A la pregunta de por qué no hicieron pública su separación, responde que era una cuestión privada: “No le incumbe a nadie. Somos reservados. Mientras no decidas rehacer tu vida, no estás obligado a contarlo al público”. Revela que mantienen una “excelente relación”, aunque a principio “no fue fácil. Me equivoqué al no hablarle inmediatamente de Adriana; se enteró por la prensa. Mea culpa. Aconsejo a quien lea esto que no cometa mi error. Aunque ya estábamos separados, debería habérselo dicho antes”, reconoce. Sobre sus infidelidades, considera que son cosas que “ocurren. A veces fortalecen, porque te das cuenta de que eso no es lo que quieres”. Aunque están separados les unen sus hijas y por ellas a veces discuten, confiesa, “porque no soy lo bastante severo” y ella es “más ‘leona”, describe.

Sobre sus hijas cuenta que cree que, tanto Vittoria, heredera al extinto trono italiano, como Luisa, “deben construir sus propias vidas”. De ahí que Luisa estudie Derecho y Vittoria siga los pasos de su madre como actriz, actualmente en una serie para France 2 y en otra para Amazon Prime en la que será protagonista. “Quisiera que encontraran el amor, que se casaran y tuvieran hijos. Espero convertirme en abuelo”, anhela.

Vittoria de Saboya es hija de Emanuele Filiberto de Saboya.

Vittoria de Saboya es hija de Emanuele Filiberto de Saboya.

Stephane Cardinale – Corbis/Getty Images

También habla sobre sus padre. De su padre cuenta que “sufrió mucho de joven. Imagínese: con siete años, en 1946, saludar a un millón de personas desde el balcón del Quirinale y cinco días después encontrarse en un barco rumbo a Portugal, sin una lira, y luego en una casa sin calefacción”. Y sin «el calor de sus padres”, algo que quiso enmendar con él: “Pasábamos muchísimo tiempo juntos: esquiando, pescando, cazando, caminando, en rally, en moto… Era extraordinario, simpático, carismático. Lo echo mucho de menos”, se sincera.

La periodista le pregunta si le gustó el documental sobre su padre dirigido por Beatrice Borromeo: “En algunos momentos sí. En otros, hay solo sensacionalismo, con una sola parte hablando. Basta ya, mi padre tiene derecho a que lo dejen en paz”, pide.

Recuerda, como lo mejor con sus padres, sus vacaciones en Nueva York, en un apartamento pequeño, sin servicio, desayunando los tres los huevos que preparaba su padre. “Éramos una familia ‘normal’, donde veía a mi madre hacer la cama, por ejemplo”. Cuenta que está “muy unido a su madre, Marina Doria, de 91 años. De ella dice que ha sido una “muy buena madre y una esposa excepcional”. A pesar de considerarse una persona positiva y con la capacidad de ver siempre el vaso “medio lleno”, teme el momento de perderla: «No quiero pensarlo. Me asustan la enfermedad y el sufrimiento, no la muerte”. Consciente de la suerte que tuvo al nacer, se describe como alguien “sencillo, agradecido. Sé que he tenido suerte: mi familia me dio muchas oportunidades, estudié en escuelas internacionales. A los italianos les digo gracias, incluso a los que no me quieren: el problema es suyo”.

En la entrevista recuerda su paso por Sanremo en 2010 junto a Pupo y el tenor Luca Canonici, con quienes quedó segundo con la canción Italia amore mio; de su vida en el exilio y de su regreso a Italia, “mejor de lo que esperaba” a pesar de que “nos demonizó”, apunta, porque “la historia la escriben los vencedores”.