el dinero y el sentimiento de los inversores nacionales se han distanciado del parqué patrio.