Lo reconozco sin taparme: siempre he sido un enamorado de los móviles de Google. Desde los extintos Nexus que tanto extraño —qué tiempos cuando esperaba en la cola virtual para comprar el Nexus 4— hasta los Pixel, que han madurado hasta ser una de las mejores experiencias Android. De hecho, como contaba hace un tiempo, mi recomendación en Android suele ser un Pixel.

Pero todo ha cambiado: esa recomendación convencida que daba antes, hoy se ha llenado de dudas. Google es la que parece que ha cambiado, y con ella, el alma e identidad de Android tal y como la conocíamos.

Promesa de un Android limpio y a la última. Tener un Pixel implica ser el primero en recibir cada nueva versión del sistema, los parches de seguridad mensuales y esas trimestrales llamadas Pixel Feature Drop con funciones muy útiles. A pesar de que Google segmenta algunas novedades para sus modelos ‘Pro’ o Pixel más actuales, la experiencia es inmejorable.

Y ahora también «capado». La herida más profunda para los veteranos de Android llegó cuando se supo que el desarrollo pasaría a ser privado, un duro revés de Google al software libre. La reacción de la comunidad fue tan grande que la propia Google salió a desmentir la muerte de AOSP, aunque confirmando que los Pixel dejaban de ser la referencia abierta. La consecuencia directa no tardó en llegar: el código de Android 16 sufrió un retraso inusual, demostrando que AOSP ya no era una prioridad.

Pixel 9

Mira que me gusta Android, pero… no puedo volver a pasar por el aro de los Pixel si Google altera tanto sus raíces

El otro gran pilar de Android, la libertad para instalar apps desde cualquier fuente, también está en el punto de mira. Google va camino de acabar con esa tradicional libertad con un plan que exige verificar la identidad de los desarrolladores, lleguen las apps a Play Store o no. También levantó la mano para rebatir este hecho, esta vez en boca del jefazo de Android, pero la preocupación ha llegado hasta el punto de que la comunidad se movilice en una campaña. Este movimiento, sumado a otros como el bloqueo de los RCS en móviles modificados o la tendencia creciente a no permitir la apertura del bootloader, confirmaron que la lenta muerte del Android abierto se ha acelerado.

Tengo esa sensación. La de la comunidad más apegada al desarrollo de AOSP: «el alma de Android ha desaparecido». Todos estos cambios técnicos tienen una consecuencia emocional para los que llevamos años trasteando. No es nostalgia, es la constatación de que Google está cambiando los cimientos que hicieron grande a su sistema operativo. De hecho, hace unos meses, afirmábamos que Google está consumando su plan sobre Android: hacerlo cada vez más cerrado y bajo su control.

Lástima que la inmensa mayoría de usuarios ni se percatará de estos cambios. Es un buen momento para levantar la mano y trasladar quejas sobre cómo Android está mutando

Pierde sentido. El espíritu de los Nexus era la libertad. Eran dispositivos para experimentar, para ‘cacharrear’, la máxima expresión de un Android abierto. Los Pixel heredaron parte de esa filosofía, pero las últimas decisiones de Google la han aniquilado. Si el futuro de Android es un jardín cada vez más vallado similar al de la competencia, ¿Qué sentido tiene apostar por un smartphone de quien está construyendo estos muros?

Qué opciones tengo. La respuesta natural para un entusiasta como yo sería hacer como los usuarios de la resistencia con los que hablamos recientemente: abandonar Google. No lo veo posible, al menos con mi uso cotidiano del móvil: cada vez más apps, sobre todo las bancarias, no funcionan en sistemas modificados. Es una barrera para las ROMs que, en la práctica, hace inviable usar estas alternativas en mi móvil principal.

Pixel 9 Google

Imagina que estrenas un Pixel, vas a instalar tu app favorita en APK… y no puedes

Y más allá de AOSP, el paisaje es casi un desierto. Pienso en probar otras opciones, pero la realidad es que dejar atrás el Android de Google es posible pero con muchos sacrificios. Si hablo de distros Linux para el móvil, menos esperanza tengo: son proyectos fascinantes, no obstante, carecen del ecosistema y la estabilidad necesarios. iOS, para alguien que lleva más de una década en Android, simplemente no es una opción.

Encrucijada. Google está llevando a Android por un camino que no me gusta, y su propio hardware es la punta de lanza de esta estrategia. Por eso, aunque me duela, no puedo seguir recomendándolo con el mismo entusiasmo. ¿Qué haré la próxima vez que alguien me pida consejo? No lo sé. Quizá un móvil de otro fabricante, pues al grueso medio tampoco le importan estos cambios. Aunque, eso sí, debo aceptar que la era dorada del cacharreo ha llegado a su fin. Lo único que tengo claro es que mi próximo móvil, traiga el sistema operativo que traiga, no será un Pixel.

Imagen de portada | Composición con imágenes de Pepu Ricca para Xataka y generada con Nano Banana

En Xataka Android | Un 96% menos de estafas en un Pixel que en un iPhone. Es el dato con el que Google quiere sentenciar el debate de la seguridad