Cuando se les pregunta a sus seguidores qué tiene de especial la orquesta gallega Panorama, la respuesta consiste a menudo en una simple interjección: ‘¡Buah!’ … es la más usada, pero ‘bufff’ también cuenta con sus partidarios. Las demás palabras se quedan cortas en ese vano intento de expresar lo inefable, algo así como describir los colores a un ciego o una tempestad en el océano a quien jamás ha visto el mar. La Panorama es la madre de todas las orquestas, el no va más, una entidad semidivina que se sale de la tabla: entre ‘bufffs’ y ‘buahs’ y encogimientos de hombros, los muy verbeneros contemplan al profano con desconcertado gesto de lástima, incapaces de entender cómo puede haber sobrevivido tantos años, pobriño, sin ver la luz.

Y qué luz. En realidad, la Panorama ya es un espectáculo horas antes de tocar, cuando aparece su convoy de seis tráileres (el principal es un transporte especial con gabarra de más de 15 metros) y arrancan las cuatro horas de montaje de ese colosal ‘transformer’ donde actuará la orquesta. Al llegar el momento, todo ese material se transforma en luz intensísima: todas las superficies que ve el espectador, hasta los bordes de las plataformas donde danzan las bailarinas, son pantallas sincronizadas que envuelven a los miembros del grupo, mientras brotan lenguas de fuego que calientan miles de caras y vuelan nubes de confeti y fuegos artificiales. Es todo tan apabullante que provoca una suspensión de la incredulidad y de la lógica y, claro, uno ya solo puede decir ‘buah’. La gira de este año se llama ‘Epic’ y se inspira en los guerreros del mundo clásico, con sus columnas jónicas hinchables, su carro tirado por un león con ruedas, su acróbata colgada de una lanza gigante y su atrezo de cascos, corazas, escudos y tambores, aunque la primera canción sea ‘Sarà perché ti amo’, que puede tener algo de romano pero no tanto de épico.

El escenario y parte del público, en plena 'hora loca'.

El escenario y parte del público, en plena ‘hora loca’.

Ignacio Pérez

«A los de fuera de Galicia les parece todo de otro mundo. Conciben la verbena como alguien que toca mientras la gente baila y ni siquiera mira, pero nosotros pretendemos captar la atención», desarrolla el histórico Lito Garrido, que ejerce de vocalista, director musical y, un poco, padre de los demás componentes, todos mucho más jóvenes. La Panorama, que da 140 o 150 bolos al año, siempre dedica enero y febrero a ensayos y consagra el corazón del verano a su tierra: «Podríamos actuar todos los días, pero por norma nos dejamos una jornada de descanso al mes. Esto es como ir a pescar al Gran Sol, es donde está la vida de la orquesta, pero al menos estos meses dormimos en casa: la media es doce horas en casa y doce fuera». Lito da más cifras: son 23 personas en escena (cantantes, músicos, bailarines, acróbatas) pero un total de 39 en gira (con los de montaje, luces, sonido…) y en tres horas tocan 170 canciones, porque en estos tiempos impacientes nada suena entero. «Yo empecé con 12 años y tengo 57. El mundo cambia deprisa, pero esto va al doble de velocidad: mi primera actuación fue encima de dos remolques de los de ir a los pinos, en un pueblo de Verín. Tocaba el saxo, la flauta…».

–¿Y cómo es que acabó cantando?

–Porque se puso de moda Pedrito Fernández y hacía falta un niño cantante: sin ‘La de la mochila azul’, a lo mejor seguía de músico.

También nos encontramos en la madre de todas las verbenas, o casi. As Somozas es un pueblo coruñés de 1.060 habitantes que organiza todos los años una especie de festival con tres noches de programas dobles y zona de acampada repleta de jóvenes. Hoy toca Panorama, pero dentro de dos días estarán aquí los otros reyes del escalafón, París de Noia. Se gastan 175.000 euros, porque las dos grandes cobran en torno a los 30.000, y ese dineral pasma al forastero: resulta que As Somozas es uno de los municipios gallegos con mayor renta per cápita, gracias a un parque industrial donde funciona un controvertido centro de tratamiento de residuos. «Tenemos centro cívico, gimnasio con piscina climatizada, piscina al aire libre… Alguno te critica y te pregunta por qué no metes el dinero en otras cosas, pero, con los servicios cubiertos, ¿por qué no vas a montar una fiesta así?», argumenta el alcalde, Juan Alonso Tembrás, del PP. ¿Y siempre logran fichar a la Panorama? «Una orquesta así se contrata al menos con dos años de antelación. Nosotros la tenemos reservada».

Músicos y bailarines sobre el escenario.

Músicos y bailarines sobre el escenario.

Ignacio Pérez

«Hace 25 años, la gente de ciudad no venía a las fiestas de aldea. Éramos nosotros los que íbamos a la ciudad, a las discotecas. Pero eso cambió con el auge de estas orquestas, y Somozas tiene parte de culpa», comenta José Manuel Candocia, que regenta el hotel Casa Amando y es hijo de Manuel Candocia, regidor del municipio desde 1979 hasta su muerte en 2014. Aquí se programaban los conjuntos de verbena junto a lo que llaman ‘atracciones’: «Pasaron Paulina Rubio, Mónica Naranjo, Carlos Baute, Café Quijano, Sergio Dalma… Salían a las 12, pero antes tocaban unos Panorama o unos París de Noia. La gente venía por la atracción, pero le gustaba más la orquesta», resume José Manuel. Con la crisis, se dejó de traer a las figuras (fondos sobraban, pero parecía de mala educación) y empezaron a juntar a la Panorama y la París de Noia en una misma noche, a menudo con una tercera para redondear.

Más que Pink Floyd

Ahora las reparten en varias jornadas, y en el camping reina un ambiente de bulliciosa chavalería: «Son tres días de fiesta, está de putísima madre –resume Osvaldo Herrera, de Ferrol, que le hace a un colega un moderno rapado con su raya en la ceja–. Hay de todo, ¡hasta estoy yo cortando el pelo!». Alberto Seoane y Marcelo Silva venden boletos de un equipo de fútbol sala: «Donde va la Panorama, vamos nosotros. Cien veces los habré visto», comenta Alberto. «Y yo 101», se chulea Marcelo. Pero las historias más bonitas hay que buscarlas delante del escenario, como la del guipuzcoano Álvaro Gómez, de Andoain: «Me quedé viudo hace once años y mi salvación, con aquella pena que sentía, fueron los espectáculos. Miré cuáles eran las mejores orquestas de España, Panorama y París de Noia, y consulté dónde actuaban juntas, ¡en As Somozas! Llevo diez años viniendo y también he visto a Panorama en Valencia, en Asturias, en Cantabria, en Bizkaia…», enumera. Con unos amigos, trae una txapela bordada para uno de los cantantes, Mario Álvarez, que ganó ‘OT’ en 2009. Otro caso: Joan Vila es de Platja d’Aro, en Girona. «En verano, me escapo del calor y vengo en autocaravana al Cantábrico. El año pasado los vi aquí».

–Y ha vuelto…

–Yo soy del ramo, tuve una orquesta. Y me dejaron alucinado: son buenos, tienen muchos medios y los usan muy bien. Musicalmente no me gustan, tampoco lo que hacía yo: a mí me gustan Rachmaninov, Mozart, Jacob Collier… Pero –abarca con un arco del brazo el enorme escenario– vi hace años a Pink Floyd y no llevaban todo esto.

Osvaldo le corta el pelo a un amigo en la zona de acampada.

Osvaldo le corta el pelo a un amigo en la zona de acampada.

Ignacio Pérez

Ahí arriba, los 23 de la Panorama no paran: esprintan de aquí para allá, bailan sin descanso, se materializan en plataformas y pasarelas, cantan hits como quien dispara ráfagas y se cambian de vestuario más rápido que Mortadelo. En el camión-camerino, con las ropas alineadas en orden de uso, el ritmo se acelera. «Esto es una experiencia muy distinta a cualquier otra: por volumen de trabajo, por exigencia… Panorama tiene nombre de orquesta, pero orquesta no es: es un show», comenta la canaria Marleny Doble, una revelación de esta gira, que se multiplica cantando, bailando y tocando saxo, teclados y guitarra. «¡Yo que no sabía ni lo que era una orquesta!», suspira la acróbata Marina García, una jerezana que viene de la gimnasia de competición.

Suena todo: de ‘Ave María’ a ‘Degenere’, de ‘La gata bajo la lluvia’ al ‘The Power of Love’ de Jennifer Rush («temazo, dicen: ¡vaya mierda!», sentencia implacable una adolescente), de ‘Dolores se llamaba Lola’ a ‘NuevaYol’. Hay una ‘hora loca’ en la que caben globos gigantes, disfraces de tiburón y de King África, un guardia civil que controla el baile o unas imágenes del público en la pantalla: «No somos como Coldplay, nosotros avisamos: si alguien está con su amante, que se agache», se chotea Lito. En la memoria queda una frenética sucesión de fogonazos y estribillos: la gente bailando en hileras la sexual ‘Cavalinho’, ese ‘Hoy quiero confesarme’ de la Pantoja que borda el vocalista Cibrán Insua y la inesperada última, cuando los corazones gallegos ya se han acompasado con la ‘Muñeira de Chantada’: nada menos que los guitarrazos feroces del ‘Killing in the Name’ de Rage Against The Machine. ¡Buah, la Panorama!