Durante meses, millones de espectadores siguieron su día a día en la casa de Guadalix de la Sierra. Su naturalidad, su humor y aquel carácter sereno lo convirtieron en uno de los concursantes más queridos de Gran Hermano 6’. Pero, cuando todos esperaban verlo en platós, revistas o nuevos programas, Juanjo Mateo desapareció de la televisión. Dos décadas después, su vida transcurre entre vecinos, familia y trabajo en la provincia de Alicante, muy lejos del ruido mediático que un día lo rodeó.

Juanjo Mateo Rocamora, en su fotografía de presentación para 'Gran Hermano'.

Juanjo Mateo Rocamora, en su fotografía de presentación para ‘Gran Hermano’. / INFORMACIÓN

El taxista de Alicante que conquistó a toda España

En 2005, su vida dio un giro radical. Entró en el reality como un ciudadano corriente y salió con 300.000 euros de premio y la simpatía del público. “Los taxistas somos los psicólogos de la gente”, decía en su vídeo de presentación, sin imaginar que aquella frase se haría inolvidable.

Mientras otros compañeros de edición, como Nicky Villanueva o “Bea La Legionaria», intentaban prolongar la fama, Juanjo optó por el camino contrario: volver a la normalidad. “Tras el reality solo hice las entrevistas obligatorias; preferí volver a mi vida a salir en la tele”, confesó años después.

Una decisión inesperada

Regresar a su rutina fue, para muchos, una sorpresa. Pero él lo tuvo claro desde el principio. “No he sido un juguete roto porque tengo una familia estupenda y eso me da estabilidad”, explicó en una de las pocas entrevistas que concedió tras el programa.

Ahora, vive y trabaja en Torrellano, Elchedonde su vida gira en torno a la calma y el contacto diario con la gente. Los vecinos lo saludan por su nombre y algunos turistas todavía se sorprenden al reconocer al ganador del reality más famoso de España.

Durante su paso por el programa, vivió un breve romance con Diana, “Dulcinea”, que ocupó titulares. Sin embargo, cuando se apagaron las cámaras, rehuyó las exclusivas y las portadas. Decidió no alimentar el interés mediático y recuperar, poco a poco, su anonimato.

Juanjo, en su llegada a Alicante en 2004, tras ganar 'Gran Hermano'.

Juanjo, en su llegada a Alicante en 2004, tras ganar ‘Gran Hermano’. / DIEGO FOTÓGRAFOS

“Mi intimidad me la pagaron a 90 euros diarios”

Con el tiempo, reconoció que la fama tuvo un precio personal. “Mi intimidad me la pagaron a 90 euros diarios, un precio nada acorde con lo que perdí”, dijo entonces en una entrevista. También criticó lo que consideraba condiciones abusivas del concurso y dejó claro que su salida de la televisión fue una forma de recuperar el control de su vida.

Mientras algunos exconcursantes siguieron buscando cámaras, él apostó por la estabilidad. Hoy, a sus 54 años, mantiene la serenidad de quien sabe que el éxito no siempre está en los focos. “La tele fue la experiencia de mi vida, pero mi felicidad está en mi gente y en mi trabajo de siempre”, resumía con sinceridad.

Una fama que no cambió a Juanjo, el taxista de Elche

Cuando alguien lo reconoce y le pide una foto o un autógrafo, Juanjo sonríe y accede, pero sin darle más importancia. “Los que creen que volver a mi vida después de ‘Gran Hermano’ es un fracaso son minoría”, ha comentado en más de una ocasión.

Lejos de los titulares, el alicantino vive con calma, sin nostalgia ni arrepentimiento. Su historia es la de alguien que eligió ganar de otra forma: ganar en equilibrio, en normalidad y en autenticidad.

Otras vidas lejos de los focos

Su caso recuerda al de Raquel Morillas, otra exconcursante del programa que también ha rehecho su vida vendiendo cupones en la provincia de Alicante, lejos del escaparate televisivo.

Ambos son ejemplos de una generación que conoció la fama repentina y eligió volver a la vida real, demostrando que, a veces, la mayor victoria no se mide en audiencia, sino en paz interior.

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